C3: ¡Quiero el divorcio!

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—¡Es que de verdad que no sé si me tengo que echar a reír o me tengo que echar a llorar!—se burló Esteban cruzándose de brazos.

—¡No me estás ayudando!—replicó Sebastián mirándole fugazmente.

—Tampoco lo estoy intentando—le reprochó el rubio.

—Sebastián...sólo a ti te pasa que te casas en Las Vegas todo ebrio y encima de todo lo demás pierdes a tu esposa en la primera noche—se burló Adrián sentándose a su lado en la cama. El chico hizo una mueca y se puso de pie.

—Tienen que ayudarme a encontrarla...—decidió observando detenidamente a sus dos mejores amigos.

—Haber, ¿recuerdas algo?—cuestionó el castaño lanzándole una larga mirada. El pelinegro lo observó fijamente, resopló a modo de protesta y se pasó ambas manos por el rostro en un acto de pura desesperación.

—No.

—¿Qué? ¡Sebastián, joder! ¿Tan ebrio estabas?—se quejó el muchacho.

—¡Todo es culpa de ustedes!—anunció mirándolos fijamente.—Sí ustedes no hubiesen estado tan ocupados embriagándose y ligando con cuanta chica se cruzó por su camino entonces nada de esto hubiese pasado...sólo me usaron para venir a Las Vegas y yo tan patético que acepté—reclamó casi a los gritos.—Joder, me casé con una chica que ni siquiera recuerdo...¿Cómo se supone que voy a volver a casa sabiendo eso?—cuestionó desesperado.

—Puedes volver a casa y hacer como que nada pasó.—ofreció Esteban.—Y sacarte esa argolla de matrimonio porque sí tu madre te mira con ella ya me veo luciendo un traje negro y tú dentro de un ataúd—alegó y Sebastián negó de nuevo.

—¡Deja de decir estupideces! Tienen que ayudarme a encontrarla...a saber por lo menos con quién demonios me casé—estalló el pelinegro.

—Haber...tranquilízate que alterándote no ganas nada—le espetó el rubio.—Trata de hacer memoria... ¿Cuándo saliste del club nocturno...a dónde demonios fuiste?—cuestionó lentamente.—Porque estabas tan aburrido que dudo mucho que estuvieses ebrio desde entonces—agregó mirándolo fijamente.

Sebastián se quedó quieto observando el suelo alfombrado de la habitación mientras su cerebro terminaba de procesar la pregunta de su mejor amigo. Pero era como sí las últimas veinticuatro horas se hubiesen borrado de su memoria. Los recordaba a ellos tres atravesando la entrada iluminada de la discoteca, luego a ellos tres avanzando hasta la barra libre que se encontraba atestada de personas esperando por sus tragos y finalmente a él sentado en una de las mesas redondas rodeado de un montón de vasos medio vacíos de varias bebidas alcohólicas de dudosa procedencia. Hasta que se había aburrido de ver a sus amigos coqueteando con las chicas y se marchó para tomar aire fresco.

—¡A la acera!—anunció mirándolos.

—¡Sebastián! Eso no significa nada, por Dios...—le espetó Esteban.

—¡Espera un segundo!—se entrometió Adrián.—Eso puedes ser una buena pista, sí estuviste en la acera del lugar entonces le podríamos preguntar al guardia de la entrada sí él vio algo...¿no recuerdas algo más? ¡Trata de hacerlo para encontrar a tu nueva mujer!—se burló el chico.

—¡Deja de reírte de mí que no es gracioso!—chilló ofendido y soltó un suspiro para volver a concentrarse.

¿Qué demonios había hecho después? No lo podía recodar con exactitud y ya estaba bastante inquieto como para seguir pensando. Tenía el mayor problema de su vida y para hacer las cosas más interesantes todavía, no tenía ni idea de cómo iba a hacer para solucionarlo. Volver a Miami y hacer que nada había pasado no era una opción. No era ese tipo de persona que podía simplemente ir por la vida ignorando sus problemas. Y nunca iba a serlo. Era demasiado malo para hacerlo, lo había intentado ya.

Lo que pasa en Las Vegas...|S.Y.|Terminada.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora