Una Doncella Rota.

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Una amiga me había hecho conocerte, le dije que andaba deprimida y que necesitaba salir, me invitó a una fiesta en la casa de esta chica, Laura Neon, tu mejor amiga, tu princesa, tu hermana y tu confidente; ella era tu novia. Al principio no entendí por qué me había invitado allí, no conocía a nadie, y socializar nunca había sido mi fuerte, pero yo ya tenía un vaso con bebida, la blusa desabotonada y yacía sentada en las piernas de mi jefe de trabajo, manoseándome las piernas... me levanté como si nada, dejándolo en medio de su diversión, pude escuchar como me insultaba. Caminando hasta el baño, o intentando encontrarlo, irónico fue haber encontrado a mi amiga enrollándose con una chica, compañera de trabajo, en medio del pasillo a los besos y jadeos, y a su novia observándoles en el sofá, con un vaso en sus manos. Torpemente caminé hacia ella y sujeté su mano, no estaba bien lo que estaba pasando, ni tanto terminara yo borracha y ella así, fuimos al baño, subiendo las escaleras, y en cuánto abrí la puerta... terminé vomitando. Estuvimos dos horas allí dentro, hablando, al menos intentándolo, ella cuidándome y dándome agua. Aunque le preguntaba por qué seguía con mi amiga, sabiendo que no había sido la primera vez que hacía este tipo de cosas, ella dijo que la quería, pero empezaba a fastidiarse, entonces me giró la cara y besó en la boca con ira, no me aparté, para mí fue justo, aunque no me había gustado ese primer encuentro; besé a la novia de mi amiga. Pasó una semana sin verlas, y escuché, a partir de rumores, que habían terminado finalmente su relación de dos años y medio. No volví a hablar con mi amiga..., pero yo tenía el número de Laura, agendado, esperando a que mandara un mensaje, y luego de cuatro días de aquel encuentro, decidimos vernos en una cafetería. Estaba extrañamente nerviosa, había llevado mi mejor ropa, esperando inquietamente a ver su silueta... déjenme aclarar un poco... Laura era una chica de casi mi altura, morena, pelo negro, de ojos achinados y una tierna sonrisa, un cuerpo que te volvía loco, sin que ella supiera, había hecho suspirar a todos los de la cafetería, incluyéndome, y en cuánto se sentó a mi lado, no pude aguantar más de diez minutos sin ver su boca y querer besarla, al final lo hice. Tuvimos varias citas, siempre de la misma manera terminabas enamorándome sin proponértelo, y cuando me dijiste que te gustaba, diablos, fue lo más hermoso que había escuchado en toda mi vida, varios besos nos dimos y caminamos de la mano, tu rostro enrojecido y mis fuertes latidos me hicieron dar cuenta de lo tanto que te quería. Pasó un año, y cometí mi primer error, mucho alcohol, demasiado alcohol y un descuido, te hicieron encontrarme en la cama con otra mujer, agarraste tus cosas y te fuiste, llorando, y de la resaca no sabía ni cómo me llamaba, jamás me había sentido tan vacía por dentro. 

Fui a buscarte en la casa de tu madre, pero ella ya sabía todo lo que había pasado, mi error, y no me dejó verte hasta que tú quisieses, de verdad, jamás había sentido tanta decepción en toda mi vida, te había lastimado como la estúpida de mi amiga y me estaba arrepintiendo, me di cuenta también que tenía un problema con el alcohol y empecé la rehabilitación, pasaron unos meses hasta que le hablaras, pues me evitabas y mirabas de arriba a abajo con dolor... Un día, cuando salía de la iglesia donde se hacían las sesiones, estabas esperándome en tu coche, me sonreíste y yo lo hice también, corrí hacia ti con todas mis fuerzas, iba a besarte pero corriste la cara. "Aún no, sigo emputada contigo"  Dijo empujando mis labios con un dedo, me quedé congelada unos segundos, pero aparté su dedo de mi boca y le robé un beso, me correspondió y sentí mi corazón latir con fuerza. Me miraste y me sonreíste sonrojada, te dije que había sido una idiota y que me golpearía si pudiera, más de lo que ya hice, dijiste que no era necesario, que habías aprendido a perdonar y que yo lo valía más que mi amiga: esa comparación me molestó.

Pasaron los meses, seguías tan enamorada como siempre, pero mi traición sembró una semilla de desconfianza en ti, que progresivamente solo iba a crecer. Cada vez que volvía tarde de mi nuevo trabajo, suponías que estuve haciendo otras cosas en lugar de trabajar, a veces insinuabas que te engañaba de nuevo disfrazado de chistes "inocentes". O soltabas comentarios  como "Descuida, estoy acostumbrada a que me mientan" cuando te decía que tenía mucho trabajo o proyectos personales. Intenté ser paciente y seguir cuidando nuestra relación, pero te pusiste cada vez más paranoica, empezabas a llamarme constantemente, llamabas a mi estudio de trabajo, a mis amigos, hasta a mis padres les dijiste tus inseguridades, y sabiendo de mi traición, te creyeron. Próximamente, cuando hacíamos el amor, parecías hacer la guerra con las "otras mujeres", dejando marcas muy visibles en todo mi cuerpo, incluso esas zonas no tan visibles para darles un mensaje a mis amantes, las cuales jamás existieron. 

Te volviste loca.

Una vez fui a casa de mi hermana y ella siempre fui cariñosa conmigo, tanto que siempre me dejaba marcado su labial en mi mejilla, pero claro, ella no sabía de nuestra delicada situación, si no, las cosas hubieran sido distintas. Llegué a casa y me quedé dentro del auto, viendo la marca del labial en mi mejilla y me la quité frenéticamente, no me di cuenta que estabas al lado del puto auto observándome como una maldita acosadora. Te fuiste corriendo hacia la casa y suspiré, creí que ibas a hacer tus escenas de celos nuevamente, que bajarías y me tirarías toda mi ropa como la vez anterior, pero no bajaste, decidí esperar un rato más pero no apareciste, empecé a preocuparme, sintiendo una presión en el pecho y corría a la casa, busqué en cada cuarto y no estabas en ninguno, subí arriba y vi que la única luz prendida era la del baño, podía ver el agua rojiza salir del baño. Mi corazón latía fuertemente, imaginando lo peor, entré al baño y te vi desangrándote por su muñecas, aún algo consciente y con lágrimas en tus ojos. Te observé unos segundos horrorizada, te quité de la tina y apreté tus muñecas con unas coletas para el cabello, y subí tus manos a mi cuello, alzándote a mis brazos y corriendo al auto, preguntándote por qué demonios habías hecho eso, por qué me lastimabas lastimándote. 

Solo decías que mi amor te dolía, jamás me había sentido tan culpable, aunque no haya hecho anda malo.

Tuviste que estar internada algunos meses, cada día era peor al anterior, querías matarte a toda costa, no entendía por qué si siempre intenté darte todo mi amor, entendí que quizás mi amor no estaba mal, sino tu amor hacia ti misma.

Tuve una recaída, no podía ir al trabajo por cómo estaba, mis padres me enviaban dinero de vez en cuando, pero no era suficiente, lo gastaba todo en alcohol que apenas quería beber, pero lo hacía. Beber vodka puro y el más barato, solo para sentir fuego en mi garganta, y no solo en mi corazón, sentía coraje por todo lo que nos estaba pasando y volviendo a la conclusión que había llegado. Tu primera novia fue mi amiga, debido a ella y sus reiterados engaños te volviste insegura, obsesiva, loca, pero no fue tu culpa, aquella estúpida no supo cuidarte y yo tampoco, no te merecemos amor, no importa cuánto te ame.

Lo más triste de todo es que no me perdonaste, me dejaste y te fuiste con uno de tus amigos, quien según tú estuvo durante toda tu internación y no sé, te enamoraste de él. Nunca me dijiste qué le viste,  o por qué no me diste otra oportunidad. Me invitaste a tu boda con el después de tres meses, obvio no iba a ir. Fuiste a mi casa, todo parecía tan distante y distinto, mágicamente muerto, me mataste con tu amor.

¡Quien diría que las cosas serían así?

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