Epílogo

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El timbre de la puerta sonó dos veces, Jazmín se miró en el espejo que tenía en la sala de estar, y arregló un poco su cabello, recién pintado de negro con mechas moradas

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El timbre de la puerta sonó dos veces, Jazmín se miró en el espejo que tenía en la sala de estar, y arregló un poco su cabello, recién pintado de negro con mechas moradas. Fue hasta la puerta y con una enorme sonrisa saludó al recién llegado.

—¡Hola, Fernando!

—Hola, Jazmín.

—¿Qué? —Preguntó la chica al notar que Solís miraba su cabello.

—Eso es nuevo.

—Si, ¿te gusta?

—No lo sé, no es mi cabeza la que está morada.

—¡Fernando, eres un tonto!

Ella le dio un empujón juguetón al doctor y comenzó a reír con él.

—Todavía no me acostumbro a que me llames por mi nombre, solo Waldo lo hace de vez en cuando, me haces sentir más joven. Gracias.

—Si lo que quieres es sentirte joven, ven conmigo a hacer ejercicio.

—¡No, gracias! —Se apresuró a decir—. Aprecio mi vida y con tus ejercicios siento que me muero.

—¡Qué dramático eres! —Jazmín señaló la mano que Solís escondía a su espalda— ¿Otra rosa para mi prima?

—No —dijo bajando la mirada hacia el suelo—. Bueno, sí.

—Aww Fernando, mi prima ya te dijo muchas veces que su corazón ya tiene dueño.

—Lo sé, pero todavía ella y él no son más que amigos, así que puedo seguir intentando.

—No creo que funcione, lo siento —ella hizo una pausa y sonrió coqueta—. Pero a mí me gustan mucho las flores...

Ambos sonrieron al mismo tiempo, entonces Solís mostró lo que tenía a su espalda, era una rosa roja envuelta en papel celofán y en otra aparte traía una bella flor color morada.

—Lo sé, por eso te traje una a ti también... Y es del color de tu cabello ahora que lo pienso.

—¡Fernando, es muy bonita!

Jazmín brincó a los brazos de Solís, tomando ambas flores con una de sus manos y con la otra lo tomó del cuello y comenzó a besarlo en la mejilla.

En ese momento, Alondra llegó a la sala de estar, ya estaba lista para salir y comenzó a reír cuando vio a Solís tratar de escapar de su prima.

—Hola, Solís. Me alegra mucho ver que estás bien.

—¡Alondra, vine a verte! —dijo Solís.

—Te trajo una rosa roja, primita.

—Gracias por la rosa Solís, pero perdóname, ya voy de salida.

—¿Vas a verlo a él, verdad?

—Sí. Lo siento mucho.

—-¿No vas a tu fisioterapia con Paulina?

Me niego a morirDonde viven las historias. Descúbrelo ahora