Mastico mi pizza en silencio y la tensión sigue pudiéndose cortar con un cuchillo. Yo paso la mano y de seguro lo siento.
—Toma —escucho que habla y al mirarle, veo que pasa una caja azul por la mesa.
La cojo y al abrirla, veo un hermoso colgante de plata con un dije en forma de sol.
—Es precioso —murmuro acariciando el dije.
—Déjame ponértelo —se pone de pie y se coloca detrás mía para abrochármelo. No tengo que apartar el pelo porque lo tengo recogido en un moño —Te queda genial —sonríe cuando se sienta de nuevo frente a mí. La tensión desaparece poco a poco.
—Toma —le tiendo un paquete envuelto.
Cuando lo abre, se encuentra con un reloj.
—Me encanta. Gracias —se acerca y me deja un beso sobre mis labios.
Hablamos de nuestras familias el tiempo que resta pero no podía acabar bien la noche ¿cierto?
—¿Qué pasa? —escucho que le dice a la persona que está al otro lado del teléfono. Yo me abrazo para no quedarme congelada. Veo como el humo blanco sale de su boca —No —sigue diciendo —Okey, okey. Ahora voy —cuelga y me mira pidiendo disculpas.
—Oh no Manuel —niego con la cabeza —No lo harás. ¿Quién leches era?
—Me necesita Julio para hacer unas cuentas —se excusa.
—¿Un puto domingo por la noche? —elevo la voz y una familia que sale del restaurante nos mira durante un segundo —Es tu maldito mejor amigo y debe saber que estás en tu puñetero aniversario conmigo —aprieto los dientes.
—Es importante Laura —mira a los lados —Si no lo fuera, no tendría que ir.
—Eres un maldito mentiroso —le empujo por el pecho cuando se va a acercar —Antepones todo a mí —se me ponen los ojos vidriosos.
—Eso es mentira —niega.
—Deja de mentir —grito ya con varias lágrimas deslizándose por mis mejillas —Ahora me tienes aquí, llorando por ti y rogándote que te quedes a mi lado aunque sea una puta noche —me quito las lágrimas, pero es absurdo, siguen saliendo —Pero llegara el día en el que no esté Manuel —trago en seco —porque me habré cansado de que me traten como la mismísima mierda como si yo mereciera eso —sorbo la nariz —Y yo no merezco esto —niego con la cabeza —No me merezco ser ignorada por la persona a la que le entregué todo de mí y a la que amo tanto que duele.
—Lo siento mucho —se disculpa.
—Esas disculpas están vacías —siseo.
Me doy media vuelta y empiezo a alejarme calle abajo.
—Laura —escucho que grita detrás mía pero no me giro a contestarle y él no corre a seguirme. Ya no me seguía cuando me molestaba. Solo esperaba a que se me pasara y un par de lindas palabras arreglaran todo. Que se fuera al carajo.
Paro un taxi y le digo la dirección de mi casa.
Apoyo mi cabeza en el respaldo del asiento y me paso la mano por la cara. Sigo llorando como una imbécil. Paso las manos por mi cara y las dejo ahí un instante respirando hondo. ¿Por qué me enamoro siempre de los peores?
Le pago al taxista que me mira con lástima y me bajo. Todo está oscuro. Claro que no vendrá.
Arranco el colgante de mi cuello y lo tiro al jardín antes de entrar dando un portazo.
Me deshago el moño con rabia y me pongo un chándal.
Bajo y enciendo la televisión mientras cojo una botella de su vino.
Enchufo la cámara y le doy al play para ver nuestros recuerdos. Soy masoquista. Lo sé.
—No me grabes —río y tapo la cámara pero él me quita la mano.
—Quiero grabar tu hermosura para que mis bisnietos sepan que tuve a la novia más hermosa del mundo y a la que será mi esposa —me mira de una forma que siento que me ve hasta el alma.
—Eres un tonto —río y me giro para ver sobre mi hombro que sigue grabándome con esa cámara.
—Un tonto enamorado —parece completar y yo río.
Paso mis manos por los trigos y empiezo a correr.
—¿A dónde vas? —escucho que me grita a lo lejos.
—Al fin del mundo, ¿estás dispuesto a seguirme? —me giro y observo la cámara.
—Contigo viajaría incluso al infierno si así puedo permanecer a tu lado —escucho que me dice a lo lejos.
Me seco las lágrimas al ver ese vídeo y le pego un trago a la botella. Estábamos en uno de los campos de sus abuelos el verano que estábamos juntos por primera vez.
—Quita esa cámara frente a tus hermosos ojos. De seguro que ni funciona —dice riéndose.
—¡Qué cabezón! —bajo la cámara y miro la lente para ver que sí funciona —Claro que funciona —le saco la lengua.
—Lo sé. Solo me encanta cuando te enfadas —alarga su mano y me toca la nariz haciendo que la engurruñe —Pareces un conejo —ríe.
—Déjame —me doy la vuelta y dejo que la brisa marina me golpee el pelo.
Pasa varias fotos y me veo con Manuel haciendo el tonto, en la cena, en la proa. Nos fuimos de crucero una semana el verano pasado. Joder. Esto duele. Le pego otro trago a la botella.
—Hey, saluda a la cámara —le grabo mientras se estira en un parque.
—¿Por qué te traes una cámara al parque para hacer deporte? —se ríe mientras mira la cámara con el ceño fruncido.
Su risa es hermosa.
—Pues porque quería inmortalizar el momento épico en el que mi querido novio decide hacer deporte porque se vio barriga cervecera —río.
—Eso es una vil mentira —chilla —Le mentiste a esta cámara —toca con su dedo la lente.
—No toques la lente, que la ensucias —le regaño y la muevo hacia mí para comprobar que está limpia y sin rasguños.
Se corta de repente y aparezco ahora yo sonriéndole a la cámara, o más bien a la persona que la sostiene.
—Venga, baila para mí —pide de repente.
—¡¿Qué dices?! —chillo divertida —No bailo desde hace años y no te entretengas y ejercítate —le ordeno.
—Puedo ejercitarme de otra manera —sube y baja sus cejas después de enfocarse con la cámara.
—Eres un depravado —me río.
Veo que se corta y como después sigue. Me veo bailando como hace tiempo que no hago. El baile fue una cosa que tuve que dejar para poder estudiar mi sueño.
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Recupérame
Teen FictionLaura y Manuel están enamorados. Muy enamorados. Llevan saliendo 3 años y piensan que es el momento ideal para dar un paso más en su relación. Pero algo cambia de un día para otro y la relación parece desgastarse. Manuel deja de prestarle atención...