Capítulo 13

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Recuerdo la tarde en que le dije a mi hermana que James me había pedido ser su esposa.
Se lo conté a ella primero que a nadie porque era la persona más cercana a mi y quería conocer su opinión antes de que James fuese a pedir mi mano formalmente a mis padres.
Estaba tan emocionada que no dejaba de morderme las uñas, el tiempo se me hacia eterno y Madeleine no parecía regresar nunca de beber el té con una prima.
Para cuando mi hermana llegó a casa ya no me quedaban uñas que morderme ni lugares de mi habitación por recorrer.
Al verme tan desalineada e inquieta me ordenó sentarme antes de que le dijese nada.
De mala gana lo hice porque en mi opinión el estar sentada le restaba emoción al asunto pero a la vez se sentía bien descansar por un momento.
—¿Qué te sucede, Olivia? Das miedo con esa sonrisa.
Me extrañó su tono molesto, parecía enfadada hasta el limite.
—Tengo una noticia que te alegrara la tarde. Aseguré y eso pareció interesarle lo mínimo porque con un suspiro de resignación se sentó a mi lado
—¿La guerra ha terminado?
—No pero...
—¿Mamá ya no tiene fiebre?
—No pero yo...
—Entonces no sé que pueda ser tan bueno como para que me alegres el día
—¿Madeleine te pasa algo?
—No, solo estoy cansada, anda, dime lo que ibas a decirme
—James y yo estamos prometidos.
Por fin mi noticia tuvo el efecto deseado.
Madeleine se levantó de golpe con los ojos como platos y una sonrisa igual o más enorme que la mía en esos instantes.
—Eso es fabuloso, padre estará muy contento. Riendo me tomó ambas manos
—¿De verdad lo crees?
—Por supuesto, Olivia, James es el hombre perfecto para ti.

Y yo le creí, de hecho, hasta hace unas horas le creía pero ahora no estoy segura de nada.
No dejo de pensar que Madeleine se alegró solo porque ya sabia lo del arreglo entre el padre de James y el mio.
Yo pensaba que mi padre estaría contento porque, como decía mi hermana, James es el hombre perfecto pero ahora pienso que tal vez se alegraría porque por fin se cumpliría su trato y todo sin obligarme a nada.

—¿En qué piensas?
La voz de Bastian me devuelve a mi no deseada realidad.
—En que no le creo.
—Por favor, sé que me crees es solo que le temes a la verdad, porque creerme y recordar romperían tu mundo perfecto.
—Exactamente, señor LeFleur y no deseo que eso suceda.

Comienzo a alejarme por tercera ocasión en esta noche de este hombre pero nuevamente sus palabras me hacen detenerme de golpe.

—¿Qué me dices del vestido rojo? Sé que lo has visto, es demasiado importante como para que no lo vieras alguna vez en sueños o en alucinaciones.

Un vestido rojo.

Es algo muy simple y supongo que he usado muchos en mis años de vida pero yo sé que se refiere a un vestido en concreto y sé cual es porque, efectivamente, lo he visto, incluso lo he sentido cubriendo mi cuerpo.

Una mañana mi madre y yo quedamos de vernos con una vecina para tomar el té y un desayuno ligero.
Era muy temprano y el sol estaba ya en lo alto, causándome mucho calor.
Por más que intenté convencer a mi madre de que me dejara por una sola vez no usar un corsé, no logré nada.
Y como siempre Madeleine no me apoyó respecto a eso, ella al igual que todas las mujeres que conozco creen que si no usas corsé es como si estuvieses desnuda.
Al final me coloqué el corsé yo misma y evité alar las cintas demasiado, al menos así podría respirar.
Cuando estaba lista para irnos algo me hizo detenerme frente al espejo una vez más, me veía bien, algo acalorada y mis mejillas estaban encendidas pero de pronto la imagen frente a mi cambió por completo.
Una mujer sin rostro se veía reflejada en el espejo, usaba un vestido rojo, se notaba que no traía corsé, pues su postura no era tan rígida como cuando usas uno.
Instintivamente llevé mis manos a mi cintura y al rededor del talle de mi cuerpo, seda, se sentía tan liso como la seda, no me sobresalté al principio porque me sentía bien, cómoda, fresca y tranquila.
De un momento a otro mis manos se detuvieron porque noté algo diferente, la parte superior del vestido, la manga derecha estaba desgarrada y la falda parecía tener manchas de barro, esta vez di un pequeño brinco porque mi corazón comenzó a latir desesperadamente y me faltaba el aire, una ola de pánico me embargó y todo desapareció tan pronto como había aparecido.
Un grito de mi madre para meterme prisa fue lo que me hizo regresar de donde quiera que mi mente me había llevado.
Sin entender nada, toque mi vestido, que era rosa, para comprobar que no me había cambiado y con las manos sudando y las piernas temblando baje para cumplir con mi compromiso con la vecina.

Ahora que Bastian hace mención de eso me llena la curiosidad nuevamente pero también tengo miedo.
Sé lo que sentí cuando tuve aquella visión y si Bastian me lo cuenta no se si podre soportarlo, era un sentimiento de horror, dolor y de pánico tan grandes que de conocer la verdad temo que podría cambiar muchas cosas.

Cierro los ojos para tomar una decisión, soy consciente de que ya es demasiado tarde, que ya pase más tiempo con Bastian aquí de lo que le dije a James y que seguramente no tardara en venir a buscarme.

Por milésima vez esta noche me encuentro entre dos opciones.

Seguir escuchando a un hombre que parezco empezar a recordar y conocer la verdad de mis supuestas vidas pasadas.

U olvidarme de todo eso, fingiendo creer que es una tontería y volver a donde debería estar, con mi marido, camino al ultimo brindis y después a mi noche de bodas.

Y por milésima vez elegiré seguir escuchando. Ruego no arrepentirme más de mis decisiones.

Creí enamorarme.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora