Izuku prefiere los libros a las personas, la librería de segunda mano en la que trabaja hace unos años es su refugio que lo protege de su pasado. Pero un día comienza a recibir señales de que su pasado volvía a atormentarlo.
Narrado en primera pers...
Cerré la puerta detrás de mí pero no encendí la luz. Le quité la chincheta a la postal. Sentí nostálgia y rabia. La doble y me la metí en el bolsillo junto al amuleto. Y luego me di cuenta.
No había dicho nada de Kobe en el poema. Aizawa debió contarle que estuve allí de vacaciones, pero no tenía por qué saber que era importante para mí. Por lo que a Kacchan respectaba, yo era de Kansai, sin más.
Ya no dude de por qué estaba tan tranquilo. Lo sabía. Todo encajó de repente. Pensé en cuando lo conocí. Fue a partir de entonces que empezaron a llegar los libros. Shoto no había admitido tener nada que ver con los libros y eso no era propio de él, no dejaría pasar jactarse de lo listo que era.
Kacchan siempre me había parecido demasiado bueno para ser verdad. Había pasado los veranos en Osaka, en casa de una amiga de su madre. ¿Y si la amiga de los madre de Kacchan era tía Nana? Y ella se había hecho cargo de los libros de mamá.
Oí a alguien golpear la puerta y luego la voz de Kacchan.
- ¡Deku!.
Me escondí detrás de una estantería. Intentó abrir la puerta, sacó su teléfono, yo sabía que el mío estaba apagado. Se fue, sospeché que a mi casa, solo tenía que esperar un rato para salir. Mi cabeza me decía una cosa y mi corazón otra. No podía ser Kacchan, mi corazón me lo repetía una y otra vez.
Él sabía más de mí de lo que le había contado. Cada vez que aparecía uno de los libros, Kacchan estaba cerca. Ahora entendía por qué estaba tan tranquilo aunque me negara a decirle nada. Ya lo sabía todo.
Eso era todo. Hasta aquí habíamos llegado. Tenía un trabajo que me gustaba, un jefe que se preocupaba por mí, un apartamento que no estaba mal. Me gustaba estar solo. Me había quitado a Shoto de encima.
Y Kacchan podía irse al infierno.
No podía respirar y me dolía el pecho, no podía moverme estaba clavado al suelo. Respiré profundamente para tranquilizarme, cuando estuve listo me puse de pie para irme de allí.Quería pensar en Kacchan y en mi madre, en lo que iba a hacer al respecto.
Escuché la puerta, una sacudida. Kacchan había vuelto, cerré los ojos y me encogí en mi escondite. Los libros arden despacio, especialmente los viejos primero notas el humo.
No me di cuenta inmediatamente que esa segunda persona en la puerta no era Kacchan, era alguien con un pañuelo empapado en alcohol que lo metió en el buzon dejando parte fuera para encenderlo con una cerilla e hizo arder al instante todo lo que se encontraba en el escritorio. No, no hay premio para quien adivine quién encendió la cerilla.
Cuando me di cuenta que el humo era real, el fuego se había apoderado de la librería. Corrí hacia la parte trasera, pero la puerta de emergencia estaba obstruida por un enorme sillón que sólo Aizawa era capáz de mover cada vez que venían los de riesgos laborales. Recordé que en la parte de adelante había un extintor, pero no pude llegar a él por las llamas. Empecé a toser y no pude parar. Se oía el crepitar de la madera. Volví a la parte trasera, no iba a morir sin antes decirle un par de cosas a Kacchan.
Me agaché para estar cerca del suelo, los ojos me lloraban y ardían. El humo se estaba volviendo más espeso. El calor se acercaba, pensé que había oído la alarma contra incendios. Tenía la espalda y las pantorrillas cada vez más calientes ¿Cuánto tardaría el techo en caerse encima mío?¿Cuánto tiempo me quedaba?.
Llegó el pánico. Quería vivir. Para ver a Kacchan, caminar por la playa, leer todos los libros pendientes, encontrar a mi madre.
Me asustó el ruido de un cristal rompiéndose. El fuego se avivó con el aire de la calle. Una ráfaga de ruido entro con el aire, escuché sirenas, gritos, escuché mi nombre. Ver y escuchar dolía por el aire caliente. Pero ahí estaba abriéndose camino para encontrarme, Aizawa llamándome. Abrí la boca y grité, apenas emití sonido y me tragué una bocanada de humo. Entonces empecé a toser de verdad. Cuando me di cuenta ya lo tenía encima con su abrigo sobre la cabeza. Abrió los brazos y se agachó ante mí, me puse de pie de tal manera que quedaba protegido por el abrigo. Inhalé demasiado, tosí y caí contra él.
Él me sujetó se dio media vuelta, el humo se acercaba a nosotros. Kacchan estaba detrás de Aizawa, también se cubría la cabeza con su chaqueta de cuero; Aizawa me paso como si fuera un paquete, a manos de Kacchan. Luego dijo algo pero trago demasiado humo y comenzó a toser. Kacchan me cubrió con su abrigo y me ayudo a salir por la ventana rota. Himiko y Denki desde el otro lado me tendieron la mano.
Se oyó un estruendo y un grito. Aizawa. Kacchan me soltó de golpe y caí al suelo. Las sirenas se acercaban. No podía levantarme. Alguien me arrastró lejos del fuego.
Quería gritar el nombre de Aizawa, el de Kacchan pero de mi garganta no salía sonido alguno. Pude ver el fuego devorarlo todo. Lloraba, me dolía todo. Tosí y tosí, el aire me quemaba al respirar. Pensaba en Kacchan que era demasiado estúpido y bueno para dejar a Aizawa dentro. Pero recordé que no era bueno en absoluto. Pero la idea de que quedará atrapado allí me dio un vuelco en el corazón. De repente veo dos figuras emerger del interior, ambas tosían.
Lo siguiente que recuerdo es estar en la ambulancia con la máscara de oxígeno que hacía que me doliera más la garganta que el humo. Vi un arco de agua en dirección a la ventana de la tienda.
Libros. Fuego. Agua. Cerré los ojos.
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