Capítulo 3.- Te veo

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Cuando llegó a su casa, Waldo habló brevemente con su hija; al tenerla enfrente no pudo siquiera sostenerle la mirada, su pequeña era la viva presencia de Angélica, así que optó por suplicar el apoyo de Alondra para estar con ella mientras arregla...

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Cuando llegó a su casa, Waldo habló brevemente con su hija; al tenerla enfrente no pudo siquiera sostenerle la mirada, su pequeña era la viva presencia de Angélica, así que optó por suplicar el apoyo de Alondra para estar con ella mientras arreglaba el funeral y se fue.

La culpa era demasiada, no sabía qué hacer con tanto dolor. Él pensaba que su hija era tan pequeña y ahora por sus malas decisiones, ella sería la que tendría que sufrir más, pues por su traición su amada esposa había fallecido y ahora su hija no tendría una madre que la viera crecer y la cuidara con el amor que solo Angélica podía darle.

Su pequeña no entendía bien el concepto de la muerte y explicárselo fue la cosa más imposible para él. Por ese motivo salió de casa, no tuvo el corazón para afirmar a su pequeña hija que su madre no regresaría jamás.

Al salir la noche se miraba más oscura y triste que nunca, como si la luz se hubiese ido de todo lugar, él solo tenía esto, dolor y culpa que cada vez crecía un poco más.

Waldo tenía trámites funerarios que resolver para su esposa, pero su automóvil se había quedado en el hotel. Tomó un taxy y fijó su nuevo destino, tenía en sus manos la llave de repuesto de la unidad, la original la había perdido durante el transcurso del día. No demoró mucho y llegó al hotel, en el que su infidelidad se convirtió en su desgracia.

A paso lento caminó hacia el estacionamiento y vio que su automóvil estaba encendido. Aquello llamó su atención y al acercarse, la puerta del conductor se abrió.

—¡Mi amor llegaste!

Colette salió de la unidad y su primer impulso fue el de besarlo, pero Waldo no se lo permitió.

—¿Que haces aquí Colette?

Su voz carecía de fuerza, estaba tan cansado, tan agotado...

—Es muy obvio mi amor, estaba esperándote.

—Colette, lo nuestro no fue, no es y no será nunca.

La pelirroja se alejó de él a un paso de distancia, mirándolo confundida en extremo.

—Pero Waldo, yo pensé que ahora que ella que estaba muerta, tú y yo...

—¿Pensaste que tú y yo estaríamos juntos? —él la miró con horror— ¡Mi esposa murió hace unas horas Colette! ¡Mi hija se quedó sin su madre! Fui el peor de los hombres, por mi culpa pasó todo esto, ¿y tú crees que vamos a estar juntos? ¡¿Acaso estás loca?!

—¡No me digas loca! —Colette alzó la voz— ¡Tú eres mío Waldo, ya no la amabas a ella, solo somos tú y yo!

—Perdóname Colette —Waldo calmó su tono de voz y contuvo sus ganas de seguir llorando—, el error fue mío, no debí traicionar la confianza de Angélica, nunca podré perdonarme por ello.

Me niego a morirDonde viven las historias. Descúbrelo ahora