Capítulo 18

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Capítulo 17

Al bajar del vehículo frente a una presa abandonada recibió un abrazo por parte de María Hill, se sonrieron. Le alegró ver la vida en sus ojos. Pasase lo que pasase siempre se tendrían la una a la otra y ambas lo sabían.

—Espera dentro, te las robo — le robó las llaves con la gracia de espía que la caracterizaba.

—Ni un rasguño

—No prometo nada

—Stark se enfadará— María se encogió de hombros. A pesar de la tensión de la situación ambas se rieron. La morena vio irse a la otra mujer. Hasta que no hubo dejado de ver el vehículo no se giró. Sentía como si mirándola fuese a arriesgarse menos (aunque fuese mentira).

Rebecca abrió la puerta con cuidado, al entrar vio un pasillo abandonado muy sucio de paredes de cemento que daba a un área con cortinas de plástico. Al pasar las cortinas se encontró con una habitación en la que se encontraban dos personas. Fury con un gran número de monitores y cables conectados al cuerpo en una camilla, a su lado un doctor que se acercó a ella con una sonrisa amable.

—Soy el Doctor Russeau — se presentó añadiendo un toque de nerviosismo a aquella expresión. Supuso que estar rodeado de espías no era cómodo para él.

—Encantada, soy Rebecca Stone — él era bajo, con el pelo negro y unos 40 años. Ella habría dicho que no debía tener miedo. Incluso si no hubiese salvado la vida de Fury, ellos no le harían nada. Solo eran gente nueva.

Fury estaba dormido, parecía sufrir en sueños, le gustaría saber si por las pesadillas o el dolor que le invadía el cuerpo. Para Rebecca ninguna de las dos era alentadora.

—Se curará, es fuerte — parecía que el doctor la leía el pensamiento mientras trataba de ver la vitalidad y determinación en la fatigada y preocupada expresión de su mentor.

—¿Qué tiene? — se interesó para saber la situación exacta. Por mucho que hubiese sobrevivido todos los disparos y golpes seguían ahí.

—Laceraciones en la columna, el esternón roto, la clavícula destrozada, el hígado perforado y un pulmón colapsado — el médico enumeró las lesiones del exdirector de SHIELD mientras ella se acercaba hacia el hombre para comprobar que de verdad vivía, había sentido su muerte tan cercana. Y no se podía creer que aquello de verdad funcionase. Su energía vital estaba ahí, pero ella había sentido como se iba.

—No te olvides del dolor de cabeza— la voz ronca y desganada del afroamericano hizo sonreír a la morena a pesar de ser arrastrada y dolorida. De hecho, en aquel momento le dio una especie de susto que les hizo reírse.

—Estás bien, me asusté Nicholas — llamó su atención sentándose junto a él, recibió su mirada y una sonrisa.

—Es más difícil que te maten si creen que estás muerto, me alegro de verte hija — el doctor se levantó en ese momento dejando a ambos solos en la improvisada habitación. Por mucho que pasase ella era la única que llamaba Nicholas a su mentor cuando se enfadaba o estaba preocupada.

—Aun así... ¿qué haremos? — preguntó esta vez mostrando su inseguridad ante lo que pasaría tras lo sucedido con SHIELD. Aquella era su casa y allí había gente buena que no se merecía ser amenazada por HYDRA.

—Lucharemos, como siempre — sonrió mirando a la chica antes de volver a hablar — ¿te has oxidado durante el año? — sabía la respuesta, aunque prefería preguntar por si acaso.

—No, puedo actuar perfectamente, no lucharán solos — pensar en Steve enfrentándose a Rumlow y al Soldado de Invierno sin su ayuda hizo que se le helara la sangre. Sabía que probablemente ya lo estaría haciendo, pero confiaba en Nar y Sam. Necesitaban destruir HYDRA de una vez por todas, no podía continuar así.

La Reina de los Espectros |Steve Rogers|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora