ᴄᴀᴘíᴛᴜʟᴏ 5

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Me despierto escuchando las diferentes opciones de alimento de una azafata. Miro por la ventana y quedo enamorada de lo que mis ojos deleitan. El sol que hace unas horas estaba viendo salir, ahora se está ocultando detrás de las blancas nubes que rodeaban mi visión. Me da un poco de miedo el océano que se ve debajo de las hermosas manchas blanquecinas, pero éstas provocan sombras sobre el agua que me da gusto ver.

Es un hermoso paisaje, y aunque siempre tuve algo de miedo al subirme a los aviones, esto es algo diferente. Ahora no puedo decirle a mi padre que me cubra los ojos y me acaricie el pelo hasta dormirme, ni pedirle a Luke que me cuente sus chistes tontos para olvidar que estamos a miles de metros del suelo.

Mi madre también me contaba historias para no sentir miedo, toda la familia trataba de ajustarse a mi temor para que deje de sufrirlo. Poco a poco lo fui superando, ahora sólo tengo de consuelo los colores que crea la mezcla de rayos débiles de sol y las nubes que se dispersan desordenadas perfectamente por el manto rosado que nos cubre.

La azafata me ofrece dos platos de snack, y elijo un puré con unas galletitas. No es muy apetitoso, pero tengo hambre. Debo aguantar el viaje más largo de mi vida, treinta y ocho horas a Roma y luego una o dos más para llegar a Verona. Es la primera vez que viajo a Italia y es uno de los países que más quiero conocer desde que soy un crío. Su idioma, su cultura, sus paisajes, todo me atrae.

La señora que se encuentra al lado mío resultó ser muy simpática, me contó que está yendo a Roma para ver a su hija, que no ve hace un año. Tiene una belleza muy peculiar, rasgos muy definidos pero naturales al mismo tiempo, pómulos levantados y ojos grisáceos. Es castaña y tiene un traje que la hace ver más elegante.

Le conté que yo estoy de intercambio, y me dio muchas recomendaciones. Al parecer, uno de sus tres hijos también fue de intercambio a otro país europeo y no tuvo una buena experiencia. Le tocó una mala familia, la empresa con la que fue no se hizo cargo de sus estudios en cierto momento, les tomaron exámenes que no estaban dentro del folleto que les entregaban antes de subirse al avión, y no les pagaban el viaje de vuelta.

A medida que tenia más sueño observaba la ventana y veía como el sol se ocultaba, dejándole el cielo dispuesto a la luna y la oscuridad. El océano sigue provocándome escalofríos, me da miedo el ver que es tan extenso y tan profundo, saber que sólo conocemos una pequeña parte de él es algo tétrico y misterioso. Parece  estar esperando constantemente algo pero al mismo tiempo es tan silencioso y calmado que crea un contraste terrorífico.

Cuando era más pequeña soñaba que me sumergía en él y algo inexplicable y casi invisible me arrastraba hasta sus profundidades, donde los fuertes rayos del sol se convertían en débiles líneas hasta desaparecer. Donde sólo habitaban las tinieblas y ruidos extraños retumbaban como si fuese un eco eterno que se repetía para torturarme. Mis brazos ya no tenían fuerzas para impulsarme y solo quedaba el recuerdo del sol rebotando en la superficie. Entonces me despertaba de esa terrible pesadilla y me encontraba con mi padre abrazándome, y diciendo que todo estaría bien.

Saqué dos libros de mi mochila y seleccioné "El Retrato De Dorian Gray" para releer por cuarta vez. Cuando mi vista se cansó por un rato, volví a compartir anécdotas con Gigi, la señora a mi lado, como si nos conociésemos de hace años.

La azafata me mostró una especie de menú, y termine eligiendo lo más parecido a algo vegetariano, Agness y Jess son veganas, mi madre y Nick son vegetarianos, y yo trato de imitarlos pero nunca me sale. Por eso trato de hacer lo que puedo y quiero.

Mientras reíamos con Gigi de vez en cuando le dirigí una mirada lenta a la ventanilla y vi cómo el sol ya había desaparecido. La luna era como una lámpara tenue que iluminaba sólo una parte del lúgubre océano. La extensa túnica opaca estaba cubierta de estrellas que se reflejaban sobre el agua, y me pareció algo que podría hasta hacer creer que el océano no era siniestro. Sino más bien, el único lugar que descansaba en paz del humano. Aunque probablemente así no era.

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