Epílogo

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1949

"¿Y qué pasó después?"

La pregunta agitada de uno de mis alumnos expresa lo que todos los demás estudiantes están pensando. Las voces mezcladas de los jóvenes llenan la sala, discutiendo sobre el decepcionante final de la historia. Es obvio que este desenlace no les agrada.

"¿Qué pasó con Isaza?" pregunta alguien.

"¿Y con el cocinero?" inquiere otra persona.

"Tal vez los dos lo hayan sobrevivido, hay una posibilidad, oiga..." empieza otro alumno y se dirige a su compañero, contándole su teoría.

"Escúchenme, chicos." Me pongo de pie y muevo mis manos en una señal que les da a entender que se callen. "Entiendo que deben tener muchísimas preguntas ahora, pero no sé responder todas. Yo tenía las mismas dudas después de escuchar la historia hace años." Hago una pausa corta para verificar que todos me escuchen. "Solamente sé que el cocinero Alejandro Posada se instaló en Cartagena en su país natal Colombia, atendiendo un pequeño bar donde puede cocinar lo que le gusta sin tener que aguantar comentarios ofensivos de arrogantes marineros. Explícitamente pregunté sobre su esposa e hijo y el viejo marinero que me contó la historia me afirmó que están viviendo juntos felices. También el ingeniero Juan Pablo Isaza vive en un apartamento pequeño en esa casa y cada día que despierta, puede ver a su verdadero amor: el mar."

Veo como una que otra sonrisa aparece en los labios de mis estudiantes y estoy alegre de darles un poco de alivio en esta triste historia. Acomodo mi silla y me apoyo en el respaldo.

"Me han solicitado que les hablara sobre el amor; querían que les contara qué es lo que se vale hacer por el simple motivo de amar a alguien. ¿El amor es una excusa? Claro que no. ¿El amor hace ciego? Muchas veces. ¿El amor siempre es amor? Por supuesto que sí."

Noto que toda el aula está completamente silenciosa, todos los ojos están pegados a mí. Así que, sigo con mi monólogo.

"Hay muchas otras historias de amor; algunas felices, otras tristes. No obstante, los cuentos más famosos y complejos como El Fantasma de la Ópera..." Sonrío al pronunciar estas palabras otra vez desde hace tanto tiempo, "... o Romeo y Julieta son tragedias, al igual que la historia que les acabo de contar. Lamentablemente los amores más verdaderos y puros están destinados a fallar."

Una expresión afligida se apodera de las curiosas caras de mis alumnos, pero es necesario contarles la triste verdad. Yo estoy aquí para enseñarles algo sobre literatura hispana, pero también es mi obligación desarrollar sus personalidades, despertar su curiosidad e interés y prepararlos para la vida real. Por eso, no puedo esconder la verdad, aunque sea injusta. Y aunque a veces sea necesario decirles una pequeña mentira...

No cambia la historia principal si el marinero viejo que supuestamente me la contó, no existe.

"Para finalizar," alzo mi voz otra vez, ganando la atención de todos. "Quiero que ustedes sepan que, a pesar de todos los obstáculos que se les presenten, quiero que siempre luchen por lo que a ustedes les parezca correcto." Aliso los documentos en mi escritorio, entre ellos la partitura de una obra musical para el piano de Scott Joplin, y los guardo en mi cartera. Mi cara se refleja en el broche dorado de ella, recordándome a la persona que me la regaló cada vez que lo mire. Alzo mi vista y concluyo mi enseñanza para hoy.

"Luchen por el amor."

Oigo como mis alumnos me dan las gracias para esta interesante docencia y se despiden. Uno tras otro sale de la puerta principal, dejando detrás de sí un aula completamente vacía aparte de su profesor, yo. No fue difícil para mí encontrar este empleo, ya que la literatura y los idiomas siempre me han fascinado. Antes, era navegante, pero no es necesario narrarles esta historia.

Creo que ya la conocen.

Sólo les falta una parte importante sobre lo que pasó después del salto. ¿Nos ayudaron los anillos extraordinarios? Tal vez, pero mas concretamente era el poder de la amistad y de un lugar pequeño y privado que contiene la magia de nuestro primer beso.

Agarro el asa de mi cartera con mi mano izquierda, en la que la cicatriz probablemente más importante de mi vida todavía está visible. Para siempre me recordará de aquel día. Aquel día en que lo conocí.

Echo un último vistazo a la sala vacía antes de cerrar la puerta con seguro y dirigirme a mi casa aquí en Bogotá. No quiero estar tarde para la cena, así que camino a paso rápido.

Mi marido me espera.

Mil TormentasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora