La cena transcurre de manera asfixiante y pesada, eso significaría que le va a caer muy mal el caldo de gallino que preparó su madre, quien ésta la miraba con preocupación.
Elizabeth se sorprende el hecho de que su madre no haya dicho nada acerca de su amigo frente a su padre. Los cuatro, en silencio, comen en algo que está muy lejos de “en paz”. Se lleva el vaso en sus labios para terminar su plato, mientras tanto su madre se pone de pie para recoger todo, diciéndole:
— Vas a tener que lavar los platos, Elizabeth —le dice de forma distante, irónico, puesto que la tiene enfrente.
— ¿No lo puede hacer Marina?
— Tu hermana está cansada.
Elizabeth revolea los ojos, irritada. Su hermana le gruñe. Sin que la chica tuviera otra salida, responde a la obligación de su madre. Se prepara y se arremanga sus mangas para limpiar el pequeño chiquero. Agarra la crujiente y juguetona esponja amarillenta, le echa unas cuantas gotas de detergente de cocina y comienza fregar los platos de porcelana, los vasos de vidrio, los cubiertos de metal.
— No le conté nada a tu padre porque llegó cansado —le susurra su madre en su oído. Elizabeth suspira con fastidio. Aprovecha que nadie, excepto ellas dos, esté en la sala para replicar.
— Deja de hacerte la cabeza de que me van a secuestrar o a violar para después tirarme en una zanja, mamá. Ya me criaste, ya me educaste, ya sé cómo moverme.
— ¡No digas eso, querida! —la madre frunce sus labios con aberración.
— Suena repulsivo, ya sé, pero así razona tu mente, mamá. ¿Cuál es el problema? ¿Tener que abandonar el nido?
— ¡Cómo vas a juntarte con un hombre tan mayor, Elizabeth! —implanta su desentendimiento y paranoia, volviéndose así una pregunta retórica.
— Por si no sabías, hay muchos hombres mayores en mi curso, en el instituto. Es normal que suceda esto.
— Pero no sólo es “un compañero”, ¡ahora resulta que es tu amigo!
Maldita sea. ¿Por qué se sinceró tan abruptamente, ignorando toda consecuencia al momento de anoticiar su nueva amistad atípica?
— Em —Elizabeth retira sus manos mojadas del lavadero—, bueno, es que me cae bien y por eso es mi amigo, ma.
La madre por poco pensó en chocar su palma en su rostro por la tontada que se hallaba su hija, quien ésta está dispuesta en hacer los pases con su progenitora, a la que tanto amaba y respetaba.
— Tengo que crecer, ma. Tengo que evolucionar y madurar, de una vez. Seré tu hija toda la vida, pero ya no seré una niña tonta e ingenua. Crecer es también socializar con otras personas. Por favor, mamá, no detengas mi madurez —le cuenta ella mientras la abraza muy de cerca.
La madre baja las comisuras de sus labios. Prácticamente, ella no dice ninguna palabra que solidificase su aprobación sobre lo que sucede. Sólo gesticula.
— Me voy a dormir.
Camina con tranquilidad por los pasillos, desenvolviendo el nerviosismo y la incomodidad. Al traspasar el umbral, levanta su pie izquierdo en dirección a un costado para cerrar la puerta con él, puesto que se encuentra ocupada formándose un desprolijo rodete que cae en sus hombros ineficazmente, pareciendo una Geisha muy mal peinada. Comienza a desvestirse, dejando su conjunto encima de su pequeño sillón. Elizabeth lo observa por un rato, se da cuenta de la primera finalidad que tendría aquel asiento, como objeto decorador para su cuarto. Quién pensaría que se transformaría en su segundo armario.

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Libertino XXI (Nouvelle)
Misteri / ThrillerLa nueva hipótesis transformada en la base de este siglo.