C4: Nueva esposa.

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—¿Qué?—fue lo único que salió de sus labios apenas Leah dejó de hablar.

—Escúchame, Sebastián...casarnos fue un error, uno grave, el error más grave de nuestras vidas, te lo aseguro y sí bien fue un error estoy completamente segura que no quieres esto...no quieres estar casado conmigo así como yo tampoco lo quiero...lo que pasó fue producto de una borrachera de una noche y sí, fue algo totalmente irresponsable por parte de ambos pero...sigue siendo una locura—argumentó en voz baja.

—Lo sé. Pero tenemos un problema—repuso el pelinegro sin apartar sus ojos de los de la muchacha.

—¿Un problema?—cuestionó ella en medio de un pequeño suspiro. Cualquier cosa que él pudiese decirle era malo, lo sabía por la expresión en su rostro.

—No podemos divorciarnos—anunció y los ojos azules de la muchacha se abrieron de golpe.

—¿Qué? ¿Por qué no?—preguntó jugueteando nerviosamente con el azucarero encima de la mesa.

—Porque para nuestra mala suerte en el lugar donde nos casamos las actas de matrimonio tardan en llegar unos días, no puedes divorciarte sino hay un acta de matrimonio en primer lugar—explicó en voz baja.—Y por sí eso fuera poco, el juez dice que la noche de ayer nos entregó el acta inmediata pero para ser sincero no puedo recordar nada...no sé sí lo que dice es verdad pero lo cierto es que no podemos divorciarnos...no por ahora—susurró mirándole fijamente.

—¡Joder!—murmuró ella llevando su mano a su cabeza.—¿Y ahora qué demonios vamos a hacer?

—Encima de todo tienen un estúpido lema que se toman muy a pecho, lo que Dios ha unido no lo separe el hombre—inquirió en tono burlón.

—¿Dios? Nosotros no nos casamos por la iglesia...por lo menos eso espero—comentó ella negando un poco.

—Oye, vamos a solucionarlo ¿sí?—ella lo miró un momento y soltó un largo suspiro.

—No es tan fácil, mañana por la mañana tengo que volver a Miami, no puedo quedarme acá hasta que se dignen a entregarnos la estúpida acta de matrimonio—sentenció poniendo los ojos en blanco.

—¿En Miami?—preguntó en voz baja y Leah asintió de inmediato.—Bien, pues ese no es problema...podemos pedir que el acta de matrimonio la envíen a Miami y una vez que la tengamos en las manos iniciaremos de inmediato con el trámite del divorcio—le ofreció con media sonrisa.

Leah lo contempló en silencio por un par de segundos dándose cuenta de la ironía de la situación que estaba viviendo. Podía recordar perfectamente bien el proceso de divorcio de sus padres y había sido así ni de chiste. Ella recordaba gritos y lágrimas todo el tiempo. No se los imaginaba ni de broma sentados en una cafetería charlando de los planes de divorcio amistosamente.

—No estás entendiéndolo. ¿Y luego que se supone que tendríamos que hacer? ¿Volver a viajar para reunirnos y firmarlos?—cuestionó en medio de un pequeño y largo suspiro.

—¡Es que yo también vivo en Miami, Leah!—la chica soltó un jadeo y lo contempló fijamente un momento antes de que los dos estallaran en carcajadas.

—Joder que tenemos mala suerte—exclamó la pelinegra negando totalmente divertida.— Nos casamos en una noche de borrachera y encima vivimos en la misma ciudad.—señaló ella.—aunque creo que más que mala suerte es buena, de ese modo todo va a ser más fácil.—Sebastián asintió de inmediato y Leah pestañeó un par de veces—Sé que lo que te voy a preguntar va a parecer una estupidez dada la situación que estamos viviendo pero...de verdad tengo que preguntarlo porque la duda está matándome—el pelinegro la observó un segundo pero se quedó en silencio percatándose que el camarero se acercaba con un par de tazas de café.

Lo que pasa en Las Vegas...|S.Y.|Terminada.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora