Eran las diez de la noche y yo ya estaba encerrada en mi habitación, sentada frente a mi escritorio y con los apuntes desparramados sobre él. Me acomodé la gafas y comencé estudiar. Era lo que mejor se me daba.
De todos modos ese era el motivo por el que estaba en la universidad. Mi compañera de habitación se pasaba las horas paseando por el campus y yendo a concurridas fiestas organizadas por los estudiantes más reclamados de la universidad.
Sin embargo, era sábado por la noche y yo rezaba porque mi compañera no llegara a la habitación con algún "amigo" y me obligaran a irme a otro lugar para que ellos pudieran estar bien a gusto. Mary había llegado a convertirse en mi única amiga a pesar de que no compartíamos el mismo modo de vida. Éramos demasiado diferentes.
Llevaba tres meses en la universidad y aún no había acudido a ninguna de esas famosas fiestas llevadas al límite. No me gustaba la idea de tener que estar entre un montón de chicos fuertes y arrogantes y chicas que se creían con más derecho que otras, ni rodeada de ese olor a alcohol y tabaco que impregnaba la estancia.
Por el contrario, me encontraba muy bien con la cabeza metida siempre entre los libros de texto. Llevaba todo al día y sacaba buenas notas para mantener la media y conseguir becas. No, no tenía a penas vida social, por lo que solo pude conseguir la amistad de mi alocada compañera de habitación, Mary.
—No, cariño. Hoy te quedas fuera—dijo Mary al entrar en la habitación, sujetando la puerta, dispuesta a cerrarla.
Me giré al escuchar cómo cerraba y la vi resoplando, con la espalda apoyada en la puerta.
—Recuerda, Evelyn: debes hacer que te deseen. Si no les das todo lo que quieren de golpe haces que se queden con ganas de más. —Me aconsejó mientras se acercaba a su cama y comenzaba a desvestirse.
Era raro que Mary se quedara en la habitación un sábado por la noche.
—¿Hoy no entra?—pregunté.
Ella rió y me miró, con el cabello castaño revuelto y cayéndole sobre los ojos.
—No. Aún tiene que desearme un poco más.
Me parecía increíble la forma de actuar que tenía Mary. Conseguía todo lo que quería, cualquier chico cuando quería. Y podía hacerlos esperar sin que ellos se cansaran. Pero claro, estábamos hablando de Mary, esa chica alta y con un cuerpo impresionante.
Volví mi atención a los libros cuando ella me preguntó si pensaba asistir a la fiesta que se organizaría pronto por las fiestas de Navidad. No pude evitar hacer un gesto de asombro y girarme en redondo con la silla para mirarla directamente. ¿Fiestas? ¿Desde cuando me había visto ella acudir a una?
—No, no pienso ir—dije secamente.
—Oh, vamos, Evelyn. No seas aburrida y descansa un rato.
No me gustaba cuando me llamaban aburrida simplemente por el hecho de que prefiriera los libros a las juergas.
—¿Cómo piensas conocer gente si te pasas el día en tu habitación?—añadió ella mientras se acercaba a mi cama y se sentaba en ella.
Yo la miré, sopesando la posibilidad de ir a esa fiesta. Quizá no sería algo tan malo. Si nunca probaba a ir a una nunca sabría cómo eran.
Mary debió darse cuenta de mi cara de duda, porque dijo rápidamente con entusiasmo:
—¡Decidido! Tú vienes conmigo. Te presentaré algunos amigos.
Puse los ojos en blanco y me volví a acomodar en la silla, dispuesta a seguir estudiando literatura. Solo quedaban dos días para los exámenes finales y llevaba demasiado tiempo preparándome como para echarlo todo a perder. Lo cierto es que las fiestas se organizarían después de los finales, por lo que tendría tiempo de ir tranquilamente y experimentar un poco.
Mary comenzó a rebuscar en los desordenados cajones de su escritorio hasta que dio con el libro de historia. Después escuché cómo crujía la cama cuando ella se dejó caer bruscamente sobre ella y comenzó a estudiar.
Cuando miré el reloj ya eran más de la una y Mary se había quedado dormida con el grueso libro sobre su pecho. Suspiré y ordené los apuntes y libros de mi escritorio. Después salí de la habitación con mi neceser en la mano para dirigirme al baño y asearme un poco antes de dormir.
El baño estaba vacío, así que me lavé la cara y recogí mejor mi desordenado cabello en un moño alto. Me cepillé los dientes y salí de allí. Justo cuando estaba a punto de llegar a mi habitación, Helen, la chica de al lado, me sujetó por el brazo y me tendió un pedazo de papel rojo escrito con tinta negra. "Fiesta de Navidad. Día 19 de diciembre, a partir de las 21:00h, en el apartamento de Thomas Grenger". Fruncí el ceño al leerlo.
—Dásela a Mary. Es la invitación oficial—dijo con una sonrisa antes de volver a entrar en su habitación.
Yo entré en la mía y dejé la invitación en la mesilla de noche de mi compañera, retiré el libro de su pecho y me tumbé en la cama tras apagar la luz. Pensé en lo que había dicho Helen: que se la diera a Mary. A mí no me había nombrado. Quizá nadie esperara que yo fuera a ir. Solo me invitaron una vez y no fui finalmente, por lo que supongo que no se molestaron en volver a invitarme.
No pude evitar sentirme un poco decepcionada. Pero empezaba a hacerme a la idea de ir a esa fiesta de Navidad. A lo mejor no sería tan malo.
Al día siguiente desperté bastante animada y dispuesta a seguir estudiando para los exámenes que me quedaban. Me vestí con una sudadera negra y unos vaqueros tras haberme duchado y dejé mi cabello suelto.
Mary, por el contrario, era mucho más exquisita a la hora de vestirse. Ella siempre tenía que darle a su aspecto ese toque sexy que volvía locos a todos los chicos.
Puse los ojos en blanco cuando salimos de la residencia y un chico la miró de arriba abajo mientras bajábamos las escaleras.
—No llevarás tus típicas sudaderas para ir a la fiesta, ¿cierto?—me preguntó ella cuando caminábamos por el campus.
—¿Qué tienen de malo?
Ella alzó las cejas, sin poder creerse lo que le decía.
—No aprovechas tu potencial. Yo te dejaré algo de ropa o rebuscaremos en tu armario. Me pareció ver algo realmente interesante cuando empezamos el curso.
No me gustó nada su gesto. Quería que vistiera como ella, o al menos parecido. Pero yo me veía incapaz de llevar puesto uno de esos vestidos estrechos y algo transparentes, o esos vaqueros muy ajustados con camisetas de gran escote. En aquel momento incluso llegué a sentir miedo al imaginarme vistiendo alguna de esas prendas. Yo no era —nunca lo había sido— una de esas chicas sexys y atrevidas que coquetean y llegan a casa habiendo conseguido aquello que se habían propuesto.
Cuando llegué a mi clase de literatura universal me senté donde solía hacerlo habitualmente, junto a un chico rubio con el que no había intercambiado más de dos palabras desde lo que llevábamos de curso. Parecía guapo, con ojos azules y una sonrisa radiante. Además había demostrado tener bastante inteligencia, de hecho tenía una de las notas más altas de la clase. Pero nunca me había fijado demasiado en él.
No sé por qué siempre había estado demasiado absorta en mí misma y mis problemas como para darme cuenta de los demás. Hasta aquel día, en el que no hacía más que pensar en la fiesta a la que supuestamente iba a ir.
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Alguien Imperfecto
RomanceEvelyn Thomson es una gran estudiante, tímida y malhumorada que jamás pensó en el amor como algo imprescindible. Pero eso cambiará cuando conozca a alguien misterioso y, en cierto modo, muy diferente a ella. Tendrá que descubrir cosas como la amista...