Capítulo 17: Mi cielo.

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    Les hablé de los libros, de la colección de clásicos de mi madre, del cuento de mi padre, del libro de cocina y de la postal. Que había sospechado de Shoto, que había pensado que tía Nana había enviado a Kacchan. Al oirme en voz alta me di cuenta de lo locas que eran mis sospechas.

   - ¿Y cómo pensabas que te estaba haciendo llegar los libros?¿Por arte de magia?- quiso saber Kacchan.
  
   - La llegada de los libros coincidió con tu aparición.
 
  - No funcionamos de esa manera. Pudo haberlos traído cualquiera. No sé cómo es tu madre, podría haber entrado cuando tú no estabas-dijo Aizawa.
 
  - Bueno- odio cuando tiene razón - Mi madre no puede saber nada de mí ¿Cómo iba a saber dónde trabajo?
  
   - No tengo todas las respuestas, Izuku.- y cerró los ojos.
  
   Kacchan, que me había cogido la mano, dijo:
 
  - No sabía nada de esto hasta que te fuiste a Kobe. Te lo prometo.
  
   - Me llenó de sake y me dijo que no aceptaría un no por respuesta. Había venido Denki con el ojo morado. Estaba perdido.-hablo Aizawa.
  
   - Me enviaste a Kobe y lo sabías.
  
   - Dijiste que querías ir. Si no lo hubieras dicho no te lo habría sugerido. Parecías estar mejor. Sabría dónde estabas.  Estarías a salvo y podria ir a buscarte si me necesitabas.
 
  - No soy un maldito juguete- era lo más cerca que estuve de expresar cómo me sentía.
 
  - No, eres alguien a quien queremos- dijo Kacchan.
 
  - ¿Dónde está mi madre ahora?¿Lo sabes?
  
   - Vive en Kioto.
  
  Kioto. Cerré los ojos. Una ciudad a la que había ido con Nemuri de paseo.
  
   -¿La has visto?
  
   -No, pero Nemuri sí. Esta bien. Le encantaría verte.
  
   Levanté la mano, me empezó a entrar el pánico. Aizawa dejó de hablar.
  
   - No.- no tenía, ni quería pensar en ello.
  
   - Llegó una carta para ti a la tienda, cuando estabas fuera. Había una dirección en el sobre, supuse que era de tu madre. Estaba esperando el momento adecuado para dártela.
 
  Le sonreí, aunque me dolía la piel quemada del labio al hacerlo.
 
  - Gracias Aizawa- le cogí la mano con la que tenía libre, la otra seguía  aferrada a Kacchan. Miré la cara cansada de mi jefe, frente a los ojos rubies de Kacchan y aquella boca que nunca me cansaría de besar.
  
   - La carta está en mi bolsa. Creo que también hay baklava.

   Cuando Kacchan me llevó a mi habitación, me metí en la cama y cerré los ojos. No tenía intención de dormirme, pero lo hice. Cuando desperté, era de noche y Kacchan se había ido.

   Pensé en mi vida, especialmente la que había llevado desde los dieciocho. Había decidido abrirme camino solo, yo era algo a quien nadie quería. Y así lo hice.

   Pensé en Nemuri, me di cuenta de lo mucho que había hecho por mí. Yo la había borrado de mi vida, pero eso no quería decir que ella a hubiera ido.

   Eran cerca de las ocho. Saqué mi teléfono de la mesilla y lo encendí. Marqué el número de la casa de Nemuri, que seguía sabiéndome de memoria.

   -¿Hola?- dijo su voz dulce y cálida.
  
   -Soy Izuku. Te he echado de menos.
 
  - Izuku-kun, ¿Va todo bien?
 
  - Aizawa-sensei me lo ha contado todo. He llamado para darte las gracias y pedirte perdón.

     Hablamos por un rato. Era adorable. Le dije que Aizawa y yo estábamos en el hospital.
  
   -¿Quieres que vaya? Puedo ir mañana.
 
  Le dije que sí. Fue sencillo.
 
  Todavía no sabía que iba a hacer con mi madre, por primera vez en mucho tiempo la recordé con cariño "nunca dejaré de quererte, Izu-chan" había escrito en una de las últimas cartas que leí. La había roto. Yo tampoco había dejado de quererla. Y había una nueva carta esperándome.

   Cogí la postal arrugada y que olía a humo. Había tratado de venir a buscarme, pero algo la había detenido.

   A media mañana me desperté, Kacchan estaba sentado en la silla de plástico junto a mi cama. Se había arremangado la camisa y tenía los codos apoyados en los muslos y la frente sobre las manos. Había una frase escrita en su antebrazo.
  
   - ¿Qué es eso?
 
  - Me he hecho un tatuaje- me mostró el brazo. Leí: "La primavera estaba a punto de llegar", estaban escritas con una letra bonita. Me quedé sin habla. Era el final de la última frase de "La colina de Watership". Besé el dorso de su mano.
  
   -Gracias.
 
  - Encontré la de Posesión y la de El paciente inglés.
 
  - Eres increíble, Kacchan.- lo decía en serio. Aún me alucinaba sus botas anudadas de forma distinta.

   Me miró y sonrió, pero no fue una sonrisa de verdad, y luego siguió mirándome. Se puso de pie, volvió a sentarse.
 
  - Deku, he ido a ver a Aizawa-San hace un momento.
  
   - Muy bien. Yo iré más tarde. Tengo suerte de tenerle.
  
  Al instante los ojos de Kacchan se entornaron y empezó llorar, negando con  la cabeza.
 
  - Izuku... Aizawa-san... está muerto.
 
  - ¿Qué?- no le había oído bien, estaba claro.
 
  - Hace un momento he ido a verle, para poder contarte como se encontraba, y me hablaba de lo contento que se sentía de que todo hubiese salido a la luz y de lo orgulloso que estaba de ti y al momento siguiente...- le costaba hablar porque no podía dejar de llorar.
  
   - ¿Qué ha pasado?- me levanté de la cama para estrechar su hombro en lugar de sólo acariciar el dorso de su mano con mis dedos.
 
  - Ha muerto.
 
  Respiró profundo, puso su mano sobre mi mano. Tenía los nudillos enrojecido y las uñas negras por el hollín. Todo se detuvo por un segundo.
  
  - No- dije y me quedé congelado.
 
  Luego llegó. Entonces empezó a doler de verdad. Estaba de pie frente a Kacchan y él estaba llorando, y yo... yo me limitaba a escuchar, mientras mi mundo a mi alrededor se rompía en mil pedazos.
  
   - Se le ha parado el corazón.
  
   Levantó la vista y me miró. Empecé a mecerme de forma inconsciente, y el aparto el brazo y me senté en su regazo. Recosté mi mejilla contra su cabeza y... No sé lo que hice. Era como si alguien se hubiera llevado el cielo, mi cielo. Me rodeó la cintura con el brazo y sentí que la fuerza me abandonaba.
 
  - Ha sufrido un infarto. Delante de mí. Le han hecho la...., eso que hacen, pero ha muerto de todas formas.

   Abrí la boca y quise decir "Deja de decir que está  muerto". Pero no fui capáz. Me eché a llorar, mis sentimientos me estaban haciendo pedazos, y fue mucho, mucho el rato que pasé llorando.

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