Capítulo 19.- Una oportunidad

320 52 5
                                    

"A VECES, SOLO UNA OPORTUNIDAD PUEDE CAMBIARLO TODO POR COMPLETO"

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

"A VECES, SOLO UNA OPORTUNIDAD PUEDE CAMBIARLO TODO POR COMPLETO"

"A VECES, SOLO UNA OPORTUNIDAD PUEDE CAMBIARLO TODO POR COMPLETO"

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Angélica miraba dormir a Penélope, la pequeña tenía su cabeza en una almohada sobre las piernas de la chica, ella acariciaba con cariño su cabello mientras la nostalgia la tenía pensando cómo solucionar el hecho de que la niña pensara que ella era...

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Angélica miraba dormir a Penélope, la pequeña tenía su cabeza en una almohada sobre las piernas de la chica, ella acariciaba con cariño su cabello mientras la nostalgia la tenía pensando cómo solucionar el hecho de que la niña pensara que ella era su madre.

Eso no tenía sentido, era completamente ilógico ¿O no?

Luego Bruce entró interrumpiendo el rumbo de sus pensamientos, pero no venía solo, venía con el doctor Solís y otra mujer que no conocía y estaba golpeada de su rostro; se notaba que sus heridas estaban sanando, pero eso no quitaba el hecho de que su labio estuvo partido y su rostro amoratado. Por lo que el doctor Solís le pudo contar con anterioridad, la reconoció como Alondra, aquella amiga de la mamá de Penélope a la que su esposo golpeó salvajemente tratando de matarla.

—Hola, Harper —saludó Solís señalando a la mujer a su lado—. Ella es Alondra, te hablé de ella en el hospital.

—Mucho gusto, Alondra —Angélica extendió su mano y le regaló una sonrisa amigable—. Yo soy, Harper.

—Mucho gusto, Harper. No alcancé a conocerte en el hospital. Cuando llegué, recién se habían ido ustedes.

—Disculpen por interrumpir —pronunció Bruce caminando hacia donde estaba Angélica con la niña dormida, colocó su mano en el hombro de la chica—. No quiero escucharme imprudente, pero ¿No se supone que nos veríamos hasta la noche?

Me niego a morirDonde viven las historias. Descúbrelo ahora