No podría precisar el momento exacto en que empezó todo. Sarenne escuchó primero las balas, luego los gritos. Ella se hallaba en medio del salón acompañando al gobernador y a otros miembros ilustres del parlamento, cerca de ella se encontraban Marcio y Sasha. Lo que iba a ser un simple brindis, justo antes de volver a revisar el papeleo que autenticaba a los ganadores de la subasta como dueños de los libros adquiridos, se tornó de pronto en un verdadero desastre.
Cuando se dio cuenta ella agachaba la cabeza, miembros de la guardia los rodearon, y así se fueron custodiados hacia otro ambiente. Ella no entendía nada, solo le quedaba claro que algo malo sucedía y tenía que salvarse como sea. Al menos estaba cerca al hombre más protegido del salón, y en medio del alboroto acabó siguiéndolo a refugiarse.
Los hicieron pasar por uno de los pasillos hasta llegar al despacho principal del gobernador. Ahí, sobre el escritorio, vio la maleta con el libro que Velimir había comprado. El escándalo de afuera ya no escuchaba tan fuerte, y antes de que pudiera asomarse por la ventana a ver qué rayos sucedía, los agentes de seguridad clausuraron todas las ventanas, pues estas contaban con una barrera de metal que casi nunca se usaba.
—¿Ya terminaron el teatro? —Preguntó irritado el gobernador. Eso a Sarenne le extrañó. Siempre le había sonado amable y simpático, esa actitud no parecía ser propia de él—. Puedo solo a partir de ahora. Pónganse a cubierto, lo mejor será que no salgan de aquí.
—Si, señor —dijeron los guardias con actitud servil.
Algo en ellos tampoco estaba bien del todo. A pesar del alboroto, Sarenne notó que uno de los guardias la tomó fuerte del brazo, lo apretó con violencia, casi arrastrándola para la evacuación. Y en ese momento, al mirarlos salir con rapidez, notó que todos parecían bastante irritados. No solo eso, sus ojos no eran los mismos. La bibliotecaria contuvo la respiración. ¿No se estaba engañando? No, ella sabía lo que vio. Ojos rojos, hombres intentando ocultar sus dientes. Sus colmillos. Vampiros, los guardias del gobernador eran vampiros.
—Di... Disculpe... Gobernador —habló nerviosa. Se dio cuenta que le tembló la voz. Su mente intentaba asimilar esa idea, pero en verdad se sentía al borde de un ataque de pánico. Si los guardias eran vampiros, entonces él...
—Lo lamento, señorita Eckhart —contestó Velimir. Le daba la espalda, tenía las manos apoyadas en los bordes de su escritorio. Y su voz no parecía sonar para nada a la de alguien arrepentido—. Pero no soy yo mismo en este momento. Y me temo que no voy a tolerar pasar tanto tiempo a solas con usted, sobre todo cuando hay la luna roja en el cielo.
—¿Qué...?
Su pregunta quedó suspendida. Conforme el gobernador hablaba, su voz sonaba más furiosa. Y en ese preciso momento, cuando terminó de hablar, Sarenne vio como sus manos hacían añicos aquel grueso escritorio de roble, como si se tratara de un simple papel. Ella retrocedía a paso lento hacia la puerta.
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Memorias de Xanardul: Las escogidas [#1]
FantastikUna bruja y una cazadora sin nada en común deberán unirse para cumplir un objetivo sagrado: Salvar su mundo, y no caer en las sombras en el intento. *********** A Aurea le gusta vivir al límite. No conforme con tener la matrícula condicional en la...