Cuando Villa se despertó era a causa de los primeros rayos del sol. Además de ellos, no existía nada que remotamente pudiera molestarle a Juan Pablo, quien se sentía tan descansado, recuperado y vivo como nunca antes. Los brazos de Simón parecían tener un poder mágico de curar cada herida física y mental del ingeniero, haciéndole sentir invencible y por primera vez en su vida... libre.
Libre para amar quien amaba.
Nunca se había dado cuenta de que una obligación invisible de ser un buen hijo y trabajar, ser un buen ingeniero y seguir trabajando, y en el futuro ser un buen marido y encontrar una esposa linda había ensombrecido su vida como una nube gris tapaba el sol en un día triste. Ahora percibía un alivio inmenso de ser él mismo, por fin podía vivir como le hacía feliz. Y eso estaba en los brazos de Simón Vargas.
Villa se enroscó más a su amante, disfrutando del calor maravilloso que provocaba el contacto de su piel en la suya. Bajó su vista hacia la mano de Simón que aumentó esta sensación a través de estar situada en el pecho desnudo del ingeniero y siguió recorriendo la habitación con su mirada. El cuarto parecía tranquilo, cubierto en sombras y los primeros rayos del sol, pero Villa podría jurar que el eco de los gemidos de anoche todavía permanecía en el aire dentro de estas paredes. A pesar de ellos, el cuarto probablemente se veía como cada mañana, aunque no fuera un amanecer normal. Esta mañana marcaba un giro extremo en las vidas de ambos hombres, un giro bastante positivo, demasiado perfecto para ser verdad, según Juan Pablo. El joven ingeniero se había enamorado por primera vez en su vida, había pasado la mejor noche de su vida y ahora se había despertado en los brazos de ese amor, aunque fuera un hombre y esto lo hiciera un poco más complicado.
Mucho más complicado, gritó su conciencia y de repente volvió como un golpe en medio de la cara. Notó el peligro enorme de lo que habían hecho anoche, de sus gemidos descuidados y su error de caerse dormido junto con el navegante. Debía regresar al Abajo para que nadie notara que había dormido en otro lugar.
Cautelosamente, Villamil destapó la colcha blanca de su cuerpo desnudo e intentó deshacerse del abrazo firme y caliente de Simón. El frío repentino que ahora envolvía su cuerpo era el opuesto del calor agradable que había ardido debajo la sábana a causa de la proximidad de ambos hombres, pero Villa tuvo que aguantarlo. Con toda la cautela que poseía, se escurrió del agarre de Simón y se levantó para buscar su ropa en el suelo. Ya sintió como su corazón exigió que volviera a la cama y se acurrucara cerca al navegante, pero una fuerza que no sabía que tenía le permitió arrastrar su mirada del hombre que más deseaba en este momento.
La luz del sol iluminaba el cuarto lo suficiente para que pudiera encontrar sus calzoncillos, sus pantalones y su camiseta sobre el piso. Se puso la prenda interior y deslizó los pantalones sobre sus piernas para coger la pieza de tela manchada del suelo, pero un brillo en el rabillo de su ojo detuvo sus movimientos. Con los pantalones abiertas y sujetando la camiseta en una mano, se acercó al escritorio de Simón y vio la pluma que había reflejado la luz. Posaba sobre un cuaderno precioso, que estaba lleno de otros papeles y la caligrafía característica del hombre que amaba. Villa echó una mirada sobre su hombro para ver si Simón todavía dormía y encontró su amante respirando tranquilamente con los ojos cerrados sobre la cama. Una sonrisa apareció en los labios del ingeniero al ver este hombre, antes de voltearse otra vez para curiosamente abrir el cuaderno...
Instintivamente Simón quiso abrazar a Juan Pablo aún más fuerte cuando su cuerpo registró la falta de otra persona calorosa a su lado. Sus brazos sólo encontraron aire y así provocaron que el navegante se despertara de golpe.
"¿Villa?" murmuró soñoliento, irguiéndose. "¿Cariño?"
"Simón," soltó Juan Pablo y se volteó en la dirección de la cama donde había pasado algo increíble anoche. Una sensación tremenda se apoderó de su cuerpo cuando escuchó a Simón llamándole en esta manera, dando su corazón otra razón para latir como loco. Se aproximó al navegante, mirando a su rostro lindo, cubierto con mechones oscuros que sobresalían de su cabeza después de haber dormido. "Tengo que irme," le informó tristemente.
ESTÁS LEYENDO
Mil Tormentas
Fanfiction"Lo siento," soltó, mirando absortamente al mar, esforzándose que su voz no se quebrara. "¿Qué?" preguntó el ingeniero confundido, sentándose al lado de Simón y apoyándose en la borda. "No debo..." empezó Simón, pero Villa le interrumpió. "¿Salvarme...