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Me despierto con un sobresalto cuando escucho que cierran la puerta principal. Me llevo la mano directamente a la cabeza y hago una mueca de dolor. Me siento fatal.

Al parecer me quedé dormida en el sofá viendo las fotos y vídeos. Miro hacia la pantalla y veo la foto que se encuentra. Estoy yo sosteniendo al pequeño sobrino de Manuel, mirándolo fijamente con una sonrisa tonta, mientras él me observa embobado y su hermano parece reírse de algo por detrás.
Apago la televisión y dejo la botella vacía sobre la mesa.

—¿Qué haces despierta? —entra en el salón el causante de mi malestar.

—Me despertaste —murmuro fría mientras me pongo de pie. Siento un fuerte dolor en la cabeza cuando me muevo provocando que cierre los ojos unos instantes.

—Siento mucho lo que pasó anoche —se disculpa.

—Más lo siento yo Manuel —murmuro abriendo los ojos de nuevo. Miro la hora y al ver que son las siete de la mañana me sorprendo. Pasó toda la noche fuera —Pasaste toda la noche fuera —susurro más para mí que para él.

—Sí. Me quedé dormido en la mesa de Julio. Solo he venido a cambiarme —se desabrocha la corbata.

—Muy bien —aprieto mis labios y paso por su lado camino al baño.

Me meto en la ducha completamente desnuda y dejo que el agua fría me aclare los pensamientos, a parte de permitir que se mezcle con mis lágrimas tan amargas que son. ¿Hace cuanto que no lloro de la risa? ¿Hace cuanto que tengo un momento sin Manuel en mi mente? 

El poder es lo peor que te puedes encontrar en la vida. Te lo arrebata todo. Y eso está haciendo el poder con Manuel. ¿Hace cuanto tiempo que no habla con su madre? ¿Hace cuanto tiempo que no sale con su padre a tomar unas copas? ¿Sabe acaso algo de sus abuelos? ¿Estuvo para sus hermanos en estas últimas semanas? ¿Estuvo conmigo? ¿Habló conmigo? ¿Salió conmigo? ¿Sabe de mí?

Salgo del baño chorreando y me seco con la toalla a prisas. Quiero pillarlo antes de que se vaya.

Me encasqueto una falda que me llega 10 centímetros por encima de la rodilla blanca con el borde y una línea horizontal negra. Con eso va un top que muestra algo de mi barriga con manga por encima de los codos y los bordes en negro. Calzo mis tacones y me desenredo el pelo.

Salgo a paso rápido y entonces es cuando escucho un coche salir. Miro rápido por la ventana y veo como se aleja de la casa con el teléfono al oído.

—Maldita sea —sin poder evitarlo, le pego un manotazo a la pared.

Paso el día encerrada en mi despacho con los números. Le dije a Mara que cancelara todas mis reuniones de hoy y las traspasara a otro día porque no me encontraba bien. Y la verdad es que me siento pésima. A parte de que tengo una resaca increíble.

—Me vas a decir que te pasa —irrumpe en mi despacho Mara y se sienta frente a mí.

—Te dije que no me encontraba bien —paso la mano por mi frente.

—Laura, que parece que te he parido yo —río —Vamos. Sabes que puedes confiar en mí —extiende su brazo y al entender lo que quiere, pongo mi mano sobre la suya.

—Manuel me pasa —confieso.

—Últimamente tiene que ver todo con él —observa.

—Es que esto no va Mara. Creo que llegamos a nuestro tope —duele decir esas palabras, esas que llevo pensando desde hace una semana, en voz alta.

—Yo no sé que habrá pasado esta vez —empieza —Pero sí sé que amiga, tú mereces a un hombre que movería montañas por ti si tuviera que hacerlo y está claro que él dejó de hacerlo.

—Duele —libero a las lágrimas que luchaban por salir —¿Por qué las personas elegimos a personas que nos tratan como si no fuéramos absolutamente nada? —le pregunto.

—Esa es una gran pregunta —pasa su dedo por debajo de mi ojo derecho y aparta una lágrima.

[...]

Camino de un lado a otro nerviosa mientras muerdo la uña de mi dedo pulgar.

El reloj marcan las dos de la mañana cuando el coche de Manuel se hace presente.

Bajo las escaleras con el repiqueteo de mis tacones haciendo que la casa no esté en completo silencio.

Al abrir la puerta, enciendo la luz.

—Laura, ¿qué pasa? ¿qué haces despierta? —frunce el ceño y deja las llaves en la mesa que tenemos al lado de la puerta.

—Es el momento en el que tú y yo mantengamos una charla, ¿no crees? —me cruzo de brazos haciendo un esfuerzo monumental por mantenerme seria y no derrumbarme.

—¿No podemos hablarlo mañana? —empieza a subir las escaleras y yo le sigo —La verdad es que estoy bastante cansado. Tuve un día de mierda. Demasiadas reuniones y aguantando demasiadas chorradas.

—Claro. Tú aguantas de todo menos a tu novia. Pobrecito —suelto de mala manera cerrando la puerta de nuestro dormitorio.

—¿Y esas maletas? ¿Te tienes que ir de viaje de negocios? —pregunta señalando las cosas que tengo al lado de la puerta.

—No es precisamente para irme de viaje Manuel —le confieso y él me mira con el ceño fruncido —Me voy.

RecupérameDonde viven las historias. Descúbrelo ahora