La isla

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"¿De qué servía alcanzar el éxito sin nadie al lado para alardear de ello?

Su vida se parecía cada vez más a un anuncio contra el aislamiento."

Sophie Hénaff

Hermione parpadeó, algo adormilada y lo primero que notó fue que delante de ella tenía el cielo más azul que podía imaginar. Era limpio y reluciente, y a lo lejos podía distinguir los rayos del sol que se ocultaban detrás de la curva del planeta, bajo un manto azul de agua que parecía extenderse infinitamente, más allá de lo que sus ojos podían observar. Era una imagen absolutamente maravillosa.

— ¿Dónde rayos nos hemos metido ahora?

Volteó el rostro, apartándolo de la ventanilla, y se encontró con la mirada algo asustada de Draco. De inmediato recordó aquella realidad en la que también habían viajado en avión y había visto ese mismo temor en él. Esto terminaba por confirmar absolutamente que temía volar en avión. Pero ese pensamiento quedó relegado a un segundo plano cuando notó algo muy particular en su rostro que hizo que terminara por despertarse. Sonrió ligeramente sin poder evitarlo, sabiendo que él no se había dado cuenta aún.

— ¿Por qué me miras así?—le preguntó— ¿Por qué sonríes?

—Estás usando lentes.

— ¿Qué?—se llevó las manos de inmediato y notó que Hermione decía la verdad— ¿Por qué demonios...?

Se los quitó y de inmediato notó su ausencia cuando todo lo que fue capaz de ver fue manchones borrosos de diversos colores. Odiándolo, se los puso de nuevo y vio, ahora sí con claridad, como la sonrisa de Hermione se ampliaba.

—No es gracioso.

—Obviamente para ti no—dijo sin poder dejar de sonreír—. Te ves bien.

—Claro—gruñó con sarcasmo, pensando que estaba burlándose de él.

Hermione no insistió pero realmente decía la verdad. A su parecer, Draco Malfoy se veía realmente atractivo con anteojos. Lo hacía ver como un intelectual y en su mente rápidamente apareció una ensoñación en la que lo veía sumamente concentrado leyendo un libro en la biblioteca de Hogwarts, usando esos lentes. Su imaginación parecía estar demasiado activa en ese momento porque se vio a sí misma entrando y a él alzado la vista para mirarla fijamente a través de los cristales. En cuando el Draco Malfoy de su fantasía le sonrió, su corazón se aceleró y supo que se encontraba en demasiados problemas.

Se aclaró la garganta suavemente y se concentró en lo que los rodeaba, dejando la fantasía de lado.

—Parece que es un vuelo privado—comentó—. Sólo estamos nosotros dos.

No era un avión grande pero sí muy lujoso. Los asientos eran espaciosos y cómodos. Había un par de mesas e incluso en una esquina una barra junto a un refrigerador. Buscó su varita pero nuevamente no la tenía. Hermione desprendió su cinturón y se puso de pie, cruzando delante de Draco.

— ¿Qué haces?

—Intento averiguar a dónde vamos—dijo—. Voy a intentar hablar con el piloto.

Se dirigió hacia la puerta que llevaba a la cabina del piloto pero antes de que pudiera tomar el picaporte el piso bajo sus pies se estremeció con cierta violencia, haciéndola tambalearse. Se pegó contra la pared y miró en dirección a Draco, quien parecía más asustado que antes.

—Sólo fue una pequeña turbulencia—le dijo en un intento de tranquilizarlo.

Él asintió temblorosamente aunque no parecía ni siquiera saber qué era una turbulencia. Hermione se enderezó y tomó el picaporte para abrir la puerta. Le costó un poco pero después de un nuevo temblor que hizo que su cuerpo se pegara bruscamente contra ella, ésta se abrió, impulsándola al interior. Y lo que descubrió no fue agradable. El terror la llenó de inmediato al comprobar que en aquella habitación no había absolutamente nadie.

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