No se veían las estrellas aquella noche. Tan solo un manto oscuro nos cubría y la escasa luz de la luna no tenía nada que hacer contra la luminosidad artificial de la ciudad. Colton me sostuvo la mano un buen rato mientras caminábamos por una gran avenida en la que la gente iba y venía, mucho más apresurados que nosotros. Sentía en mi dedo la presencia del anillo de compromiso, no como algo molesto, pero sí como algo demasiado notable, lo cual le otorgaba más realidad a la situación, porque todavía no podía llegar a creer que fuera a casarme.
—¿Te he sorprendido entonces?—preguntó él, mirándome con una amplia sonrisa que hizo que mi corazón diese un vuelco.
Asentí con la cabeza y le sonreí tan abiertamente como él lo había hecho. Me había invitado a comer a un sitio en el que pensé que jamás estaría, me había pedido matrimonio con un anillo precioso cuyo precio no quería ni imaginar, después habíamos pasado una tranquila tarde en un parque bastante grande con un lago, del que no nos habíamos ido hasta que el sol no se fue por completo. Me había besado, nos habíamos reído, me había sonrojado ante sus cariñosas palabras y me había excitado con sus propuestas. También habíamos cenado fuera y yo no podía dejar de darle vueltas a todo lo que había hecho por mí. No podía creerlo. Tenía el anillo que comenzaba a sellar nuestro en mi dedo y tenía su amor y su promesa en mi corazón, como si los hubiesen gravado a fuego.
—Nos vamos a casar—dije por enésima vez aquel día. Pensaba que si lo afirmaba en voz alta sería más real, llegara a creerlo de verdad.
—Sí, no vamos a casar. No puedes retractarte ahora.
Y rió. Una risa que mezclaba la sensualidad de su voz y el nerviosismo que sabía que sentía, el miedo de que realmente yo pudiera arrepentirme. ¿Colton estaba asustado?
Tiré de su mano con la mía para que me prestara atención y sus ojos oscuros miraron los míos.
—No me voy a retractar ni ahora ni nunca. Siempre y cuando no me des motivos para hacerlo... —Le dediqué una tímida sonrisa y él pareció relajarse.
Caminamos un poco más, nos metimos entre las numerosas calles de aquella ciudad que tan grande y desconocida me resultaba. Me sentía perdida. No habría sabido ni por dónde empezar a moverme si hubiese estado allí sola.
Pero entonces hubo calle que ya podía reconocer, al menos. Colton abrió la puerta y los dos subimos en el ascensor, con su mano todavía cubriendo la mía, a pesar de que incluso me sudada ligeramente. Estaba nerviosa, tenía calor y aquel espacio reducido no ayudaba en absoluto, y mucho menos el aliento de Colton sobre mi nuca.
No dijimos nada cuando entramos en su piso (nuestro piso) y yo casi corrí hasta el dormitorio. Me pasé las manos por el pelo y cogí aire. Estaba sudando, principalmente por las altas temperaturas de aquel verano, pero también por los nervios que me inundaban. Aparté mi cabello hacia un lado y comencé a tirar de la cremallera trasera para poder desprenderme del vestido.
Forcejeé con ella un buen rato, retorciéndome y buscando mil y una posiciones que podrían ayudarme a desvestirme, pero era inútil. Suspiré y dejé caer los brazos cansados a mis costados.
—¡Colton!—lo llamé—¿Puedes venir? Necesito tu ayuda.
Me mordí el labio, nerviosa, y abrí los ojos como platos cuando entró a la habitación, sin camisa y con el cinturón desabrochado. ¿Qué había estado haciendo? ¿Tendría tanto calor como yo? Debería estar ya acostumbrada a la vista de su torso desnudo, de su piel tatuada y sus músculos marcados, pero no esa así. Siempre me sorprendía, siempre me aceleraba el corazón.
Enarcó una ceja, expectante.
—Desabróchalo, por favor. No puedo.
Me di la vuelta y apoyé la palma de las manos en la pared. Escuché sus pasos y enseguida sentí su cuerpo detrás de mí, sus nudillos rozando la piel de mi nuca mientras se disponía a bajar la cremallera. Esos nudillos siguieron todo el recorrido hasta la parte baja de mi espalda. Sostuve el aire cuando Se acercó todavía más a mí y sus manos bajaron los tirantes, tocando mis hombros. Era muy consciente, de él, de su calor, de su piel familiar, suave y áspera a veces.
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Alguien Imperfecto
RomansEvelyn Thomson es una gran estudiante, tímida y malhumorada que jamás pensó en el amor como algo imprescindible. Pero eso cambiará cuando conozca a alguien misterioso y, en cierto modo, muy diferente a ella. Tendrá que descubrir cosas como la amista...