Izuku prefiere los libros a las personas, la librería de segunda mano en la que trabaja hace unos años es su refugio que lo protege de su pasado. Pero un día comienza a recibir señales de que su pasado volvía a atormentarlo.
Narrado en primera pers...
Supongo que me gustaba que Shoto no fuera perfecto, creo que por eso volví a salir con él. Cuando eres imperfecto y te encuentras con alguien más defectuoso que tú, es esperanzador y reconfortante. No estaba solo.
La maldad fue revelándose poco a poco. Lo que pasó con el tatuaje fue la primera vez en que saltó a la vista. Había leído "Los pequeños hombres libres" y aún pensaba en ese libro. Así que decidí tatuarme su primera frase en mi muslo derecho.
Shoto fue el primero en verlos todos y no dijo nada de ellos. Observaba como me vestía por las mañanas, leía alguna palabra suelta, pero nada más.
El sábado llegué tarde a nuestra cita. Shoto iba a cocinar algo especial, un estofado muy elaborado. Me retrasé media hora por culpa del bus, no se me ocurrió mandarle un mensaje pensé que daría por hecho que era culpa del tranporte público.
- Lo siento, llego tarde- dije cuando abrió la puerta. Empecé a explicarle los motivos pero me cortó con un gesto de asentimiento.
- Bueno no todo está perdido, aunque el risotto si- se volvió y yo lo seguí dentro.
Me quité mis DocMartens rojas, las había limpiado. Las alineé en angulo recto con la pared las puntas tocando el zócalo. Shoto había puesto la mesa y encendido unas velas, se había esforzado así que volví a disculparme y entonces me di cuenta que había olvidado la botella de vino, del que dije que me encargaría. Shoto se encogió de hombros y dijo que no importaba, pero no era cierto.
- Shoto, lo siento... he llegado tarde, me he dejado el vino ¿Quieres que me vaya?- no lo dije para joderle y parece que lo pilló porque se me acercó y me dió un beso.
- Lo siento Izuku, es que lo tenía todo planeado.
Parecía nervioso. No parecía el Shoto de siempre. No sé me ocurrió pensar que no estaba bien. La noche pareció recuperarse y el estofado estaba riquísimo.
Nos fuimos a la cama. Di por hecho que lo haríamos así que me había quitado en casa el vendaje del nuevo tatuaje aún estaba un poco enrojecido. Shoto lo descubrió al pasar su mano por mi muslo, se detuvo y me preguntó:
- ¿Qué es esto?¿Te autolesionas?
- No, es mi nuevo tatuaje.
- Yo diría que eso es autolesionarse- Me hizo rodar hacia la luz, en realidad me empujó y echó un vistazo- No puedo leerlo.
- "Algunas cosas empiezan antes que otras." de Los pequeños hombres libres... Me gusta y bueno Pratchett es...
- Así que ahora resulta que tienes un doctorado en Pratchett- el tono de su voz era burlón.
Me levanté de la cama, intentó detenerme pero no lo consiguió y empecé a vestirme.
- ¿Qué crees que estás haciendo?
- Tú eres el que tiene un doctorado... así que tú dirás- le solté.
Se levantó y salió de la habitación semidesnudo. Me vestí tan rápido como pude. Pensé que estaba poniendo la tetera o algo así, si el me hubiera ofrecido un té o una disculpa la habría aceptado. Pero sólo se quedó de pie apoyado en el marco de la puerta, con una sonrisa perversa. Su boca en reposo era bonita.
- ¿Te vas?- me preguntó.
- Iba a preguntarte de que va todo esto... pero ya no sé.
- Me pareció que podrías haberme contado que ibas a hacerte un tatuaje.
- ¿Por qué?- me reí porque aún no sabía como era en realidad- ¿Se supone que debo pedirte permiso?
Por su cara me di cuenta que eso era lo que hubiera querido que hiciera. Pero no lo dijo.
- No, sólo podrías habérmelo dicho.
- Creo que ya habíamos hablado de este tema.
Fue la noche que salimos a cenar. Me había dicho que él nunca había sentido la necesidad y me había preguntado como los elegía. Yo le había dicho que eran cosas que significaban algo para mí. No le había explicado que me recordaban que las primeras líneas no definen las últimas en la vida real.
- ¿Y recuerdas lo que dije?
- Si- de repente empecé a temblar, le brillaban los ojos. Cogí mi mochila.
- Dije que no me gustaban- continuó fingiendo tranquilidad.
- Claro por eso no tienes ninguno, pero eso es cosa tuya. Lo que yo haga es cosa mía.
Salí al pasillo y fuí hacia la puerta, pensé que me detendría pero no lo hizó, cuando llegué a la entrada entendí por qué no lo intentó.
- ¿Dónde están mis botas?
- No lo sé, Izuku- aquella sonrisa otra vez.
- Venga ya, dame mis botas ¿Qué tienes, doce años?
Su cara paso de sorpresa a oscuridad total y me pegó. En realidad me dió una bofetada, mi instinto me decía que se la devolviera y echara a correr. Pero no me atreví, me quedé paralizado. Me dolió en más de un sentido. Le miré y supongo que esperaba una disculpa apresurada.
- Vuelve a la cama, no volveremos hablar del tema.
- ¡Que te jodan!
Shoto se encogió de hombros, se dió la vuelta y regreso a la habitación. Creo que pensó que lo seguiría pero me conocía tan poco como yo a él.
Salí del apartamento sin mis botas sólo con los calcetines. Cuando llegué a casa me dolían los pies.
El día siguiente esperaba que Shoto se presentara en mi piso y no pensaba dejarle entrar. Estaba más que enfadado, me había pegado y no parecía importarle.
Ese domingo pensé en mi madre y en el daño que debió hacerle mi padre porque era un tipo fuerte. Ahora que lo había vivido en carnes sentía lástima por ella. Decidí que las relaciones no eran para mí. No volvería a pasar la noche en el piso de nadie.
Shoto vino a la librería el martes. Me trajo flores, me entraron ganas de llorar pero no lo hice.
- Izuku- me tendió las flores, las rechazé- Estoy tratando de pedirte perdón.
Parecía arrepentido. Di un paso atrás.
- Aceptó tus disculpas pero lo que hiciste estuvo mal y no quiero las flores.
- Eso no es muy amable.
- No hablemos de cosas amables- y me alejé un paso más.
- Al menos tómate un café conmigo, puedo esperar a que termines.
- No, no me apetece hablar contigo.
- ¿De verdad que vas a tirarlo todo por la borda por un error?
- Si, porque lo que has hecho no estuvo nada bien y no fue "un error". Asume que tienes un problema...
- Te dije que no estaba bien, esperaba un poco más de comprensión por tu parte.
- Si hubieras tenido la gripe y me hubieras dado una bofetada, habríamos tenido igualmente está conversación.
Nos miramos el uno al otro durante un minuto, me volví y entre al despacho y por primera vez en mucho tiempo me pregunté donde estaría mi madre.
Shoto desapareció un tiempo. Cuando volvió empezó a venir de vez en cuando, a meter flores en el buzón. En los tres años que pasaron desde la bofetada cada vez que volvía parecía más triste de lo normal. Tal vez la aparición de Kacchan le había hecho empeorar. Odio admitirlo, pero le tenía miedo.
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