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—¿De qué hablas Laura? —por una vez frena sus movimientos y me mira sin hacer nada.

—Manuel, nosotros no llegamos a más. Creo que este es nuestro tope —le digo lo que le dije a Mara esta tarde.

—¿Qué estas diciendo? —se acerca a mí con pasos cautelosos.

—¿Recuerdas cuando nos conocimos y te dije qué es lo que quieren las chicas? —él asiente confundido —Las chicas solo quieren a alguien que las quieran y yo aquí no me siento así —siento como las lágrimas vuelven a aflorar en mí.

—Yo te quiero —dejo que me tome del brazo hasta alcanzar mi mano.

—Pero no como antes —niego con la cabeza mientras tengo una sonrisa dolida en mis labios —Tengo que encontrar una forma de seguir con mi vida y creo que esa forma es yéndome —sorbo por la nariz —Solo quiero que seas feliz. Y siento tanto que no sea conmigo —me tiemblan el labio inferior.

—Sí soy feliz contigo, mi vida —acaricia mi mejilla y quita una lágrima —Ahora estás cansada y no piensas bien. Descansa y mañana hablamos —intenta tirar de mi brazo pero yo no me muevo.

—¿Nunca pensaste que yo me estaría muriendo por dentro con tus actos? ¿Tan egoísta eres? —intento soltar mi mano de la suya pero no me lo permite.

—De verdad Laura —me suelta él para pasarse la mano por el pelo —No sé lo que quieres. Te estoy dando todo. Dinero, fama, ropa de marca, cena en sitios de lujo.

—Yo quiero al Manuel Martínez del que me enamoré —le grito cortando su discurso —Yo quiero que ese chico humilde y sencillo, que me llevó en nuestra primera cita a un maldito circo, vuelva —le grito y él parece quedar en shock —Quiero que pelees por mí. Quiero que me digas que no hay nadie más. Quiero que me digas que preferirías estar solo a estar sin mí.

Un silencio inunda la habitación y solo se escucha mi respiración pesada.  Tengo tantas ganas de llorar. Le estoy dejando. Estoy dejando al amor de mi vida porque yo no soy el suyo.

>>Nunca entenderás eso que he estado yo sintiendo durante estas últimas semanas —sigo señalándome el pecho —Porque eres un puto egoísta avaricioso que se dejó cegar por el dinero y poder. No todo en esta vida lo es —levanto los brazos exasperada —Antes eras feliz con una maldita cámara de fotografía y conmigo. ¿Dónde quedó eso? ¿En el rincón de los recuerdos? Yo no quiero que eso sea un recuerdo —me tiembla el labio inferior por las lágrimas que retengo. Decido respirar hondo para calmarme —No quiero que tú —le doy un golpe en el pecho —seas uno de esos recuerdos, uno de esos exs de los que le hablaré a otra persona. No quiero que esto que tenemos sea un mísero recuerdo —me paso la mano por los ojos —Pero la verdad es que no puedo más. Estoy cansada de luchar por algo que parece haber dejado de existir. Esto es una cosa de a dos y hasta ahora estuve luchando yo sola. Has confundido ese amor que te estaba entregando con un permiso para romperme, y no lo era —niego con la cabeza.

Callo para ver si va a decir algo pero solo veo cómo se aleja de mí y se sienta en nuestra cama.

>>Destruiste todas las madrugadas llenas de risas, Manuel —me pongo frente a él aunque no alza la mirada —Y quizás  me esté pasando diciéndote todo esto, pero llevo guardando esto tres malditas semanas —río a pesar de estar llorando —Yo necesitaba mucho más de ti y creíste que tú podías decidir el día y la hora para volver y yo estaría aquí esperándote con los brazos abiertos. Ni siquiera pensaste que yo podría decir basta.

—¿En serio quieres que esto acabe así? —susurra y eleva la mirada. Tiene los ojos rojos. Entonces es cuando veo una lágrima deslizándose por su mejilla. Y eso me parte un poquito más. Esto ya es difícil de por sí.

—No actúes como si no hubiera peleado por ti —le pido sin poder mirarle —Luché con fuerza y por un largo tiempo. Así que perdóname si ahora decido terminar y estoy completamente exhausta —me quito las lágrimas de debajo de mis ojos. Pareceré ahora un mapache —Todo lo que hice fue amarte con todo mi corazón.

—No puedes dejarme así —se pone de pie y acaricia mi cara.

—Tú y yo nos amábamos mucho —sonrío con tristeza y nuevamente lágrimas mojando mis mejillas —Y luego rompiste mi corazón cientos de veces —Doy un paso hacia atrás para alejarme de su tacto —Siento no haber sido suficiente —hablo tan bajo como un susurro casi imperceptible y trago en seco —pero más lamento el hecho de rendirme.

—Te amo Laura —se acerca a mí y posa sus labios sobre los míos.

Le devuelvo el beso con sabor salado. Me separo lentamente y giro mi cara.

—Y yo a ti Manuel, mucho —susurro y me acerco a mis maletas.

—¿A dónde irás? —me pregunta cuando he podido coger todas mis maletas —Esta casa es de ambos.

—Solo deberás entregarme el dinero de mi parte y la casa será tuya —se sonrío —Iré a un lugar en el que sabrán cuidarme.

—No quiero que esto acabe así, Laura —dice a mis espaldas.

—Recupérame, Manuel Martínez —le susurro pero sé que me escuchó.

Bajo con trabajo las maletas y salgo observando una vez más la casa que fue mi hogar durante tres años.

Aprieto las llaves con fuerza y se la dejo en esa mesita al lado de la puerta. No me preocupo por los llaveros y simplemente se los dejo.

Miro el cielo estrellado. No está tan mal como yo al parecer.

Meto las maletas en el maletero de mi coche y noto como me observa desde la ventana de nuestro dormitorio.

Dios. Lo extrañaré tanto. Lo amo tanto que me duele como los mil infiernos.

Me meto en mi coche y tras respirar hondo, arranco. No puedo dar marcha atrás o él nunca sabrá tratar a una mujer.

—Espero, de puro corazón, que seas muy pero que muy feliz —susurro y aunque es imposible que Manuel me escuche, de alguna manera sé que sabrá que le deseo lo mejor. A pesar de que no seamos absolutamente nada.

Cómo duele decir eso.

RecupérameDonde viven las historias. Descúbrelo ahora