Es él

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Al ser lunes, todo el mundo se va a trabajar desde tempranito. Su padre yéndose a la municipalidad en busca de un cargo muchísimo más prometedor. Su madre, en cambio, partió a las siete, un poco más tarde que su padre, a la pastelería que tenía en el centro. Mientras que su hermana mayor, Marina, se fue al trabajo como asistente de un micro empresa, muy cerca del centro.

Eli pensó en la idea de trabajar, claro. No obstante, primero prefirió acostumbrarse a la facultad. Era mejor dar pasos pequeños y seguros.

Ordenó toda la casa. Puso a calentar la comida que le dejó su mamá a la mañana, antes de que partiera. Se puso a ver la televisión, su novela de la tarde. Al finalizar, ya son la dos y media. Recoge lo que ensució, y comienza a prepararse para ir al profesorado.

De su ropero saca unos vaqueros ajustados de tela oscura, tiro alto. Lo combina con una fina camisa de mangas cortas de gasa blanca. Se coloca sus diarios borcegos negros con tacos de dos centímetros.

Escucha la puerta principal cerrarse. Su hermana, ¡mierda! Seguramente vino de malhumor. Cierra, también, la puerta de su habitación, así no tendría que andar soportando a la pesadísima de su hermana mayor. Se maquilla simple, sin usar delineador, puesto que era un rival mientras estaba en la facultad, le hacían los ojos pesados.

A las cinco de la tarde termina de prepararse. Pasa lo que le resta acomodando su bolso. Alrededor de las seis y diez, pasa su padre con el coche para llevarla al instituto. Eli se coloca un abrigo de paño color camel antes de partir hasta el profesorado.

—   ¡Cuánto perfume, niña! —ríe su padre al volante

—   El perfume es esencial, papi —le contesta su hija al momento en el que cierra la puerta del coche.

Llega al momento justo, malo. La portera toma nota de las llegadas, de la hora en la que llega cada uno, se trata de una facultad o instituto, o profesorado bastante exigente y criticón, donde los profesores de nivel terciario les gustaban concluir la personalidad de cada uno con su presencia física.

Estas condiciones confundían la inexperta mentalidad de Eli. Prefiere no seguir con el embrolle. Entra al aula, por suerte acompañada de algunos que otros. El profesor  de “Psicología y Cultura 1” saludaba educadamente a los recién llegados, era un tipo de apariencia serena, de amplia frente.

Se sienta en su banco habitual. ¿Es que a nadie le gusta sentarse adelante? En el camino, saluda con la mirada Cristina, la chica de Starbucks, le devuelve el saludo.

Eli se sienta un poco mal, puesto que otra vez, se sienta sola. Frente a toda la fila. Sola.

En el «recreo», el tiempo libre para comer algo, saca unos billetes de su bolso para comprar un sobrecito de café instantáneo y unas galletitas de agua. El hombre que atiende un pequeño almacén dentro de la facultad, generosamente hierve el agua para que su clienta pueda prepararse lo que pidió. Paga todo y se dirige a un comedor bastante amplio. No hay muchos estudiantes, la mayoría están en las aulas, o caminando mientras conversaban en voz baja. Saca su celular para distraerse un poco.

Odiosamente, tiene que sacarse los auriculares de sus oídos, puesto que una joven se le avecinaba directamente hacia ella.

—   ¿Otra vez solita? —es Cris.

—   ¡Hola! —sonríe mostrando los dientes, pausando la canción “Baby be me”.

—   ¿No preferís estar conmigo, y mi grupo de chicas? Porque es una pena que estés tan sola acá. Ya sé: “soy la chica nueva, no me conoce nadie” pero… debes abrirte —hizo un ademán con las manos.

Libertino XXI (Nouvelle)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora