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❝ Déjame llevarte❞

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Déjame llevarte❞.

Lafayette se levanta porque su celular no deja de sonar. Se talla los ojos con pesadez y vuelve a tomar su móvil que está en su mesita de noche. Tiene cinco llamadas pérdidas y dieciséis mensajes (no se quiere imaginar como está el celular del caribeño). Todos de Washington. Preguntando una y otra vez por Alexander y sobre su paradero. El francés procede a mandarle un mensaje de voz afirmándole que el caribeño está con él.  Le comenta que se emborrachó anoche y que por ello no pudo contestar, pero que no le pasó nada más que un golpe, que lo llevará a casa lo más pronto posible. Le dice que cayó dormido y que ahora están en la casa de Hércules. Lo último es obviamente mentira.

El marqués se levanta y le echa una ojeada a Alexander. Toda la noche lo sujetó de la mano pero seguramente en el transcurso de ésta su mano perdió fuerza y ahora se encuentra tumbada en las sábanas. Alex está profundamente dormido. Su pecho se levanta cada vez que respira. Lo que pasó anoche ahora luce como un sueño. Una obra de la mente de Lafayette. Pero la prueba de que no fue así está justamente delante de él.

Se dirige al baño para sacar la ropa de el ojiverde de la secadora. Cuando lo hace, deja su ropa suavemente en la cama. Para que se la ponga cuando se levante. Oh, y las llaves del auto de Martha que, afortunadamente, seguían en el bolsillo de su pantalón.

Lafayette se dirige abajo, no sin antes cerrar la puerta de su habitación detrás de él. Con el torso desnudo y descalzo. Al llegar abajo, hay un desorden; vasos desechables regados por todas partes, condones tirados y líquidos derramados. Ve a John sentado en el sofá, leyendo El Club de la Pelea mientras fuma un cigarrillo y con el  ojo morado.

El rizado se acerca al pecoso, llamando su atención dándole un leve golpe en la cabeza.

—¿Qué diablos te pasó en el ojo? —exclama Lafayette sentándose a su lado.

—Mi padre se puso furioso cuando volví de la escuela—murmura John sin quitar la vista de su libro, las palabras salen de su boca con dificultad.

—Mierda, John. ¿Quieres que haga al-

—No, no vale la pena.

Los dos se sumergen en un silencio sepulcral. La cara llena de pecas de John tiene un golpe que ocupa parte de su mejilla. Una vez, el padre de John lo golpeó en frente de Lafayette y Hércules. Lafayette se abalanzó contra el padre del pecoso pero no llegó a golpearlo porque Mulligan lo detuvo.

—Sabes que puedes mudarte aquí cuando quieras. Esta casa es de los tres, ¿lo sabes no? Tuya, mía y de Herc. Mierda, John. No tienes porque soportar algo así —dice el francés con firmeza mirando a la nada.

—Sí, claro que lo sé —Laurens ríe en un timbre triste. Deja caer el libro y lo pone en sus muslos —¿Sabes que es lo gracioso, Laffy? Que él no era así. Era un padre… ahora parece un jodido mounstro. No quiere mi ayuda. Pero no me marcharé… y eso es lo más enfermo, aún lo quiero. Si no fuera por ti y Hércules…

₊˚*・῾ Mírame | hamlaff°·*• ˎˊ-༄*Donde viven las historias. Descúbrelo ahora