CAPÍTULO 21

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Me sequé las lágrimas con brusquedad para evitar que él me viera llorar, aunque ya era un poco tarde para eso. Su ceño fruncido seguía mirándome con creciente preocupación. Se me entrecortó la respiración y antes de que pudiera darme cuenta él me cogió de la mano y abrió la habitación. Su compañero no estaba y supuse que aún estaría de vacaciones. Pero en aquel momento aquello era lo que menos me importaba. 

Colton no se molestó en encender la luz. Cerró la puerta y yo me quedé allí de pie, luchando por no llorar. Tenía las mejillas encendidas y ardiendo.

—¿Qué ha pasado? ¿Por qué lloras?—preguntó con ansiedad en la voz, sin acercarse a mí todavía—. No me digas que esos capullos te han hecho algo...

Noté el miedo en su voz y supe que él en el fondo esperaba, deseaba una respuesta negativa a su insinuación. Negué con la cabeza rápidamente y presioné mis ojos como si de esa manera fuera a evitar que las lágrimas cayeran por ellos. Y la verdad es que no sabía por qué estaba llorando exactamente. Me obligué a relajarme y entonces observé su rostro, más tranquilo esta vez.

—¿Entonces?—inquirió.

Estaba siendo una estúpida inmadura que ni siquiera era capaz de entenderse a sí misma.

Sin pensármelo dos veces recorrí los dos pasos que nos separaban y lo abracé con fuerza. Lo hice tan repentinamente que él se desestabilizó un poco. Enterré mi cara en su cuello, mis pies de puntillas, su olor cosquilleándome en la nariz y sus manos posándose lentas en la parte baja de mi espalda. Me estrechó con fuerza y su cara quedó entre mi pelo.

Aquel fue uno de los gestos más sinceros que me atreví a tener con él. Ya no lloraba, hacía rato que ya no lloraba. 

—¿Vas a hablar de una vez por todas?—susurró en mi oído, sin moverse ni un milímetro.

—Solo necesitaba estar contigo.

Me pareció algo tan simple que rozaba la estupidez y lo ridículo. Pensé en sus posibles reacciones y él optó por una de ellas. Se separó de mí lentamente y examinó mi cara. Quizás pensaba que me había vuelto loca o algo parecido. Suspiré y no intenté volver a acercarme a él, sino que pregunté:

—¿Por qué sigues evitándome en las situaciones menos oportunas?

Él se rascó la nuca y me miró.

—Deberías estar con James. ¿Me equivoco?

—¡Dios! ¡Deja de evitar mis preguntas!—exclamé, realmente exasperada.

—¿No te das cuenta de que no te convengo?—dijo mirándome con dureza—. ¿De verdad quieres pasar el rato con un tipo como yo?

Ahora parecía divertido, como si la situación fuera graciosa. Como si verme allí parada en su habitación tras haber ido a buscarle fuera algo gracioso. Eso me enfureció.

—Si dejaras de jugar conmigo todo sería más fácil—espeté.

—Te lo avisé—dijo con una sonrisa, acercándose un paso más a mí.

Pero entonces, al verlo allí con esa sonrisa y esa actitud segura, noté que los ojos se me empañaban y algo me oprimía el pecho. Sentía que iba a explotar, que iba a ponerme a llorar y a gritar y a culparlo porque siempre me hacía parecer un chiste.

—¿Puedes dejar de ser así de imbécil?—exigí entre lágrimas, pero con una voz enfadada y a la vez quebrada—. Porque intento estar contigo y solo recibo tus burlas y... Joder, creo que me gustas y me haces sentir patética cada vez que estoy contigo. Yo no era así, no soy patética. Y...—demasiado tarde. De mis ojos brotaban lágrimas saladas que iban a parar a mis labios. Me ardía toda la cara y estuve apunto de marcharme de allí.

Alguien ImperfectoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora