CAPITULO CUARENTA Y DOS

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  La multitud de gente en el Barrio Fránces de Nueva Orléans era sorprendentemente espesa, las calles estaban transitadas por diferentes coches y las aceras llenas de personas por doquier.

A Karol no le hubiese sorprendido si alguien se desmayaba entre las personas.

Ruggero paso su brazo por los hombros de Karol y la acerco mas a su cuerpo.

Se sentía tan genial poder caminar con el y reír como si en verdad fueran una pareja.

Ojála.

Ella suspiro y le sonrío cuando él dijo algo, cerro un poco su chaqueta por el frío que empezaba a colarse por su piel dandole escalofríos.

-Hace frío -murmuro ella.

-Ni que lo digas, ¿quién diría que Nueva Orléans estaría tan frío? Siempre pense que era mas un lugar cálido que frío.

Ella asintio y señalo con su dedo un local.

-¡Mira, Starbucks! -dijo la pelinegra sonriente.

Ruggero pellizco su mejilla y la llevo hasta el local.

-Pareces una niña pequeña emocionada por su muñeca -le dijo divertido.

-Te digo, nunca crei emocionarme tanto en encontrar un Starbucks acá. Siempre ha sido mi delirio y sin ofender, pero estar dos semanas encerrada en tu casa no me ayudaban en nada.

-Pero no pones resistencia alguna, sabes que te gusta cher -guiño su ojo y pidió un Moccacino y un café solo, junto a una magdalena de chocolate.

Karol le dio un mordisco a la magdalena y digusto su sabor.

-Hmm, no es tan buena como las de Diana pero es algo.

-Nadie mejor que Diana.

-Claro que si, cocinas como profesional -señalo- sería genial que pudiera llevarte a ti o a Diana hasta Houston -dejo escapar un suspiro y su sonrisa se torno en una mueca.

Ruggero solo la escucho, sin responder, acarició su mejilla y llevo un mechon de cabello detras de su oreja.

El también deseaba poder irse con ella.

-¿Te gustan los caballos? -ella lo miro con un brillo en los ojos, eso le respondía a todo.

-Me encantan.

-Vamos, te mostrare algo -sonrío y sostuvo su mano.

Caminaron unos cuantos minutos hasta llegar a un lugar donde había unos cuantos puestos donde había mujeres con sus tarjetas de Tarot y pinturas de artes, algunas tiendas de tatuajes y piercing y por último paseos en caballos.

La cara de Karol se ilumino a ver los caballos atados a un carruaje, siempre le habían encantado los carruajes.

Apreto la mano de Ruggero en la suya y luego de haber pagado ambos se montaron en el carruaje.

Cuando el caballo comenzo a andar ella miraba fascinada el paisaje.

Aunque estaba todo un poco oscuro lograba ver gran parte.

Sonrío.

Ruggero era tan considerado con ella, generoso, amable y además era un amor.

-Gracias -susurro y apoyo su cabeza de su hombro.

-No tienes porque agradecerlo, cher -sonrío.

Estaba completamente enamorada de él, en su interior aquella declaracíon la hacía sentir tan cálida y a gusto con ella misma.

"Cuando se ama, el corazón es el que juzga" le había dicho una vez su profesora de Literatura.

Se aseguraba que Ruggero sentiría lo mismo y decidió dar el primer paso.

Se lo diría.

Así tal vez ambos podrian comenzar una vida...juntos.

Cuando el caballo se detuvo Ruggero y la ayudo a bajarse, Karol se le abalanzo encima y le dio un beso.

El casi cae ante la sorpresa y respondio al beso pasando sus manos por su cintura.

-Debería darte un paseo en caballo mas a menudo -dijo divertido.

-Rugge...

-¿Si?

Ella tomo aliento y se dio fuerzas para decir esas dos simples palabras.

Todo cambiaria, de eso estaba segura pero esperaba que fuera para bien.

-Te amo.  

Un Mes De Placer (Ruggerol)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora