—Es la última vez que soportamos esto, Colton. No te hemos educado para que vayas por ahí drogándote, como si fueras un sin techo—rugió mi padre, lleno de ira, de cólera.
Sentí la palma de su mano contra mi mejilla, la piel ardiente y enrojecida, la mirada suplicante y enojada de mi madre, pero, sobre todo, entristecida, como si hubiera perdido algo que pensaba que jamás volvería a recuperar. Decepción. Aquel era el sentimiento que en realidad predominaba en sus corazones.
—Jamás habéis confiado en mí. Voy a seguir haciendo lo que me dé la puta gana—lo dije en voz baja.
Otra bofetada todavía más fuerte que resonó en toda la casa. Ni siquiera me llevé luego la mano a la zona dolorida. Permanecí implacable, lo que pareció enfurecer más a mi padre. Me cogió del cuello de la camiseta y me zarandeó y me empujó con fiereza hasta que mi espalda chocó contra la pared y mi madre ahogaba un grito, espantada.
—¡Maldito maleducado! ¡¿De dónde coño sacas el dinero, eh?! ¡¿De dónde lo sacas?! Nos lo robas, ¿verdad? ¿Para eso me mato yo a trabajar? ¡Desagradecido de mierda!
Un puñetazo. Abrí los ojos y lo único que percibía entre la oscuridad eran puntos de colores. Por un momento llegué a pensar que aquello era un efecto más de las drogas que había tomado, pero solo era la paliza que empezaba a darme mi padre. Lo único que lo frenó de seguir partiéndome la cara fue el agarre y las súplicas de mi madre, que estaba asustada.
Gritos y más palabras que ya no escuché invadían el silencio, roto por los golpes y el estruendo de aquella familia que se rompía, que hacía tiempo que se estaba rompiendo, pero que en aquel momento pareció estallar.
Me metí en mi habitación, hice la maleta y recogí todo lo que hiciera falta. Salí de casa ante el llanto desesperado de mi madre y la mirada acusadora de mi padre, pero, sobre todo, ante aquel sentimiento de pérdida irrecuperable y decepción profunda que supe que me acompañaría siempre, como una pesada cruz sobre mis hombros.
Anduve por la calle sin saber muy adónde ir hasta que mis pies me llevaron a casa de Thomas, mi amigo. Ni siquiera se molestó en preguntarme por qué estaba allí con una mochila al hombro y un ojo que empezaba a ponerse morado, principalmente porque iba demasiado drogado como para darse cuenta.
Entré en su desastrada casa y dejé caer la mochila junto al sofá, donde me dejé caer entonces yo. Thomas subió a su habitación sin decir nada y yo me quedé allí solo, en un salón que no era el mío, mirando al techo y preguntándome cómo habíamos llegado a aquel punto. Nunca había querido admitirlo pero yo era adicto a las drogas, y fue un gran paso para mí reconocerlo al fin, aunque solo lo hiciera interiormente. Era adicto a las drogas, las vendía y el dinero que ganaba lo emplea en comprar más. Estaba metido hasta las cejas en asuntos que no hubiese deseado jamás, que en realidad no deseaba. Aquel día, sin darme cuenta, sin quererlo, lloré como no había llorado en mi vida.
Mis padres me odiaban, ya lo hacían antes de que me enganchara, pero entonces ese sentimiento solo se agravó todavía más. Yo no podía vivir siendo insultado, despreciado, hiciese lo que hiciese. Estaba harto de sentirme un miserable bajo su yugo, harto de que mi padre me levantara la mano cuando le daba la gana y de que sus gritos fueran cada vez más frecuentes. No importaba a lo que me dedicara, yo nunca sería suficiente para ellos, para él sobre todo.
Recuerdo aquella noche como el momento en que me di cuenta de mis errores y quise hacer algo para arreglarlos, para cambiar. Fue el día que supuso un cambio en mi vida.
A la mañana siguiente fui despertado abruptamente por Thomas, que me zarandeaba y gritaba mi nombre para que me levantara. Gruñí y lo miré con el ceño fruncido.
—¿Qué coño quieres?—logré decir con voz adormilada y bastante molesto, ya que la noche anterior tardé bastante en dormirme.
—No, Colton, ¿qué mierdas haces tú en mi casa?
Me incorporé y revolví mi cabello con una mano, frotándome después la cara y conteniendo las ganas de pegar a Thomas por haberme despertado.
—Vine anoche, tío. Me he ido de casa.
—¿Cómo que te has ido?
Hice una mueca y reprimí un profundo gruñido cuando apreté la zona en la que mi padre me había pegado. No necesitaba verme la cara para saber que tendría un buen moratón.
—Me he ido. No pienso volver a mi casa. Ya me la liaron bastante cuando me tatué, cuando llegué un par de veces colocado a casa y también mucho antes de que todo eso ocurriera. Estoy harto, Thomas.
Mi amigo suspiró sonoramente y se dejó caer a mi lado en el sofá, todo espatarrado y emanando un fuerte olor a cigarrillos y alcohol.
—Lo tienes jodido, tío. Pero puedes quedarte aquí. El negocio no va mal, ¿sabes? Podemos ir tirando. Y si tú me ayudas...
—No, no. No pienso seguir involucrado en esto, Thomas. Tú puedes hacer lo que quieras, claro, pero yo me bajo del barco. He tomado una decisión.
Lo miré y él me devolvió la mirada con sus ojos enrojecidos y entrecerrados. No se esperaba aquella respuesta, ni mucho menos que yo la dijera con tanta rotundidad. Pero la noche había sido larga y me había dado para pensar un buen rato.
—Me quedo y voy a intentar ayudar con los gastos de la casa, de eso no dudes. Pero quiero salir de esta mierda, Thomas. Siento que solo me arruina la vida todavía más. Tengo propósitos y no tienen nada que ver con las drogas. A punto estuve de morir, incluso, y además la policía acabará por pillarnos. Casi lo hicieron en otra ocasión.
Mi voz sonaba apenada, justo como me sentía, pero a pesar de ello pude ver un atisbo de sonrisa en los labios de mi colega. Sabía que todas aquellas situaciones eran divertidas anécdotas para él, principalmente porque habíamos conseguido salir ilesos. Pero yo no quería tentar a la suerte.
—Estoy muy determinado a dejar esta mierda, Thomas. Y tú deberías hacer lo mismo—dije sonriendo forzadamente mientras me levantaba y dejaba a mi amigo allí tirado, que no estaría reflexionando en absoluto sobre todo lo que le acababa de decir.
Una vez metido en el baño abrí mi mochila y observé la ropa, todas mis cosas y, más abajo, mis libros de texto. Saqué uno de ellos y me quedé mirándolo como si supusiera un gran reto para mí. Y desde luego que lo era, solo que no implicaba simplemente eso, sino que además era mi objetivo. Había avanzado bastante en tan solo una noche, y esperaba no retroceder en las próximas veinticuatro horas. Pero yo sabía que con empeño aquello no era más que el principio.
***
¡Hola! Vuelvo con un capítulo adicional para todas aquellas que me habéis pedido más sobre la historia. Más vale tarde que nunca. Aquí explico un poco algunas cosas de la vida de Colton antes de que Evelyn entrara en su vida. Y, bueno, no padezcáis porque estoy planteándome muy seriamente el hacer otros capítulos acerca de la vida de ambos un tiempo después. Os habéis preguntado si acaban la universidad, si se casan o tienen hijos, y me parece correr demasiado o dejar poco a la imaginación, pero como os veo con tantas ganas pues es posible que me ponga a ello y os deje algún capítulo de este tipo. Por el momento aquí os dejo este.
Gracias por leer, ¡adiós! :D
ESTÁS LEYENDO
Alguien Imperfecto
Roman d'amourEvelyn Thomson es una gran estudiante, tímida y malhumorada que jamás pensó en el amor como algo imprescindible. Pero eso cambiará cuando conozca a alguien misterioso y, en cierto modo, muy diferente a ella. Tendrá que descubrir cosas como la amista...