Una bruja y una cazadora sin nada en común deberán unirse para cumplir un objetivo sagrado: Salvar su mundo, y no caer en las sombras en el intento.
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A Aurea le gusta vivir al límite. No conforme con tener la matrícula condicional en la...
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A veces, cuando pensamos en cómo será el momento de conocer a alguien que será muy importante en nuestra vida, imaginamos que será especial. Pero lo real es que esas cosas pasan cuando menos lo esperas, y no siempre en las mejores circunstancias.
Aliena Dulrá no era mujer dada a las cursilerías, ni a las señales, ni a nada. A pesar de ser bruja, no le ponía especial atención a su poder. Sabía que era importante porque no había ninguna piromante como ella, pero jamás le dejaron saber la naturaleza de sus poderes hasta que el Dán se lo reveló poco después. Nunca esperó conocer a nadie especial, nunca pensó que habría gente que llegaría a su vida para siempre, a quienes aprendería a amar.
Cuando conoció a su dhan, Aziza Asarlaí, la afinidad entre ellas nació al instante. Se hicieron inseparables, se reconocieron como almas afines, y aún sin entender qué les había pasado al conocerse, estaban juntas a pasar de todo, y así siguieron cuando conocieron a Inxi y luego a Annevona.
Pero Aliena no estaba preparada para conocer a su primer danae, él tampoco. Ellos eran tan diferentes, de naturalezas tan contrarias, que nadie podría imaginar el profundo afecto que nació entre ambos. Ella, hija de un hechicero oscuro. Él, príncipe del reino de las hadas de Issenis. Ella era fría, sarcástica y egoísta. Él era bondad, alegría y grandeza. Oscuridad y luz se encontraron. Él tenía que odiarla por ser quien era, pero fue el único que la amó a pesar de sus sombras. Ella sabía que no podía amarlo e intentó negarlo muchas veces. Aún así, la historia de la bruja legendaria Aliena y el príncipe hada Arion sería muy cantada y conocida en los años siguientes. Conocida hasta el fin de los días de Xanardul.
Amores legendarios. Memorias de Xanardul
Amphelise de Thacir
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Aurea estaba inmóvil, sentada en el asiento del copiloto mientras Kazimir conducía. Estaban camino a la zona residencial de Etrica, un lugar algo alejado del centro pero rodeado de hermosas casas y comercios de lujo. Un lugar que ella apenas había escuchado nombrar, un barrio llamado "La joya". Chicas como ella, con esa ropa desgasta y sin un centavo en el bolsillo, no tenían derecho a aparecer por ahí. El barrio, como era de esperarse, estaba bien custodiado por patrullas de cazadores y por un sistema de seguridad de última generación. Intentó distraerse mirando las casas y las mansiones, pero eso no funcionaba. Estaba sentada en un auto con un vampiro de clase B en camino a conocer a un vampiro de clase A. ¿Por qué no mejor la mataban de una vez?
—¿Por qué tan tensa?— Kazimir no había hablado durante todo el camino, así que su voz solo la hizo saltar sobre su asiento, cosa que solo hizo reír al vampiro—. Tan tierna ella, me dan ganas de morderte las mejillas, ¿sabes? —dijo fingiendo una voz melosa, como si fuera un padre hablándole a una bebé—. ¿No quieres escuchar música para que te relajes?
—Ajá...—respondió apenas. Se secó un poco el sudor de la frente, no solo estaba tensa, estaba a punto de tener otro ataque de aquellos. Kazimir apretó el botón de encendido de la radio y pronto la música empezó a sonar. Lo extraño fue que no esperó que ese vampiro de quizá más de ochocientos años escuchara aquella emisora de radio. Y menos esa música. "Mundo de brujas" de Chaz sonaba en sus últimas notas.