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Un pasado unido, dos lazos rojizos, un solo camino.

Cerca estaba la rosa sangrienta, con un alma sedienta de sangre, amor y belleza.

Había muchos rumores dentro del mundo de tinieblas. Algunos creíbles, otros solamente creados para que no fuesen tan estúpidos como para cometer errores que irreprochablemente afectarían a toda la especie. Aparente y lamentablemente para los reflejos, los miroir no tenían ni la menor idea de su existencia, el que estaba traspasando las puertas del mundo, entre la muerte de la locura y la profundidad de la perdición, mucho menos. Porque traía sangre en sus manos y aclamaba oscuridad no originaria de este mundo que terminaría acabando hasta con el último ser existente en la tierra. Así que le importaba un reverendo rábano sí era visto por más de mil cámaras que registraban su existencia para hacer el video viral en YouTube.

Aunque, ese no era el caso de los demás reflejos. Ellos sabían a qué se podían enfrentar, sí el mundo humano se enteraba de su existencia y de que habían estado a su alrededor por mucho tiempo, consumiéndoles, justo frente a sus narices. Y esos cuentos de seres de tinieblas, definitivamente, no les gustarían.

Más de una vez escuché esos relatos de niña, al crecer. Cid se encargó de que los sirvientes me contaran una por una, las historias que rondaban entre las sombras consumidoras; de quienes no dudarían en apresarte, hasta torturarte por días, desgarrando y sacándote hasta el último hueso con tal de hacerte sentir, para que ellos consumiesen y disfrutasen lentamente del dolor humano.

Logré escuchar, en noche lluviosas, cómo un reflejo había caído por una Driagna, cosa que nunca antes, en el pasado, se había visto. El gusto al consumirla fue tanto que destruyó ciudades enteras, cuando supo que ella había escapado. La buscó por cielo y tierra, encargándose de preparar un sitio especial con tal de torturarla, tal y como lo hacían conmigo, con los más terribles y espantosos métodos medievales.

Vi esas maquinaciones maquiavélicas que traía Cid a la mansión y me pregunté qué había ocurrido con la Driagna, sin embargo, no hubo una sola historia que tuviese un final para ellos. Pero siguieron con los cuentos nocturnos, las historias más tétricas y oscuras que podían existir.

Una de ellas había sido sobre el padre de Derian.

Lo dibujaron como un monstruo que de noche buscaba presas, de garras filosas, vestido en tinieblas oscuras, sangre de sus víctimas, y en sus manos, las vivas pesadillas de cualquier ser que se le cruzase u osara interponerse en su camino. Pasó una época derribando edificios, poseyendo a más de un humano, pueblos enteros, pequeños, derrochando sentimientos.

Nunca mostré emoción alguna, así que cada día, el reto para los que servían a Cid, era contar la historia más horrorosa sobre los reflejos o seres ocultos de su mundo, para que pudiera sentir. Cabe decir que nadie lo logró, nadie ganó el premio gordo de billetes y gema sanadora, pero me dieron suficiente información e ideas para saber a qué me enfrentaba.

Cuando llegué a enfrentarme a los primeros reflejos, me di cuenta de qué estaban hechos, luego no dudé en acercarme a más de uno en los pasillos y con sonrisa juguetona, busqué manejarlos con su única debilidad: los sentimientos humanos. Y aunque nunca lograron consumirme, me persiguieron hasta arrinconarme contra las paredes, sacando hasta la última y más tenebrosa tiniebla de su interior, logrando que riera en sus caras. Una pizca de desconcertación llegaba a ellos y así ganaba ventaja, sabiendo cómo controlarlos y distraerlos, con tal de poder sacar un arma lo suficientemente buena para dejarlos inmóviles por segundos.

De ese modo me di cuenta que muchos de esos cuentos, no eran más que mentiras enredadas en verdades, sombras oscuras perdidas en un túnel sin salida, y pesadillas burlándose de los sueños que los reflejos nunca tendrían.

REFLEX [✔#2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora