CAPÍTULO 30

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Mil cosas pasaron por mi cabeza. El que me estaba cogiendo era el chico que me cogió en la fiesta, aquel que me apretó tanto las muñecas. Pensé que aquella vez me estaba haciendo daño, pero no era nada comparado con la fuerza con la que me estaba cogiendo esta vez. 

Debería defenderme, pensar vías de escape. Pero él me agarraba con demasiada fuerza y me tenía inmovilizada contra la pared. Pensé en revolverme. Y lo hice. Jadeé y gruñí mientras trataba de zafarme de él. 

Era consciente de que la calle estaba desierta a excepción de nosotros. Escuché dos voces masculinas junto a la de él. Y risas. Entonces supe que él no había venido solo. El pánico se apoderó de mí. Levanté una pierna hacia atrás, lo que el poco espacio me permitía, y traté de golpearle. Un golpe débil que dio lugar a más carcajadas y a un gruñido exasperado por su parte. 

—Vaya, nos ha salido peleona—dijo contra mi oído.

Fue entonces cuando grité. Lo hice incluso sabiendo que nadie podía oírme, que estaba sola.

—Verás, no hemos cobrado el dinero todavía y tenemos que buscar otras formas de pago. Te aseguro que esta es una mucho más placentera que el dinero.

Me estremecí y cerré los ojos con fuerza. No podía creerlo. Toda la fuerza se había escapado de mi cuerpo y estaba a merced de un tipo horrible y asqueroso que tenía intenciones de abusar de mí. Es más, posiblemente no sería el único que quisiera hacerlo.

Grité de nuevo y me moví con más fuerza. Sus manos me apretaban con tanta fuerza que me dolían, también los dedos, que debían estar incluso morados.

Tuve ganas de llorar pero no dejé de forcejear. Él se estaba cansando y pensé que quizás sería peor. Pero no podía rendirme sin más y dejar que me hiciera lo que quisiera.

—No lo hagas. No me toques—pretendí exigir con un hilo de voz.

Gritar no me había servido de nada. No había nadie allí que pudiera ayudarme. Y yo empecé a notar la excitación enfermiza del chico contra la parte baja de mi espalda. Cerré de nuevo los ojos con fuerza y me quedé quieta. Una lágrima rodó solitaria por mi mejilla y escuché risas de nuevo. Ya está. Estaba todo hecho. 

Él estaba pegado a mí, jadeante y divertido. Yo estaba rota, quebrada y asqueada. Nadie podía ayudarme y aquello sería mi perdición.

Justo cuando creí que ya no tenía nada que hacer escuché una voz realmente familiar. Una voz que me alivió en gran medida. Abrí los ojos y dejé escapar un suspiro, esperanzada.

Silencio. Después risas.

—Vaya, ha venido a salvar a su puta. O eso o quiere unirse a la fiesta. Lo siento, chaval, pero no hay suficiente para todos.

Me horroricé con el comentario. Me revolví y sus manos apretaron más fuerte.

Escuché pasos, un golpe. Otro. Otro más. Gruñidos. Fue entonces cuando me di cuenta de que ya me habían soltado, que estaba libre. Me giré para poder ver qué pasaba a mis espaldas y vi a Colton pegando una paliza al chico que me estaba agarrando. Los otros dos se abalanzaron sobre él, pero Colton ya había dejado al otro tirado en el suelo y sangrando. Solo le quedaban dos adversarios. A pesar de que él llevaba cierta ventaja, no se podía decir que estuviera saliendo impune. Su nariz sangraba y comenzaban a salir moratones en ciertos puntos de su cara.

Pelearon los tres. Colton se quedó un momento con los brazos frente al rostro y los puños apretados para poder protegerse y devolver el golpe en caso de que fuera necesario. Ellos intentaron golpearlo, pero él esquivó ambos. Entonces pegó a uno de los dos y recibió más a cambio. 

Alguien ImperfectoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora