Prólogo

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La morena bajó la pistola tras sentir la vibración del móvil que portaba guardado en los pantalones. Rodó los ojos al reconocer el nombre, no le apetecía tener ninguna misión por lo que siguió disparando un rato más. Al ver que no recibía más llamadas esperó a que el director de S.H.I.E.L.D apareciera de nuevo.

Nunca habría aceptado el trabajo si  hubiera podido continuar con su vida habitual. Disfrutaba de alternar sus horas de estudio artístico ( música y danza ) con el entrenamiento y uso de sus "habilidades". En un principio las había odiado, repudiada a llevar guantes en todo momento. Había sido incómodo desde un principio; aunque había acabado acostumbrándose. 

Todo había empezado con una simple flor, una rosa que había desaparecido en medio de su rabieta. A los 6 años Rebecca Stone era capaz de marchitar una rosa con un roce y un cabreo. Al principio se asustó muchísimo e intentó arreglarlo. El daño estaba hecho, no podía hacer nada.

Al ver esto sus padres la compraron unos guantes de un material especial para contener aquellas misteriosas habilidades tratando de encontrar un lugar seguro para Rebecca. Tampoco había sido una buena idea pues por culpa de esto su mente se hizo poderosa, llegó a no necesitar guantes para desintegrar la vida en algunos seres vivos. Y, para colmo, la búsqueda de sus padres había desembocado en un fracaso.

Murieron el día de su cumpleaños número 8. Ese mismo día un hombre de piel oscura ataviado en negro que intimidaba a la niña por culpa del temible parche que cubría uno de sus ojos sonrió presentándose.

— Hola, soy Nick Fury — se agachó para quedar a su altura sonriendo a la niña — ¿vendrás conmigo? Prometo ayudarte a controlar esos problemáticos poderes que guardas en tu interior

— ¿Me ayudarás a arreglar lo que hago? — el hombre asintió — ¿podré seguir haciendo ballet y tocando el piano? — Fury volvió a asentir una vez más consiguiendo la aprobación de la niña.

Al llegar a casa dejó todo tirado en el sofá para sentarse al piano, le gustaba dedicar horas a aquel precioso Steinway de cola, negro impoluto. Sus manos volaron por sus teclas calentándose poco a poco, cada vez de manera más ágil. Había descubierto lo buena que era la música al conseguir canalizar todo su poder gracias a aquellos sonidos. Había aprendido a crear después de años destruyendo.

Antes de empezar con la Fantasie Improntu de Chopin la chica se relajó disfrutando del segundo vals compuesto por el mismo compositor. Estaba tan resguardada en la música que no se dio cuenta de la compañía en la habitación. Fury había entrado con la copia de la llave buscando a la que había ignorado sus llamadas.

— ¿Por qué es tan importante? — la voz de un tercero se escuchó por el pasillo aunque la morena no salió de su trance.

— Ahora lo verás — susurró Fury — y calla, la vas a desconcentrar

Al entrar ambos en el salón la chica había dejado de tocar para empezar con buen pie la Fantasie Improntu antes mencionada. El acompañante de Fury, quien sería su próximo jefe, se quedó asombrado al ver cómo de repente aparecían distintas partículas flotando por el aire. Pequeñas motas de luz brillantes que generaban una magia inmensa en aquella habitación.

— ¿Qué quieres? — preguntó sin mirar al acompañante de Nick cuando notó la presencia del del parche. 

— Que respondas a mis llamadas — se sentó en el sofá sabiendo que la chica no pasaría por alto ningún movimiento, era demasiado inteligente y con su música conseguía embriagar a cualquiera. Como si de una sirena se tratara.

— Si no te respondí fue porque no quise — se encogió de hombros volviendo a poner sus manos sobre las teclas del piano. No tocó esperando el comentario del hombre. Al otro lado de la habitación el tercer hombre miraba extrañado, no sabía si quería a aquella chica en el equipo. Parecía introvertida, pasota y, sobre todo, peligrosa.

— Hablar contigo, después de tanto tiempo de entrenamiento te he asignado a un escuadrón — dijo serio el hombre esperando que se diera la vuelta.

— ¿Qué intentarás esta vez? — se giró para analizar al rubio apoyado en la pared de sus salón sin ningún reparo, era guapo. No podía negar la atracción que sentía por aquellos ojos azules, pero era un desconocido que no parecía ser amigable.   — ¿Quién es este?

Por otra parte, el chico pudo apreciar sus finos rasgos antes de perderse en los ojos de la chica, una mezcla tormentosa de violeta y gris. El gris conseguía ganar aquella batalla por lo que supuso que el violeta solo aparecía cuando la chica hacía uso de sus habilidades.

— Te unirás a los Vengadores, te presento a uno de tus compañeros — la chica alternó la mirada entre ambos para levantarse, no era la respuesta que quería. A pesar de ser más bajita se acercó con seriedad hacia el rubio que aún intentaba recuperar las líneas del guión, la mirada de la chica era demasiado intensa para aguantarla sin tartamudear.

— Te repetiré la pregunta ya que Fury no responderá... — habló una vez estuvo frente al chico — ¿Quién eres?

— Soy Steve Rogers, suelen llamarme Capitán América... — la chica cortó la presentación del superhéroe con una sonrisa de medio lado. Se calló el comentario que alababa el hielo como rejuvenecedor y quita-arrugas antes de responder. 

— Encantada, soy Rebecca Stone, conocida por otros como la reina de los espectros, o fantasmas. Yo prefiero Morrigan, pero por lo visto nadie conoce la mitología celta— se giró de nuevo para mirar al jefe de S.H.I.E.L.D — mándame la información de todo al correo ahora os invito a ambos a marcharos de mi casa

Ambos se fueron rápidamente. Nick no podía negar que se sentía orgulloso de cómo había crecido la chica. La había visto crecer. De una niña a una espía. Era independiente y letal; guapa e inteligente. Todo lo que una femme fatale necesitaba. La única que al superaba era Natasha Romanoff y llevaba muchos más años en el negocio. Por el contrario, Steve Rogers solo pensaba en la forma de manejar a la oji-violeta. Tenía la impresión de que esa tormentosa mirada implicaba una tormentosa actitud.  

La Reina de los Espectros |Steve Rogers|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora