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Al cabo de las horas entra Mara con una sonrisa.

—Hola. No te vi esta mañana —se sienta frente a mi silla.

Dije que Mara era algo así como mi asistente, pero también es una de mis grandes amigas. Siempre puedo contar con ella.

—No, es que llegué algo tarde. Había atasco —me encojo de hombros.

—Ya mismo es tu aniversario con Manuel. Tres años ya —sonríe entusiasmada. Ahora ella está saliendo con un chico que conoció en su bloque de pisos y está super entusiasmada con él. Solo espero que no la lastime. Ella es tan frágil.

—Se me había olvidado —confieso con una risilla nerviosa —¿Qué le puedo regalar? —muerdo mi labio inferior y doy vueltas en mi silla.

—Matrimonio —suelta y yo abro los ojos como platos del asombro.

—Oh no, no, no y no —niego rápidamente —No pienso pedirle matrimonio. Yo estaba pensando más en un reloj o una colonia —río nerviosa.

—Pero lleváis 3 años juntos. Y estamos en el siglo 21, estamos en contra del machismo. Puedes pedírselo. No te pongas de rodillas ni nada pero bueno —expone sus pensamientos.

—No estamos en nuestro mejor momento para eso —dejo caer mi cabeza sobre el escritorio.

—¿Por qué? —parece sorprendida —No me habías dicho nada —ahora está molesta por no decirle.

—No tuve oportunidad aunque me lo estaba negando todo —hago un mohín con los labios.

—Pero ¿qué pasa? —frunce el ceño. 

—Me ignora Mara. Sale temprano en la mañana y regresa tarde. No nos vemos, no me habla. Solo nos acostamos en la noche cuando me quejo. Pero luego a la mañana, ya se volvió a ir —le cuento de una vez por todas pasándome las manos por la cara frustrada. 

—Bueno, aprovecha tu cena de aniversario para conquistarle y hacer que se quede. Expónle tus preocupaciones, que seguro que cambia. O quizás solo sea el momento, en su empresa pueden que estén muy liados y por eso el poco tiempo contigo. Dale tiempo y no le dejes de lado. 

  —Gracias—susurro con una sonrisa apretándole la mano. 

[...]

—Me voy a almorzar Mara—le aviso cuando salgo de mi despacho. 

—Si quieres, espérate un segundo y comemos juntas—propone subiendo la mirada de la pantalla del ordenador. 

—No te preocupes. Manuel me prometió de que almorzaría conmigo hoy —sonrío 

—Suerte —me desea y yo le guiño un ojo. 

Bajo en ascensor hasta llegar a la calle. Allí me llega un mensaje. 

Lo siento muchísimo Laura pero tengo trabajo atrasado y comeré en la oficina. Pero lo de esta noche queda en pie. Besos. 

 —Nunca serás capaz de cumplir una promesa —susurro apretando el móvil en mi mano con rabia.  

[...]

Llego a casa y no necesito mirar el aparcamiento para saber que no llegó todavía. 

Subo a nuestra habitación y me cambio mi ropa del trabajo por una camiseta suya ya que me queda como un vestido. Me dejo el pelo suelto y me descalzo. 

  —Me encanta cuando te pones mis camisas —susurra en mi oído haciendo que sienta su aliento tibio. 

—A mí me encantan como huelen, huelen a ti —sonrío mordiéndome el labio inferior. 

—¿No prefieres cenar fuera de casa? —miro por el espejo como se quita la corbata. 

—No —me doy media vuelta para mirarle —Hoy te quiero para mí solita —él sonríe con picardía y se acerca a mí.  

  —¿Sabes que te amo? —rodea con sus fuertes brazos mi cintura. 

—Lo sé —le acaricio su barba —Yo amo estar aquí contigo, despertar contigo, dormir contigo, ver la tele contigo, comer contigo, ducharme contigo. Todo contigo —susurro contra sus labios mirando fijamente su encantadora sonrisa. 

—A mí me encantas tú —junta nuestros labios.  

Escucho la puerta cerrándose abajo. Cumplió con su palabra. 

Sonrío y bajo de dos en dos las escaleras hasta verle quitándose la corbata. 

  —Hola —sonrío. 

—Hola, ¿está la cena ya? —cuestiona mientras pasa por mi lado hacia arriba. Yo le miro con el ceño fruncido pero le sigo. 

—No, acabo de llegar —llegamos a la habitación y me cruzo de brazos en el umbral. 

—Pediremos entonces unas pizzas —se encoge de hombros y se quita su camisa para ponerse una más informal. 

—También está lo que cociné anoche pero que no viniste a comer —pongo los ojos en blanco. 

—Como quieras —se pone un chándal y se mete en el baño. 

—Como quieras dice —bufo molesta —y ni siquiera... agh —gruño y le veo salir del baño. 

—Entonces, ¿pizza o lo de anoche? —frunce el ceño. 

—Lo que te dé la gana —doy media vuelta y bajo a coger mi móvil que lo dejé en la cocina. 

—Pediré pizza entonces —escucho que dice detrás mía. 

Me siento en el sofá y pongo la televisión. Están echando una película de mala muerte. 

—Tardan 20 minutos en llegar —se sienta al otro lado del sofá y yo respiro hondo antes de acercarme a él y ver qué hace en el móvil. 

—¿Qué haces? —apoyo mi cabeza en su hombro. 

—Julio me está preguntando sobre una película y le contesto —contesta brevemente. 

—¿Cómo te fue en el trabajo? —intento saber. 

—Bien, todo es lo de siempre —su contestación se queda ahí.

—Pues nosotros hemos decidido hoy qué publicaremos este mes en la revista —le cuento pero Manuel sigue con él móvil —Hablaremos sobre la violencia de género —sigo pero sigue sin echarme cuenta —¿qué dice Julio? —inquiero 

—Se queja de que la película es un rollo —rueda los ojos. 

—Tanto como yo al parecer —susurro y me separo de su brazo hasta estar en la otra punta del sofá —Voy a ir a por algo de beber a la cocina, ¿quieres algo? —le pregunto mientras me pongo de pie. 

—Una cerveza —no levanta la cabeza del móvil. 

—Okey —contesto saliendo de allí. 

Cuando voy para el salón, llaman al timbre. 

—Una pizza barbacoa —dice un joven chico —Son 13 euros 65. 

—Claro —sonrío —Manuel ¿dónde está tu cartera? —le pregunto. 

—Arriba en el traje —me contesta. Podría subir él con todos los huevos. 

—Un segundo —le sonrío al chico y corro arriba para coger el maldito dinero. Él quería pizzas, él paga. 

Bajo por fin con el dinero en la mano. 

>>Aquí tienes —le tiendo y él la coge con una sonrisa. 

—Buenas noches y buen provecho —me guiña un ojo y se va. 

—Gracias —río. 

RecupérameDonde viven las historias. Descúbrelo ahora