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—Pero también te amo —susurra contra mis labios dejando que note su aliento tibio.

—Necesito que me lo demuestres porque, a día de hoy, pienso que ya no es así —pongo mis manos blancas sobre su pecho y lo empujo para que se aleje.

Salgo fuera de la cocina y subo a mi habitación a coger mi ordenador y ponerme a trabajar. Sé que no haré gran cosa con Manuel así que por lo menos que me sea útil este día.

—¿Qué haces? —veo que entra por la puerta de nuestro dormitorio.

—Trabajar —le miro de reojo pero luego mi mirada vuelve a la pantalla.

—¿Un domingo? —frunce el ceño y se sienta a mi lado en la cama. De la que ya no soy consciente cuando la compartimos. Viene cuando estoy dormida y se va cuando lo sigo estando.

—¿No es lo que hiciste tú las últimas tres semanas? —le miro con una ceja alzada.

—Ya, pero es nuestro aniversario —nunca serás capaz de pedir disculpas ¿no?

—Bien —cierro el ordenador y lo dejo sobre mi mesilla —Ya no estoy trabajando. ¿Qué quieres que haga? ¿Qué nos miremos las caras hasta esta noche? —suelto con veneno en mi voz.

—Amémonos —se pone sobre mí y yo le miro con el ceño fruncido.

—Manuel, no juegues con mi corazón  —escapo de debajo de su cuerpo y me pongo de pie mirándolo —Llevas ignorándome mucho tiempo sin motivos aparentes, no juegues ahora a príncipe azul porque esta princesa se cansó de jugar —me doy media vuelta y camino hacia la puerta del dormitorio, pero me coge del codo.

—Perdóname —susurra contra mi oído y una vez más, caigo en sus garras como desea. Solo porque le amo, le amo con todo mi corazón.

—Okey —susurro ahora yo y pego mi frente contra la suya —Me hiciste daño con tu dejadez.

—No ocurrirá más —le da un beso a mi nariz y yo río olvidándome del por qué estaba enfadada antes. 

—Te amo —le miro a los ojos todavía húmedos.

—Y yo a ti —acerca su boca a la mía y empezamos a besarnos con añoranza.

Llevo mis brazos a su cuello y él las posa en mi cadera. Le amo.

[...]

—Entonces ¿qué pasó? —le pregunto mientras estoy apoyada en mi codo sobre la almohada y solo nuestra sábana nos cubre nuestros cuerpos desnudos.

—Le echó de su casa —se ríe y arruga los ojos. Yo me quedo embobada mirándole la cara. Es tan hermoso —Al día siguiente le fue con un ramo de rosas y le dejó volver —se seca una lágrima de la risa.

—Julio como siempre —sonrío. Me encanta verlo así de feliz. Feliz y conmigo.

—Podríamos un día ir a cenar con él y su mujer. Hace tiempo que no cenamos los cuatro juntos —propone y yo le muestro mi mejor sonrisa. Por fin me ve de nuevo.

—Claro —acepto.

—Ven aquí —coge mi brazo y me arrastra hasta que tengo mi cabeza apoyada sobre su pecho desnudo y ejercitado. Todavía lo tiene algo sudado.

Paso mi dedo por sus abdominales delineándolos. Mientras, muerdo el interior de mi mejilla. Quiero quedarme así para siempre. No quiero que se acabe este momento entre nosotros. Tengo terror a que la burbuja estalle de nuevo y esté sola en esta enorme cama.

—Te amo Manu —subo mi cabeza para mirarle a los ojos, él la tiene que agachar. Amo el color de sus ojos. Son dos luceros brillantes que me miran solo a mí. De miles de chicas, me mira solo a mí.

—Yo también te amo —coge mi barbilla y tira de ella hasta que nuestros labios se vuelven a unir. Amo el sabor de sus labios. Creo que nunca me cansaría de ellos.

Apoyo mis manos sobre sus clavículas y siento como el baja sus manos hasta apretarme mi trasero. 

—¿No puedes tener las manos quietas? —frunzo el ceño molesta pero sé que lo hago de broma, tanto como lo sabe él. Porque no hay otra cosa que me guste más en el mundo que estar así con él y sentirme realmente amada.

—Sabes que contigo no —sonríe y levanta la cabeza hasta juntar de nuevo nuestros labios.

[...]

—Ya es la hora de almorzar —me recuerda Manuel tendido a mi lado con el cuerpo completamente sudado.

—No tengo ganas de moverme —me giro y le hago un puchero con los labios.

—Ya pido comida al chino —rueda los ojos y coge el teléfono que tenía sobre su mesilla. Yo sonrío contenta. 

Él sale de la habitación como Dios lo trajo al mundo y yo solo puedo reírme mientras lo veo irse.

De nuevo en la soledad de nuestro dormitorio, miro al techo y me pongo a recordar nuestra mañana.
Manuel sabe cómo conseguir que haga lo que él desea y no me importa mientras cambie de actitud. Mientras me recuerde que me ama tanto como dice. Quizás ya estemos bien.

Es verdad que su trabajo es duro y debo entenderlo. Solo fue cuestión de estas semanas y todo volverá a ser lo mismo. O al menos, eso espero.

Me levanto de la cama cuando todavía no viene pasados diez minutos.
Me coloco la camisa que llevaba puesta sin nada debajo y bajo hacia la cocina, que es donde proviene su voz.

Al ir descalza no se me escucha, aunque debería haberme puesto algo.¡Qué frío está el suelo!

Él no sabe que estoy en la puerta de la cocina, puesto que se encuentra de espaldas, mirando por la puerta de la cocina pasándose la mano por el pelo.
Desde aquí le veo claramente su lindo y fornido trasero.

—Melanie, ya te dije que hoy no puedo —¿Melanie? ¿Quién carajos es Melanie?

Pienso y pienso en su trabajo. En quién puede ser esa. Creo que era la directora de marketing, si no me equivoco.

—Es mi aniversario con mi novia. No voy a salir —por fin me antepone a su trabajo. Me siento orgullosa.

Ella dice algo, pero no me entero.

—Bien. Nos vemos guapa —se despide. Qué buena relación tienen ¿no?

Cuando veo que cuelga, me doy media vuelta y subo corriendo hacia nuestro baño.

Me encierro en él y me apoyo en el lavabo mirando mi reflejo.

¿Es una compañera suya que requería de su ayuda? Más que compañera, amiga por cómo se despidió. ¿Para qué le llama un domingo? Manuel sería incapaz de engañarme ¿verdad?  Sé que nuestras últimas semanas no han sido como siempre pero por culpa suya. Manuel sería incapaz de llamar a su amante después de estar conmigo como lo ha estado esta mañana ¿no?

—¿Laura? —escucho la voz de Manuel fuera del baño.

RecupérameDonde viven las historias. Descúbrelo ahora