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—Voy. Estoy en el baño —alzo la voz.

No me responde. Me paso la mano por mi pelo alborotado y decido coger un peine para ponerlo como debe de estar. Esa Melanie me dejó mal sabor de boca.

Me recojo el pelo en una coleta baja y me lavo la cara para estar más espabilada. Necesito estar centrada.

Cuando abro la puerta, le veo ya con unos bóxers sentado en la cama mientras ve el móvil.

—¿Pediste ya la comida? —cuestiono frente a él.

Eleva su mirada y me ve con su camisa.

—Sí —lo suelta como si fuera un gruñido. Tendrá complejo de perro —Hacía tiempo que no te veía con unas de mis camisas —me recorre con su mirada de arriba a abajo.

—¿Será porque quizás cuando me acuesto no llegaste y cuando me levanto ya te fuiste? —me cruzo de brazos y no avanzo de la puerta del baño.

—Ya te dije que lo lamento —deja el móvil en mi mesilla —No volverá a ocurrir —promete.

—Manuel, ¿tú serías capaz de engañarme con otra mujer? —la pregunta le pilla desprevenido —¿O me dirías si ya no sientes nada por mí y encontraste a otra?

—¿Pero qué dices mujer? —se levanta y avanza hasta mí —No sería capaz de engañarte en la vida. Si eso pasara, te prometo que te lo diría —y de nuevo, yo le creo. Me da un pico en los labios —¿Nos duchamos juntos? —acaricia mi mejilla con sus nudillos.

—Ya me duché esta mañana. Yo te espero aquí —le sonrío y él asiente caminando hacia el baño del que salí.

Me siento en la cama y espero a escuchar el sonido del agua correr.

Miro su móvil con dudas pero al final, decido cogérselo.

Pongo la fecha de su cumpleaños y todo se abre ante mí. Me meto en el whatsapp y veo con quién habló hace poco.

Julio, ¿cómo no?, yo le mandé alguno que otro, un tal Roberto, Cintia...Y el nombre de Melanie aparece, pero cuando me meto, está en blanco. Borró todas las conversaciones. Un nudo se instala en mi garganta y no sé por qué, pero me entran ganas de llorar.

Cuando escucho que el agua se corta, le dejo el móvil donde lo encontré y me tumbo en la cama.

—¿Qué hacías? —le veo salir con una toalla en la cintura.

—Solo pensaba en una cosa que tenemos entre manos en la revista —miento.

—Deja de pensar en el trabajo y disfruta de nuestro aniversario —deposita sus labios sobre los míos y le devuelvo el beso aún pensando en esa tal Melanie.

[...]

Miro la televisión, con Netflix puesto, y escucho como Manuel intercambia un par de palabras con la persona que trajo la comida china.

—Aquí estoy —lo veo aparecer por el salón una vez cerrada la puerta —Esto es tuyo —me da mi parte y yo sonrío con agradecimiento.

—¿Estuviste muy ocupado estas semanas con tu trabajo? —le pregunto mientras siento cómo se sienta a mi lado.

—Mucho. Ahora hay nuevos inversores y están poniendo las cosas un poco patas arriba —sube las piernas al sofá y se pone en plan indio mientras abre su cerveza.

—Sí, tiene que ser caótico —murmuro sin poder sacarme el nombre de Melanie de la cabeza.

Quedamos en silencio y pongo Stranger Things en la pantalla. Este es el aniversario más raro que pasé con él en estos tres años. No sé ni de qué hablar con él. 

Miro de vez en cuando el móvil contestándole a mis amigas y algunos socios. Manuel está embobado con la serie.

Dejo el móvil a un lado y apoyo mi brazo en el espaldar del sofá con mi cara en la palma. El pelo me roza el brazo haciéndome cosquillas.
Observo su perfil concentrado en esa pantalla.
Todavía recuerdo el día en el que nos conocimos como si fuera ayer.

Corro bajo la lluvia con mi bolso sobre la cabeza. Intento apartarme los mechones mojados de la cara pero no sirve puesto que vuelven siempre.

Me paro bajo un techado de una tienda cerrada. Normal. Es domingo. Y yo debería de estar ahora mismo estudiando en mi cómodo apartamento con Carlos en lugar de en medio de la calle dándome un baño natural.

Veo un hombre correr y se pone al lado mía igual de mojado que yo.

—Parece que a usted le pasó lo mismo que a mí —le digo con una sonrisa apartándome el pelo de la cara.

—Al parecer sí. Empezó a llover de la nada —ríe y se aparta el flequillo de la cara.

—¿Escampará para hoy o mañana? —le pregunto a nadie en especial mientras veo como la lluvia aprieta más.

—No lo sé. Pero yo tenía una cita a la cual no llegaré —me contesta y yo le miro de reojo.

—Avise a su cita. No hay peor cosa que esperar a alguien que no llegará. Lo digo por experiencia —le aconsejo y luego suelto una pequeña risa.

—Mi móvil desgraciadamente murió hace diez minutos. Debería haberlo cargado antes de salir —lo escucho maldecir en voz baja y yo no puedo evitar soltar otra risa.

—Si le sirve de consuelo, yo tampoco tendré mucho tiempo para estudiar mi examen final —intento hacer que deje de maldecir.

—Lo lamento —sonríe pasándose la mano por ese pelo castaño.

—Yo también —me encojo de hombros.

—Manuel Martínez —me tiende su mano.

—Laura Díaz —se la acepto con una sonrisa.

Ya han pasado años de ese domingo de lluvia. Él sí salió con esa mujer y yo aprobé ese examen con buena nota. Pero el destino no lo quiso dejar en eso y volvimos a encontrarnos más tarde. Justo en el día en el que esa chica, Josefa creo que se llamaba, le rompió el corazón.

—¿Qué ocurre? —me mira con una sonrisa cuando me atrapa mirándole.

—Solo recordaba ese domingo en el que cogí un resfriado y te conocí —le sonrío.

—Oh sí —recuerda —Fue un día espantoso y tú me lo alegraste —pone su cálida mano sobre mi rodilla.

—Está resultando un día y aniversario extraño —esbozo una sonrisa ladeada.

—Lo sé —sonríe triste —Demasiado —susurra. 

RecupérameDonde viven las historias. Descúbrelo ahora