Algo extraño me despertó, aunque aún no había ni amanecido. Me había acostado temprano, y todas las novedades y sucesos del día anterior, me habían hecho dormir profundamente y de un tirón. Había descansad de verdad. Aún tardé un par de segundos en darme cuenta dónde estaba, y cuál era mi situación. Sin haber abandonado del todo ese estado mágico que subsiste entre el sueño y la vigilia, creí oír que alguien me llamaba. Era una voz muy tenue, apenas imperceptible. Pero la voz se repetía. Alguien pronunciaba mi nombre, y yo lo seguía achacando a mi estado, aún semi dormido. La exigua luz que penetraba por la ventana, pareció hacerse más intensa, y esa voz pronunciando mi nombre más clara. De no haber sabido que era imposible, hubiese creído que era mi madre. De pronto alguien me hablaba a mi oído directamente, a centímetros de mí.
—Daniel, despierta –oí que me decían–.
Supuse que era Milagros, que venía a despertarme. No estaba espabilado todavía para darme cuenta que, de ser así, me habría llamado señorito, y no mi nombre a secas. Abrí los ojos. Y juro que delante de mí estaba mi madre. Iba con un vestido de luz blanca, pero podía ver su rostro y sus manos.
—Daniel, no estás soñando, soy yo, hijo –me decía–.
Y no podía salir de mi asombro. Aquello no podía ser, ¿qué me estaba pasando?
—No te asustes –seguía hablando aquella figura–, yo te lo explicaré todo. Después de esta conversación, todo estará más claro para ti.
—Pero... ¿No te habías muerto? –Sólo atiné a preguntar–.
Aquel espectro, que tenía el rostro de mi madre, sonreía, antes de contestarme.
—Así es, hijo mío; pero se me ha permitido regresar para darte un último mensaje –intentaba explicarme–. Sé que ahora ni lo puedes creer ni entender; pero confía en mí, por favor como siempre lo hiciste; y, después de lo que te vaya a decir, y cuando yo me vaya definitivamente, lo habrás comprendido todo.
Comprobé que estaba totalmente despierto. Comprobé que tenía los ojos bien abiertos, pero aún así un océano de incredulidad me invadía. Mi madre había posado una mano sobre mi cabeza, y eso pareció calmarme más.
—Verás Daniel, hijo. Lo primero que quiero es que creas en lo que estás percibiendo. Es totalmente real. Sólo voy a estar contigo unos minutos, luego no podré seguir a tu lado. Pero entonces ya estarás bien; y todo te irá como tú desees que te vaya. Así, que mi vida, créeme, confía en mí: siempre lo has hecho.
La confusión era tan grande que no podía pensar. Pero una sensación extraña me había invadido también. Me sentía insólitamente sosegado, y un efecto de confort y confianza me serenaba por completo.
—Sí madre –dije finalmente–.
Y de nuevo vi a mi madre sonreír con la habitual dulzura con la que ella solía hacerlo.
—Mira, hijo –proseguía con su mensaje–, antes de todo, lo que quiero, es que sepas que tú eres un chico especial; igual que lo soy yo, e igual que lo es tu hermana: aunque ella aún tendrá que esperar un año para descubrirlo. Mis ascendientes, yo misma, y mis descendientes, somos exclusivos: tenemos una cualidad que sólo se manifiesta cuando se cumplen catorce años. Con ella, descubrirás muchas cosas física y mentalmente; entre otras, que tendrás una capacidad de aprendizaje superior a la de los demás, que comprobarás que eres mucho más maduro que lo que tu edad indica, y otras muchas cosas que irás describiendo. Tu hermana también tiene todo eso, pero no debe descubrirlo hasta el año que viene, pasado su cumpleaños. Para que esa magia siga existiendo, tienen que suceder dos cosas. Primero, que alguien se lo cuente al que la posea, como lo hago yo ahora. Y segundo que esa persona crea sinceramente en todo ello. Pero, tristemente eso tiene consecuencias. Cuando alguien que la tenga llegue a esa edad concreta, le haya sido revelada esa verdad, y esa persona haya creído en ello, su antecesor debe morir. Por desgracia, yo me fui antes de que te lo pudiera explicar, debido a causas naturales, y no a las consecuencias que ahora te explico. Por eso se me han autorizado estos minutos contigo.
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Nuestra implacable educación [+18]
Ficção Geral•SOLO PARA MAYORES DE EDAD• Dos adolescentes son educados por su tía después de la muerte de su madre.