Abrió los ojos con dificultad, los tuvo que cerrar al momento porque la luminosidad la había cegado por completo. Volvió a abrirlos una vez más para ver cuatro paredes de un blanco impoluto, adornadas con una ventana de cortinas amarillas. En la habitación había dos camas, una de ellas vacía.
A su lado vio a María Hill durmiendo, despeinada y con ojeras. Sonrió al saber que estaba allí, con ella. Suspiró dándose cuenta de su situación, tenía una mascarilla para poder respirar con normalidad, una pierna escayolada (no entendía porque solo se había roto una, pero no se iba a quejar) y un hombro envuelto en vendas por culpa del balazo.
Miró sus manos encontrando los guantes que tanto le habían acompañado. Hizo una especie de quejido ronco, odiaba los guantes desde que había podido vivir sin ellos. Pero no podía quitárselos, aún sentía su energía hecha un caos por su interior. Pidiendo salir para absorber más. Era horrendo.
La puerta se abrió haciendo despertar a María. Steve apareció en el umbral de la puerta vestido de calle, pero con un gran moratón en la cara. Llevaba dos cafés y también tenía ojeras. Al ver a la chica despierta sonrió. Ella intentó hacer lo mismo, aunque no se veía a través de la mascarilla.
María la miró al ver la reacción del chico. Sonrió al igual que él. Estaba orgullosa de la chica. Le dio un apretón en la mano derecha transmitiéndole toda la fuerza que podía. Después se levantó y cogió el café que yacía en la mano del chico.
—Ahora vengo. Necesito ir al baño — desapareció dejando a la pareja sola en la habitación. Se miraron sin saber que decir. Él se acercó para poder dejar el vaso en la mesilla. Se sentó frente a ella agarrando su mano con la mayor delicadeza posible. Para él ella era la persona más delicada del mundo en todo momento. En aquel momento le parecía aún más delicada que una flor real, una rosa de cristal que en cualquier momento podía desaparecer. Necesitaba agarrarla para ver que era realmente, que había sobrevivido a la caída desde el Helicarrier.
—Creí que te ibas — susurró él con los ojos aguados sin saber por dónde empezar realmente. Desde que había levantado en la cama junto a ella, aquella que ahora estaba vacía, había estado pensando que la diría cuando sus ojos se abrieran. Se había quedado en blanco. Todo lo que había pensado se le había olvidado al mirar sus ojos, una pelea de gris y violeta que le perdía y llamaba.
—Yo también lo creí — respondió ella con la voz ronca por culpa de la mascarilla y el tiempo dormida. Él acariciaba su mano por encima del guante mientras ella lo examinaba por completo. Llevó su mano libre a la cara del chico, al golpe que sobresalía por encima de lo demás.
—Me salvó, en el último momento. Me reconoció y luego huyó— habló el mirando hacia otro lado avergonzado de que el chico le salvara a él. Ella sonrió levantando su barbilla para que la mirara a los ojos. Disfrutó de la calidez que mostraban sus ojos del color del mar. Se dejó perder en aquella agua sin querer decir nada que enfadara al rubio.
—Me alegra que te salvara — fue lo único que dijo antes de preguntar otra cosa también importante en su mente que había ignorado hasta el momento — ¿por qué tengo mascarilla?
—Se te colapsó un pulmón al caer al agua desde tan arriba con una posición que no era la más correcta, dicen que caíste inclinada — explicó el con calidez, no quería que se sintiera mal por ello, en el fondo ambos creían que aquello era un milagro — resulta que tus poderes son más fuertes de lo que creíamos. Tendrás que entrenar para desarrollar más tus habilidades
—Sí, debería aprender a caer al agua desde un Helicarrier — respondió ella sarcásticamente antes de tener un ataque de tos. Se agarró a la cama sintiendo como la energía se descontrolaba más. Él agarró sus manos con calma. Lo contrario a su mirada que reflejaba preocupación por la chica.
—Saldrás en tres días — cogió la tela de uno de los guantes y tiró de ella. Los ojos de la chica mostraron pánico mientras negaba. Trató de esconder su mano, pero él negó aquel movimiento— no me vas a hacer daño, Becca. Ya lo hemos comprobado — a pesar del comentario la chica no estaba muy convencida de darle su mano al rubio. Sin dejar que se decidiera el rodeó sus dedos con los suyos. Sintió un cosquilleo agradable a la vez que ella sentía como su energía se tranquilizaba.
Él era como un aliciente para su energía, algo que la tranquilizaba y la contenía. Algo que no solo paralizaba la respiración de la chica y aceleraba su pulso. Eso le gustó, sentir una casa real, alguien que no querer soltar nunca, pero ¿si alguna vez le fallaba encontraría a alguien como él?
Sin querer pensar en aquello dejó que el chico le quitara el otro guante con la misma delicadeza para agarrar su otra mano con cuidado. Sintió como toda la energía que antes bullía en su cuerpo se tranquilizaba poco a poco. Se centró en aquel contacto para ayudar a disipar aquella tensión. Sus ojos seguían teniendo chispazos violetas de vez en cuando.
—Te han mandado flores algunas personas. Tony, Natasha que no puede estar aquí, Banner también ha aparecido... Luego tienes algunos de otras personas que no conozco de nada — ella asintió sin hacer mucho caso real a lo que decía el chico. Estaba demasiado ocupada con las caricias que daba en sus manos. A parte de tranquilizarla, la adormecían de sobremanera — Me encantaría besarte, pero la mascarilla lo impide — fue lo último que dijo Steve Rogers antes de ver como la chica se dormía. Sintió sus labios en la frente, eso hizo que sonriera en sueños.
La reina estaba a merced de un soldado. No le molestaba, ni siquiera le importaba. Pero, deseaba que el cuento acabase en un "y comieron perdices".
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La Reina de los Espectros |Steve Rogers|
FanfictionElla entrenaba desde pequeña, siempre sola e independiente. Él no quería vencontrarse con sus demonios. Lástima que el mundo los necesitaba a ambos. ꧁_______________________________꧂ "Laughs without mirth. This is the death of earth" T. S. Eliot R...