❝ Déjame cubrirte❞.
Alexander no se da cuenta de la gravedad de volver a la casa de Washington hasta que cuando abre la puerta su celular no para de sonar (afortunadamente o desafortunadamente, el caribeño había dejado su teléfono el el auto). Simplemente al encontrarse ya sentado en el asiento del piloto con Lafayette a su lado, lo pone en modo no molestar y lo deja donde se encontraba y coloca la llave en la ranura.
El coche se llena de incomodidad cuando inicia el transcurso de treinta y ocho minutos hacia la casa de Alexander. Los dedos del ojiverde tiemblan en el volante. Ninguno dice nada. El francés se halla con la mirada perdida en su ventana los próximos cinco minutos hasta que Alexander se digna a hablar.
-La casa era muy bonita, ¿al propietario no le molestó que ocupara una de sus habitaciones? -sale como un cuestionamiento normal y Alex se felicita internamente por lograr que esas palabras hayan sonado calmadas.
-La casa es de John, Hércules y mía.
-Oh.
El auto frena en un semáforo. Los dedos del caribeño siguen tamborileando nerviosamente contra el volante y la pierna de éste mismo comienza a unirse al tamborileo nervioso. Alexander no tiene un mínimo control de su cuerpo. A su mente viene una pregunta algo difícil de formular. No halla las palabras suficientes para hacerlo. La ropa. Claro. La ropa que tenía puesta Hamilton al despertar era de Lafayette. Supone que la habitación también.
-¿Tú y yo tuvimos sexo anoc-
-Ni siquiera te toqué de esa forma, Alexander -las palabras salen duras y graves de la garganta del francés sin un ápice del tono coqueto que había utilizado con el caribeño anteriormente. Sigue mirando por la ventana. Alexander solo puede mirar al frente.
-Perdón por insinuarlo -dice el caribeño con voz potente y clara aunque a pesar de ello el francés lo oye. Alexander se siente mal cuando sabe que la noche anterior lo único que quiso Lafayette era ayudarlo. Pero no por ello dejara que lo intimide.
-No te preocupes, estás en tu derecho -Lafayette se encoge de hombros, restándole importancia al asunto. -Ya que estamos haciendo preguntas... ¿viste la cara de la persona que te golpeó?
El tamborileo nervioso de los dedos de Alex paran abruptamente. Al igual que su pierna. Se tensa completamente ante la pregunta y esta vez el francés quita su codo del posa brazos y deja de mirar por la ventana. Sus ojos color ámbar se quedan clavados en el ojiverde. No lo apresura, en cambio Lafayette espera pacientemente por una respuesta. Si es que llega. El semáforo cambia a verde y Alexander rápidamente arranca el auto. Silencio.
Sólo silencio. Alexander se halla perdido con su vista en la carretera. Lafayette suspira y deja de mirar al caribeño para ahora mirar sus pies.
-Todo lo que vi era una mancha borrosa. Un hombre. Tal vez un poco más bajo que tú. Tenía el pelo rizado y desordenado... -responde lo más calmado que puede, aprieta el acelerador un poco más. Se siente molesto. Pudo haber hecho demasiado para detenerlo.
Pero no lo hizo.
El francés vuelve a fijar su vista en la ventana.
-No volverá a ocurrir algo así. No te preocupes.
A pesar de que Lafayette no lo está viendo en ese momento, el caribeño asiente en respuesta de forma lenta. El resto del camino es en silencio, Alex tiene el impulso de encender la radio para llenar el silencio. Pero no lo hace. Está sumido en sus pensamientos mientras conduce. Hay veces en las cuales Alexander iba a tomar el camino equivocado y Lafayette le señala el correcto. Pero más allá de eso no hay más contacto. El ojiverde estaciona el auto en la entrada de su casa para luego sacar las llaves del auto de la ranura. Por un instante los dos se quedan quietos y apacibles dentro del auto apagado.
Alexander quiere decir algo.
Lafayette quiere decir algo.
Pero ninguno lo dice.
Al francés le corresponde romper ese silencio y sale del coche. Hamilton reacciona y hace lo mismo. Los dos caminan hacia la entrada. Al llegar a la puerta, Alex toca el timbre. La aura que emanan un francés y un caribeño huérfano es extraña a más no poder. Afortunadamente no tardan en abrir la puerta y una Martha preocupada se lanza a abrazar a su adoptivo hijo.
-Oh Dios mío, ¡estaba tan preocupada!, no vuelvas a hacerme algo así nunca más -exclama la señora en el hombro del joven. Washington al oír todo el ajetreo no tarda en aparecer también. Lafayette logra ver como la mirada sepulcral del señor se convierte en alivio al ver a Hamilton refugiado en los brazos de su esposa. George se queda en el marco de la puerta observando enternecido la escena. Su mirada no tarda pasar al francés al cual le agradece con una sonrisa corta.
Cuando Martha corta el abrazo sostiene de los hombros a Hamilton. No tarda en reparar en el golpe que tiene en su mejilla.
-Santo cielo, ¿qué te pasó en la cara, cariño? -los ojos de la bondadosa Martha se abren de par en par y toca el daño a través de las gasas puestas de manera reparable en la herida.
Washington mira a Lafayette para una explicación creíble. El francés se encuentra abriendo la boca para dar esa explicación cuando Alex se le adelanta.
-Lamento demasiado preocuparte, Martha. La herida es algo divertido de contar, ¿sabes? Me puse demasiado borracho y comencé a cantar y a moverme como loco, terminé golpeándome con la esquina de la mesa, lo hubieras visto. Fue verdaderamente cómico, ¿no es así Lafayette? -para agregarle credibilidad al asunto, el caribeño suelta una risa muy bien trabajada.
-Lo fue, Alexander -dice el francés pero él lo único que hace es sonreír de forma fingida. Ni siquiera lo piensa. Muy internamente de él, el moreno agradece a Hamilton por cubrirle una larga explicación. Pero al instante se siente culpable.
Martha sonríe. Pero se muestra más feliz George al darse cuenta que Alexander ganó amistades y más con una persona con la cual tuvo buenos inicios.
-Gracias por traerlo hijo -dirige Martha su vista hacia Lafayette con una sonrisa hermosa.
-No es nada Martha -dice el francés con total confianza a la señora mostrándole una sonrisa. Washington también le agradece con un asentimiento. La pequeña familia no tarda en entrar a la casa. Lafayette se queda sólo en la entrada. Suspira mientras revuelve su cabello.
Maldice a Alexander. Los maldice a todos. Camina hacia su casa que está prácticamente al lado. Se siente como un tonto. A su mente viene a un drogado caribeño acostado en su cama, diciéndole que tenga sexo con él. Mientras camina, el rizado niega con la cabeza. Ya no, el francés no va a tener sexo con Hamilton. No piensa tener sexo con personas que están igual o más rotas que él. Un Alexander llorando por su madre es lo siguiente en lo que piensa Lafayette.
El sexo es una alternativa para él. Coger para olvidarse de los problemas. Coger para perderse en sí mismo. Para perderse en la piel de otras personas. No le hará eso a Alex, bien haría el caribeño en mantenerse alejado, piensa.
Es tan jodidamente afortunado en tener a Martha y a George.
Cuando llega a su casa se pone una chamarra y cambia de calzado luego de ello va a la cochera y saca su motocicleta. Tiene que hacer una parada repentina antes de ir a la casa compartida que tiene con John y Hércules. Asegura su hogar y cierra la cochera y se sube a su transporte y arranca. Dirigiéndose a toda prisa a su destino. Hamiton lo único que hace es mirarlo por la ventana de su habitación.
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₊˚*・῾ Mírame | hamlaff°·*• ˎˊ-༄*
Fanfiction-Nunca supo lo que en realidad era Lafayette hasta que descubrió cada uno de sus secretos. Lafayette nunca supo quién era Alexander hasta que besó cada centímetro de su piel. /B o r r a d o r.