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El final de semana había pasado realmente tranquilo y rápido, después de unas cuantas llamadas y un gran rechazo por parte de mis padres al sugerirles cambiarme de instituto, me había quedado claro que tenía que dejar de ser un marica y dejar el tema de una buena vez y enfrentarlo.

Había pasado la mayoría de estos días en el gimnasio y encerrado en mi habitación. No había hecho nada más que eso.

Ni se me había antojado salir de fiesta.

Durante este tiempo de "Rehabilitación", como a mi me gustaba llamarlo, pude deducir el por qué las personas se les daba esa mierda de depresión, como con esas chicas que salen en las película donde lloran y comen helado todo un mes. Solo que en mi situación no era así, no estaba triste por lo que hizo Candice, de hecho me valía muy poco. Lo que me importaba y me enfurecía era todo lo perdí a causa de eso.

Pero después de todo entendí que yo era más que el chico que andaba detrás de esas piernas, ¿no? La partida de Candice no iba a cambiar nada, solo estaba exagerando las cosas. 

Se podía decir que soy atractivo,  al menos eso creo, las chicas lo decían ¿no? Y si ellas lo dicen es porque es cierto. Tenía que ser cierto, yo tenia eso y mi actitud, no necesitaba mas.

Joder.

─ ¡Sean! ¡Ya está el desayuno! ¡Baja de una vez!

La armoniosa voz de mi madre me saco de mis pensamientos por quinta vez en toda la mañana y decido al fin hacerle caso y meterme a la ducha.

Saque la suciedad de mi cuerpo y salí hacia mi armario cogiendo un boxer, jeans, una camisa negra y me calce con mis típicas botas

Baje sacudiéndome el cabello y sentí el olor de la comida de mi madre. Mi padre yacía sentado con su celular, él al verme alzo la cabeza y me saludo.

─ Buen día, Sean

─ Si, sí. Hola

Agarre mi plato ya servido y lo devore en menos de dos minutos, lo deje en la encimera y bese la mejilla de mi madre aprovechando de que estaba ahí

Mi relación con mis padres era algo escasa en palabras, lo normal, no los veía a diario pero si lo suficientes como para tener un cariño familiar, supongo.

─ Adiós, adiós ─ me despedí de ambos y mi padre rodeo los ojos pero igual me despidió. 

Agarre las llaves de mi auto y me metí encendiendo el motor rumbo a la casa de Joe. Después de unas cuadras llegue a la ya tan conocida casa y apreté el claxon un par de veces hasta que él salió

─ Joder, jure que te habías olvidado de venir por mi ─ Joe se metió al auto y dimos el típico saludo de manos

─ Siempre recuerdo todo, Joe pero me quede dormido y tuve que hacerme tragada la comida para no venir tarde ─ mire hacia el lado para ver si venia algún auto y arrancar pero algo me llamo la atención y di una gran carcajada. Al parecer ese ángel se me iba a aparecer en todos lados ─ No puede ser ¿Los mellizos son tus vecinos? Joder, ¿Desde cuándo?

─ Ah sí, llegaron hace unas semanas antes de que entraran al colegio ─ dijo sin tomarle mucha importancia y miro hacia otra parte.

─ ¿Y por nunca me dijiste eso?

─ No lo pensé necesario ─ se encogió de hombros como tratando de evadir el tema y lo deje así.

Observe un poco mejor y al parecer los Jones no tenían solo una personalidad digna de la reina, también su casa parecía un maldito castillo que nunca había notado hasta ahora, ¿Acaso esa casa estaba antes ahí? Tal vez la construyeron antes de que llegaran a mudarse, vi como ambos salieron de las gigantes puertas y se metieron al auto con a un señor elegante que posiblemente sea su chofer. Mire fijamente a Irene pero quizás no se percataba de mi mirada o tal vez me ignoraba

¡Adiós, reputación!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora