Izuku prefiere los libros a las personas, la librería de segunda mano en la que trabaja hace unos años es su refugio que lo protege de su pasado. Pero un día comienza a recibir señales de que su pasado volvía a atormentarlo.
Narrado en primera pers...
La segunda vez que vi a Shoto fue tres semanas después que me dejará la lista de libros. Cuando vino a la tienda, le dí en catálogo de una exposición que había encontrado con algunos de los libros de la lista. Él miraba los títulos y luego a mí, los ojos le brillaban.
- Que rápido, gracias- dijo y sonrió. Me gustó que le gustarán los libros, me gustó mucho.
- Hay algo más ...pero no estaba en tu lista.- Había encontrado un diario de viaje, "La Italia de Florence". Me pasé una semana buscando hasta que al fin lo encontré. Había marcado con señaladores páginas que podían resultar interesantes.
- ¿Algo más?- pregunto ansioso Shoto.
Le pase el pequeño libro y le dije rápidamente:
- Probablemente no sea nada, no estaba en tu lista. Es un libro autopublicado.
Shoto estaba hojeando las páginas que yo había marcado. Me miró.
- ¿Te has planteado dedicarte a la investigación? Podrías enseñarle un par de cosas a la gente con la que trabajo.
- Izuku ya tiene trabajo.- dijo Aizawa saliendo desde el fondo. Shoto se rió.
- No voy a robartelo- y luego se dirigió a mí- Gracias, de verdad.
- Puedes revisarlos hasta que cerremos para comprobar que te sirven.
Se sentó en la mesa y yo volví a la barra de desayuno a seguir con mi trabajo. Cuando volví al mostrador, Shoto estaba de pie junto a las escaleras hablando con mi jefe. Ambos me miraron cuando me acerqué.
- Todoroki me ha dicho que has hecho un gran trabajo.
- Gracias.
- ¿Vamos a tomar una copa?- propuso Shoto. Di por hecho que hablaba con Aizawa, pero resultó que estaba hablando conmigo. Y mientras pensaba como decirle que no, él dijo:
-Me gustaría saber más de estos libros y como se te han ocurrido.- Y como era justo lo que me apetecía contar, dije que si.
- Adelante, no hagas nada que yo no haría- dijo Aizawa. Fui a por mi abrigo. Cuando regresé Shoto me dijo:
- No quiero hacerte perder tiempo si tienes planes, pero ¿y si comemos algo?
Se le veía nervioso y no dejaba de apartarse el pelo de la cara, le sonreí y acepté. No queria beber con el estómago vacío.
Fuimos a un italiano. Shoto fue quien rompió el hielo:
- Cuéntame algo de ti, Midoriya.
- Trabajo en una librería jjejeje, empecé a trabajar allí a los quince, me gusta mucho. Ahora cuéntame tú.
- Cuando tenía quince me hubiera encantado trabajar, pero mi hermana y yo vivamos con mi padre desde que mis padres se divorciaron, y él era muy estricto con los deberes. Cuando él murió cada uno siguió su vida.- me contó muchas cosas más, que había estado "enfermo" mucho tiempo, sobre su carrera, su trabajo.
Eran más de las diez cuando salimos y aunque no dejé que me acompañara a casa, quedé en cenar con él en su casa el sábado . Me apuntó su dirección en el móvil e intentó besarme, lo esquivé a tiempo sin parecer que lo estaba rechazando.
Sabía que si iba el sábado a su casa aquello sería considerado una cita. No sabía si iba a quedarme a pasar la noche, pero me llevé un cepillo de dientes por si acaso, y una botella de vino que me dio Aizawa. El piso de Shoto era muy bonito y parecía demasiado ordenado: los bolis del escritorio alineados de una manera nada accidental y las estanterias más ordenadas que en la tienda.
Me hizo muchas preguntas (odio que ese sea el requisito oficial para echar un polvo) y yo le pregunté por su vida universitaria. Me gustaba oírlo hablar de eso.
Me quedé, estuvo bien. El lunes vino a la tienda y esa misma semana fuimos al cine. El sábado fui a cenar a su casa otra vez, las preguntas empezaron a ser excesivas. Y a la mañana siguiente cuando fuí a ponerme mis botas rojas, me di cuenta que no sólo estaban perfectamente alineadas, sino que también limpias. En mi mente apareció un cartel "salida de emergencia" .
-¿Qué es esto?- cuando vi mis zapatos. No creo que estuvieran tan limpios ni siquiera cuando los compré. Se encogió de hombros.
- Me he despertado pronto- me reí.
- ¿Y ya has acabado tu doctorado y no tenías nada mejor que hacer que limpiarme los zapatos? No es que no lo aprecie....- de repente me miró muy serio.
-¿Tienes tiempo para hablar?
Quise decir que no, pero cuanto antes hablará antes podría largarme.
- Claro!
Nos sentamos. El me miró y respiró profundo, pensé: "vaya, así deben sentirse los hombres cuando las mujeres le dicen que puede que las pastillas anticonceptivas no hayan hecho su trabajo".
- ¿Recuerdas que te dije que estuve enfermo?- asentí- Bueno, es una especie de... Es una enfermedad mental. La cosa nunca mejoró, el que mejoró fui yo controlandola.
- Vaya- sólo atiné a decir eso.
- Estoy obsesionado con el control. No me gusta la sensación de que lo he perdido.
Me di cuenta de que tenía las manos en la rodilla y su posición era perfecta. Yo estaba sentado enfrente, me pregunté si debía moverme y adoptar una postura más simétrica. Recordé como había dejado los palillos perfectamente alineados cuando acabó de comer.
- Así que controló todo aquello que puedo controlar.
Me miró y asentí, podía entenderlo.
- Como tu piso.
- Si, sé que está demasiado ordenado, pero es la mejor forma que tengo de llevarlo. Lo siento. Debería haberme dado cuenta de lo raro que te parecería que te limpiarla los zapatos.
Yo nunca podría hablar de mi mismo de la forma que él lo hacía, así que lo escuché. Me hablo de su medicación, que tomaba antipsicóticos y que no se convertía en uno si dejaba de tomarlos. Lo sentí por él. Me puse triste, me hizo sentir incómodo. Estaba claro que perteneciamos a la misma "tribu". Aunque yo nunca hablaría de mi historia, era un secreto.
- Gracias por contármelo, Shoto.- Y lo dije en serio.
- ¿Todavía quieres que quedemos en jueves?- Teníamos previsto ir al Museo.
- Por supuesto.- le contesté.
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