CAPITULO CUARENTA

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  Camilo Alvares subió el cierre de su chaqueta de cuero y apretó la mandíbula reprimiendo el impulso de romper la puerta con una patada y agarrar a golpes a Ruggero Pasquarelli.

Paciencia, pensó, el jefe prohibió lastimar o matar al sujeto de su objetivo.

Salió de la extensa entrada de la gran mansión Pasquarelli.

El frío viento de invierno lo abrazaba haciéndolo estremecerse, subió la vista hasta el cielo y contemplo la vista llena de nubes recargadas de agua.

Estaba seguro que las seguidas lluvias que había eran una señal de una próxima nevada, tal vez no tan fuerte pero lo habría.

Entro en su Audi R8 plateado y arranco el motor y en menos de un minuto ya se encontraba en las afueras de la vivienda de Pasquarelli.

Mientras cruzaba las calles transitadas de Nueva Orleans su móvil sonó, vibraba en su bolsillo derecho una y otra vez.

Decidió ignorar quien sea que fuera que le estuviese llamando, solo tenía en mente en ir hasta su jefe en el fallido plan de pedir el proyecto de una manera ''fácil''.

Rio con amargura cuando la voz del jefe resonó en su cabeza ordenándole pedirlo de manera buena como si preguntara por dulces.

Definitivamente un plan muy blandengue para un mafioso.

Se había confiado creyendo que por estar infiltrado entre el gobierno y trabajar como uno de ellos podría conseguir los planos para su gente, tenía la esperanza que así fuera pero nunca pensó en preguntar en un principio al Coronel si las habría registrado antes su metedura de pata.

Pasquarelli era una hombre inteligente y sabia que su insistencia le preocupaba, solo esperaba que no sospechara nada extraño o comenzara a investigar.

Eso le traería muchísimos problemas.

Llevaba casi un año infiltrado entre el gobierno bajo el nombre de Camilo Alvares.
Bufo.

Típico estúpido nombre americano, comenzaba a extrañar su nombre real Maikol Brack.

Si no había algo más que odiara que Estados Unidos era estar pasándose por uno de sus habitantes.

''Hazlo por tu familia'' le había dicho el jefe antes de insertarlo en la misión.

El móvil comenzó a sonar nuevamente y Camilo lo cogió deteniendo el coche en el semáforo en rojo.

-¿Qué? -espeto.

-Maldición, Brack, mueve el culo. Sebastian está comenzando a amenazar sobre arrancar tu cabeza y ponerla de trofeo si no estás acá en un instante.

Como si le importara si usara su cabeza como trofeo o de pisapapeles.

-Estoy allá en 15.

-Que sean 10 -y se corto la conexión.

Espero que el semáforo cambiara a verde y avanzo con velocidad.

Cerró las puertas del Audi tras él y se adentro en el edificio viejo y mugroso.

Por fuera parecía un simple edificio abandonado pero por dentro tenia cosas que muchas personas, personas normales y aburridas, nunca pensarían jamás.

Sintió la mirada de sus compañeros sobre él mientras caminaba por el pasillo y evito el contacto visual con algunos de ellos.

Algunos de ellos estaban en una habitación jugando póker, otros entrenando o golpeando cosas -o a alguien- y probablemente tirándose a alguna puta.

-Eh, hermano.

Gaston paso por su lado y toco su hombro recibiendo un fuerte empujón de su parte.

-No me toques -gruño y siguió caminando.

-Lo siento, hermano, me olvide de ello.

-¿Hermano? -bufo- Has pasado mucho tiempo con los americanos.

Un Mes De Placer (Ruggerol)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora