C8: La esposa de Sebastián.

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Leah no podía dejar de observar al montón de personas que la observaban fijamente como sí ella fuese un trozo de carne. Bien, no es que la estuviesen viendo realmente de esa manera pero tenía la sensación que todas esas personas creían que ella no era real.

Las miradas ansiosas que le ofrecían y esas sonrisas la hacían ponerse nerviosa. Tan nerviosa que el estómago se le revolvió y sintió ganas de vomitar. Sebastián la observó un momento y tomó su mano.

—¿Leah?—murmuró una vez que todo el mundo ancló sus ojos en un bebé rubio que babeaba tiernamente.—¿Te sientes bien, cariño?—cuestionó acercándose más a ella.

—Creo que voy a vomitar—informó en medio de una mueca de malestar—¿Podrías decirme en donde está el baño?—pidió lentamente.

Sebastián asintió de inmediato y tiró de su mano para hacerla caminar. Se quedó quieto del otro lado de la puerta mientras ella permanecía arrodillada frente al inodoro dentro de la habitación.

—¿Estás bien, Leah?—cuestionó el muchacho pero ella no respondió.—Voy a entrar—anunció antes de entrar en la habitación. La encontró luchando con su cabello así que por pura inercia se acercó a ella.

Le apartó el cabello y frotó su espalda un par de veces como sí con eso fuese suficiente para que el malestar de la muchacha se esfumara de golpe.

—Creo que todo lo que comí en el camino a casa y los nervios me hicieron una mala pasada—respondió en voz baja—Dios, me duele todo el cuerpo y me siento muy mareada—Sebastián frunció el ceño y suspiró.

—Seguro es por el cansancio del viaje—murmuró.—Ven, levántate y vayamos a nuestra habitación para que descanses. Yo mismo iré con la abuela para decirle que me ayude a prepararte un té para que se te pase el malestar—anunció.

Ella quiso protestar pero prefirió quedarse callada en el último momento. ¿Qué caso tenía protestar diciendo que todo estaba bien sí su cuerpo decía lo contrario? Así que simplemente se dejó guiar por él hasta la que iba a ser su habitación.

—Está bien—inquirió mirándole fugazmente.

Se quedó de pie en el umbral de la puerta de la habitación con aspecto rustico contemplando la enorme cama matrimonial con sábanas blancas. Sebastián la empujó suavemente para que entrase y la hizo recostarse sobre el mullido colchón mientras Leah observaba fijamente el techo. Su cerebro zumbaba dentro de su cabeza y su corazón latía totalmente descontrolado dentro de su pecho.

Tomó su teléfono del bolsillo de sus jeans y abrió la aplicación que utilizaba para recordar las fechas exactas de su periodo y su sangre se heló apenas se dio cuenta de que algo andaba mal. ¡Tenía un retraso!

¡No! ¡Eso no podía ser de ningún modo!

No. Ella no podía estar embarazada porque si eso pasaba entonces las cosas entre ella y Sebastián iban a complicarse demasiado cuándo el acta de matrimonio llegase a sus manos y tuviesen que iniciar con los tramites del divorcio.

La idea de traer al mundo a un bebé en esas circunstancias era totalmente inconcebible. No podía ser.

Sintió sus ojos llenarse de lágrimas y negó un poco incorporándose en la cama. Se lo tenía que contar pero tenía tanto miedo de que las cosas entre ellos se tornaran todavía peores. La idea nunca había sido traer al mundo a un bebé para que creciera con unos padres divorciados sin embargo ahora que se lo pensaba mejor las posibilidad le parecía correcta.

¿Qué se supone que le iba a contar a su hijo cuándo fuese mayor y le preguntase por su padre? Seguro le iba a decir que él no estaba con ellos porque accidentalmente en una noche de borrachera en Las Vegas se habían casado y él no había sido más que un accidente entre ellos.

Lo que pasa en Las Vegas...|S.Y.|Terminada.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora