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—Así estás bien Laura, coño —me grita mi hermana.

—Parezco una adolescente que no es capaz de comprarse algo que cubra más que descubra—gruño viendo mi reflejo.

—Mejor que una cuarentona es. El sábado salimos de compras. Vas a renovar todo tu maldito armario —me señala con el dedo.

—Pero esto me está muy corto. Lo tuyo me está pequeño —tiro del pantalón para abajo.

—Estáte quieta —me da un empujón.

Me encasquetó sus vaqueros negros de talle alto con una camiseta de tirantes de rayas blanca y negra que muestra demasiado escote. No recuerdo ni que tenía esa camiseta. Con razón me está pequeña. Me la ponía cuando tenía 17 años.

—Toma o te mueres congelada —me lanza una blusa vaquera suya.

Ruedo los ojos mientras me lo pongo y ella se acerca a remangarme las mangas.

Me calzo mis botas de tacón negras. Las sacó de un rincón. Ella se acerca por detrás y me planta dos collares.

—Parezco una maldita adolescente —me vuelvo a quejar.

—No. Pareces alguien de tu edad —pone sus manos sobre mis hombros —No finjas tener una edad que no tienes. Ya tendrás tiempo de sobra cuando llegue el momento. Ahora disfruta de esos hermosos 25 años.

—De acuerdo. Quizás sí me superó mi puesto y el puesto de Manuel —admito dándome la vuelta.

El móvil me suena y sé que es Alicia.

—Es una revista juvenil y para adultos jóvenes. No tienes que ir como una vieja —arruga su nariz y yo me río —Y ya no tienes que preocuparte por el puesto de ese. Ahora te solicitan. Pásatelo muy bien y no llegues muy tarde —me da un abrazo.

—Te quiero Natalia —susurro contra su pelo.

—Y yo a ti hermana —se separa de mí —Hala, tira —me da una nalgada y yo salgo de su habitación riéndome.

—No te acuestes tarde y no hagas nada en mi cama —le aviso antes de salir.

—Cállate —me lanza un cojín y yo cierro antes la puerta.

Abajo me espera Alicia en un mercedes-benz negro. 

—Hola —le doy dos besos y ella pone el coche en marcha.

—Tardaste mucho para no tener novio —murmura mientras se mete en la autopista y enciende la radio para dejarla de fondo.

—Mi hermana que es demasiado —río.

—Me gusta tu look —opina mirándome unos instantes y luego devolviendo la mirada a la carretera —Es más juvenil. Ayer parecías una cuarentona oficinista.

—Ya —me rasco la frente —Supongo que tu trabajo modifica tu forma de vestir —me encojo de hombros.

—Pero en un sitio como el tuyo —ríe —Tengo entendido que es una revista para gente joven y que los trabajadores son jóvenes.

—No porque sea para jóvenes significa que nos lo pasemos de fiesta y vayan en pijama. Allí también trabaja gente adulta —defiendo mi trabajo.

—No era mi intención ofenderte —me mira de reojo.

—No pasa nada —me paso las manos por el pelo —Solo estoy algo mal por lo de mi ex y es tan reciente. No estoy de mi mejor humor. Y darme cuenta de que él modificó mi forma de vestir por su puesto, me afecta de cierta manera —le confieso intentando que mi voz no se rompa en cualquier momento.

—Te entiendo. Yo también lo dejé una vez con un tío que llevaba mazo tiempo —empieza a contarme —Estaba tan enamorada y cegada. Ese amor era uno de esos tóxicos. Lo mejor que pude hacer es mandarlo a la mierda. Al principio cuesta pero luego sabes que fue lo mejor —adelanta rápido a un coche haciendo que se calle un instante —Pero míralo ahora. Casado y esperando un crío. Si no fuera por mí y por haberle dejado, jamás hubiera abierto los ojos. Supo que es perder a alguien que ama.

—Solo necesito tiempo —suspiro y miro por la ventana.

—Vamos. Esta noche te lo pasarás de puta madre —dice y yo río por su expresión.

Llegamos a los 45 minutos a un camino de tierra. Caminamos por allí hasta parar en un chalet.

Allí veo varios coches y de varios modelos.

—Pedazo chalet —exclamo bajando del coche.

—Jaime, que no perdió el tiempo —suelta una carcajada y se pone a mi lado —Ninguno sabe que te traje así que entra después de mí —me guiña un ojo y yo asiento.

Pasamos al lado de un coche como el de Manuel y un nudo aparece en mi garganta. Pero no me da tiempo a pensar más porque Alicia me coge del brazo y tira de mi para que suba la escalera.

Me fijo en la ropa de Alicia. Es semejante a la mía. Unos vaqueros negros pero largos, chaleco rosa con flores, chaqueta de cuero y botas negras de tacón.

Abre la puerta y escucho gritos de algún sitio.

Joder. Pedazo de chalet.

Pasamos por la casa hasta llegar a lo que parece ser un salón. Alicia me hace quedarme fuera.

—Mira donde está la tardona de siempre —grita Emmanuel.

—Joder Ali, siempre eres la última —escucho que se queja Katina.

—A ver, a ver —los silencia —¿Quién trae siempre la cerveza? Esta menda, así que chiton. Y más con la pedazo de sorpresa que os traigo —siento nervios en mi barriga.

—Otro novio tuyo no Alicia —se queja Javi —El último que trajiste me robó el reloj.

—Cállate leches, que si es eso, el pobre muchacho te estará escuchando —le regaña Katina.

—No, joder —los interrumpe —Quiero dejarme de novios durante un tiempo.

—Ya era hora —grita Jaime.

—Basta —esta chica marea más que el resto —Lo que os traje es alguien que os hará viajar en el tiempo y hace... —la corto saliendo.

—Te enrollas más que una puta persiana —le digo a sus espaldas y ella se gira con el ceño fruncido.

—Estaba intentando que adivinasen —se queja cruzándose de brazos.

—¿Después de dos siglos? Aquí hay más interrupciones que en el sálvame —pongo los ojos en blanco.

—¿Laura Díaz? —elevo el rostro al escuchar la voz de Carlos.

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⏰ Última actualización: Mar 03, 2019 ⏰

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