Capítulo 2

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Aquel día comenzó de una manera extraña, pues, al contrario que en un día usual, desperté con el sonido de la alarma y no antes. La apagué sin ganas, me incorporé y llevé las manos a mi cabeza. Recordé que había trasnochado. Miré hacia abajo; aún llevaba puesta la misma ropa que usé para salir, y pensé en lo genial que sería que, simplemente, la pudiese usar para ir al trabajo. Sin embargo, reparé en un sonido que no era muy común en mi casa. Otra respiración. Miré a mi lado, y allí seguía aquella mujer, desnuda, bella y, sobre todo, durmiendo en mi cama.

-Eh, despierta – ella abrió los ojos perezosamente y me dedicó una sonrisa; quizás, en otra circunstancia podría haber llegado a enternecerme-. ¿Por qué sigues aquí? Sabes que lo hacemos y te vas.

-Yo iba pasada de copas, tú te quedaste dormida... supongo que anoche todo estaba dispuesto para que me quedara.

-Pues tienes que irte. Ya – comencé a cambiarme de ropa en mi acostumbrado ritual-.

-Vamos, sé un poco más flexible – ronroneó en mi oído mientras se ajustaba su ropa interior-. Tomemos un café y charlemos.

-Solo sexo. Ni amistad ni ningún tipo de relación. Te recuerdo que eso fue a lo que accediste.

-Fuera de la cama eres muy aburrida.

-No es la primera vez que me lo dicen – respondí mientras retocaba mi maquillaje-.

- ¿Me llevarás al menos a mi casa?

-Tengo trabajo. Búscate la vida.

-Tú me trajiste, así que es más que evidente que no tengo coche.

- Fuck- dije entre dientes, estaba consiguiendo enfadarme -. Me da igual cómo lo hagas, no quiero que estés aquí más tiempo. Espera... - rebusqué en mi cartera-. Toma, esto te dará para un taxi. Ahora fuera de mi casa.

-Me gusta cuando te pones así de mandona conmigo. ¿Cuándo querrás repetir? – besó mi mejilla-.

-Si piensas seguir siendo un problema para mí, mejor que no me vuelvas a llamar. Tengo otras amigas a las que no les cuesta seguir mis reglas. Ahora me voy. Más te vale no estar aquí cuando vuelva.

Ella enmudeció, ya que pareció comprender que aquello, para mí, no era ni una broma ni un juego. No quería dar una mínima oportunidad a ninguna mujer, porque sabía que al final acabaría haciéndole daño. Por ello, siempre dejaba claras las cosas desde el principio. Con anterioridad, había recibido muchas bofetadas por ser tan directa, pero, por suerte, algunas buscaban exactamente lo mismo que yo, compañía sin compromiso. ¿Acaso era tan complicado de entender? Por ello, cuando cerré la puerta con esa mujer aún dentro de mi casa, estaba completamente segura de que no querría volver a verme, y lo comprendía. Yo tampoco lo desearía. Pero no me importó. No me sentí mal.

Aquel día, puse rumbo al juzgado en vez de a mi oficina, pues prefería avisar al juez personalmente de que teníamos pruebas concluyentes y que pronto llamaría al acusado a declarar una última vez. Me sentía triunfante ante la idea de meter en la cárcel a aquel repulsivo hombre que no tuvo una idea mejor que forzar a un adolescente. Si no hubiese sido por mi profesionalidad, probablemente le habría escupido en la cara. Pero así era Lexa, una mujer que tenía que fingir casi todo el tiempo, ¿no? Cuando hablé con él, noté alegría en su cara a pesar de que tenía que mantenerse imparcial ante los hechos. Él sabía tan bien como yo que aquel hombre era culpable, y si no estaba cumpliendo condena era por un puro tecnicismo.

Por fin, pude poner rumbo a mi despacho. Saludé cordialmente a Clarke, pues, aunque me comporté de mala forma con ella, aún debía cuidar el ligero detalle de que era un miembro de mi equipo y, como jefa, era mi deber mantener a mis trabajadores unidos y a gusto. Tras tomar un ligero desayuno, comencé a preparar mi defensa y todas las posibles contra argumentaciones que pudieran surgir. Aquello era para mí divertido incluso, ya que era como hacer mi trabajo y el del otro abogado en un juego que yo ganaría.

Ms. Thompson; lawyer [Clexa AU]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora