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❝ Déjame acusarte❞

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❝ Déjame acusarte❞ .

Alexander Hamilton, hijo adoptivo de una de las más importantes personas llegó totalmente empapado a su casa mientras maldecía por lo bajo. El primer lugar al cual el caribeño se dirigió fue al despacho de George Washington. Dio un gran portazo cuando entró.

—¿Estás bien? —preguntó su tutor sin quitar la vista de sus papeles. Hamilton bufó y tomó asiento en una de las sillas detrás del escritorio.

—Tu jodido francés no deja de molestarme. —habló duramente mienteas se cruzaba de brazos. George le miró.

—¿Lafayette? Oh, vamos bicho, él solo trata de ser tu amigo —dijo mientras apartaba su mirada a los papeles para dirigirla hacía él con una sonrisa en su viejo rostro.

—No deja de insinuarme, pad- señor —. Se apresuró a decir con el entrecejo ligeramente fruncido. Washington soltó una gran carcajada.

—Tiene ciertas preferencias a su mismo género. Tal vez está tratando de coquetearte. ¿Tienes problemas con los gays?

—Pero se cree superior a mí y-

—Mira, Alexander, si tanto te molesta le hablaré, ¿está bien? —dijo él con un súbito tono, Alexander iba a decir algo pero rápidamente cerró los labios, cayendo en cuenta de su comportamiento infantil.

—Lo lamento, señor.

Susurró él con la cabeza levantaba directamente hacia los ojos de Washington. Él suspiró. Alexander salió de el despacho y se arregló recordando que ese día tendría una cita con Elizabeth. Salió de la casa no sin antes despedirse de Martha (la cual amablemente le había prestado su auto, aún cuando Alexander le había dicho que no era necesario, pero bueno, Hamilton le gustaba darle el gusto a la buena y dulce señora). Por un minuto miró su reflejo por el espejo retrovisor. preguntándose si había sido lo más correcto y sensato de su parte haber dejado que George y Martha le adoptaran. Era una persona muy fría para esa clase de familias.

De todas formas decidió no pensar en ello y arrancó. Había conseguido su carnet de conducir en el internado gracias a Washington. Recordarlo lo entristecía.

Quedaron de verse en un café, Eliza le había pasado la dirección por su celular. Cuando llegó, vio a la chica con un brillante vestido aqua y una sonrisa en sus rosados labios. Estacionó el auto y entró donde la muchacha se encontraba sentado, al lado de la ventana.

—Alexander, es un gusto ver que llegaste —comenzó la castaña sin dejar de sonreír. Hamilton se esforzó en hacer lo mismo y saludarle.

Se sentó en frente de la chica y suspiró.

—Eli, ¿co-

—Iré directo al grano, ¿te parece? —dijo Eliza de sopetón sin dejar de sonreirle, pero ahora miraba atentamente al café que recientemente le habían llevado, poniéndole azúcar.

El ojiverde se quedó callado. Confundido mirando atentamente a la fémina.

—Espero demasiado no molestarte con mi favor... Alex, eres un gran amigo mio en el tiempo que llevamos conociéndonos, ¿sabes? Te importaría... ¿te importaría besarme?

Congelado. Era la mejor descripción para el estado en el que se encontraban. Absolutamente perplejo por la osadía de Elizabeth. Nunca habría imaginado que viniendo con aquella dulce muchacha saldrían tales palabras.

Hamilton tragó saliva.

—¿Para qué?

—Tus labios parecen ser muy suaves —contestó la chica mirándole con ojos inocentes y esa sonrisa en sus labios, mirándole directamente.

¿qué pierdo? se preguntó. Eliza era una chica bonita y joven. Alexander nunca le había molestado besar a personas. Solamente era un beso, ¿no? Se levantó de su asiento y se acercó a la chica lentamente. Se inclinó ante ella tomando su rostro entre sus manos y acercó sus labios a los suyos. Y la besó. El beso parecía tierno y delicado. Necesitado. Las demás personas del café los miraron por un rato.

Es un experimento pensó para luego separarse. La chica le seguía sonriendo.

—Bueno, señorita, me debo retirar, pero la veo luego. —dijo con coquetería para luego depositar un beso en su mano.

La joven igual se despidió de él con un beso corto. Hamilton corrió hasta su auto, abrió la puerta del piloto y luego restregó sus manos en su cara. Confundido. Asustado.

Llamó a John.

—Hey Pecas, ¿sigue en pie eso del billar?, ¿habrá mujeres? —Comenzó él luego del timbre.

—Joder Alexander, obviamente sigue en pie, te paso la dirección. No faltes, ¿está bien?

Besaría a cada mujer esa noche. A cada una. Cada una hasta que se sintiera satisfecho.

El beso con Elizabeth no le había gustado. Nada.

"¿tienes problemas con los gays, Alexander?"

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¡Muchas gracias por el apoyo! He aquí el capítulo 6, espero pronto tener el 7. uwu

No sé por qué, quería hacer más animada a Eliza y más directa, no me pregunten. (?)

₊˚*・῾ Mírame | hamlaff°·*• ˎˊ-༄*Donde viven las historias. Descúbrelo ahora