Mal humor

1.8K 179 15
                                    

En el amor no existe el libre albedrío, 

nadie puede decidir de quién va a enamorarse.

Alejandro Dolina

Draco se despertó y lo primero que sintió fue el redondeado trasero de Hermione Granger pegado a su entrepierna. Su cuerpo reaccionaba inevitablemente, no sólo por ser temprano sino porque para él era inevitable no hacerlo cuando la tenía así. Pero dadas las circunstancias, un sentimiento de desprecio hacia sí mismo nació en su pecho; especialmente al darse cuenta que ella estaba profundamente dormida, totalmente inconsciente de sus sórdidos pensamientos. Se separó lentamente para no despertarla e ingresó al baño para intentar tranquilizarse. Se mojó la cara y el cuello con agua fría, tomó aire profundamente e intentó pensar en Severus Snape durmiendo con su madre. El efecto fue inmediato. Su rostro se contorsionó en una mueca de horror ante la simple idea.

Aquella realidad era ridícula. Jodidamente ridícula.

Se vistió rápidamente y se apresuró para salir pero por unos segundos su mirada se desvió hacia la cama donde descansaba Hermione. Ella se había girado en algún momento hacia el lado donde él había estado descansando antes. Por unos segundos tuvo la ensoñación de que la chica había sentido su ausencia y había volteado, buscándolo, aún dormida. Pero rápidamente descartó esa absurda idea y salió con prisa.

El día anterior había sido realmente agotador para ambos. Tanto física como mentalmente. Aún no estaba completamente seguro de qué le había ocurrido a Hermione para derrumbarla de aquel modo en que lo había hecho pero un horrible pensamiento había aparecido en un rincón de su mente. Rogaba estar completamente equivocado.

Entró a la cocina para buscar algo para desayunar, perdido en los pensamientos preocupantes que lo invadían, y no se dio cuenta que en ésta ya había alguien sino hasta que Severus se aclaró la garganta ruidosamente. Draco se detuvo de repente y lo miró sin saber qué hacer a continuación. El hombre tenía una taza humeante en la mano y también lo miraba casi sin parpadear.

—Buen día—dijo Draco en un intento de hacer desaparecer la tensión que había. Al ver que no le respondía, añadió— ¿No hay nadie más despierto?

—No.

Draco contuvo un suspiro de irritación. Obviamente Snape era el mismo gruñón que había sido antes. El problema era que en esta ocasión, él estaba en el extremo receptor de su mal humor. No estaba acostumbrado a ello.

— ¿Quieres ir a montar?—le preguntó repentinamente Severus.

Negarse no era una opción. Por más que el hombre había hecho una pregunta, el tono utilizado daba a entender que se trataba más bien de una orden que le convenía acatar.

—Por supuesto.

Momentos después, Draco estaba en la parte de atrás de la casa, en los establos, junto a un caballo blanco. Tenías las riendas en las manos y, por más que acababa de ver a Severus montar en su caballo—de pelaje negro, obviamente—, no tenía la menor idea de lo que se suponía que debía de hacer.

— ¿Piensas montar o esperas que te ayude?—preguntó con sarcasmo el hombre, mirándolo fijamente—Luxy es de Hermione. Si esta yegua no tiene paciencia a un inexperto como tú, ningún otro animal lo hará.

Draco intentó de no hacerle caso mientras se armaba de valor e intentaba recordar cada uno de los movimientos que había hecho Snape. Se aferró firmemente a las riendas, colocó uno de sus pies sobre el estribo y miró temeroso a la yegua para comprobar que no estaba asustada. Pero parecía ser que Luxy se burlaba de él tanto como Snape. ¿Era eso posible?, se preguntó. Sin perder más tiempo, se impulsó hacia arriba pero su pie se desvió y terminó cayendo sobre su estómago en la silla. El animal se movió inquieto.

Realidad alternativaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora