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Zima

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REVISA SÍ LEÍSTE BIEN EL CAPÍTULO ANTERIOR, NO TE PIERDAS DE NADA. 

UN BESO, NAT. 

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Inhalé repitiendo palabras de consuelo para mi cuerpo, con tal de dejar de temblar. La gente a mi alrededor pareció materializarse y en cuestión de segundos no fuimos los únicos en el lugar. Como cucarachas se reprodujeron y nos encontramos en medio de la fiesta que aseguraba la velada perfecta para celebrar el Zima, el cumpleaños de Eila y...

Las fechas se encontraron en mi mente y alejé todo pensamiento, sabiendo perfectamente qué día era y cuán extraño podía resultar que todo estuviese tan unido. Podía ser una coincidencia, sí, pero... Derian no terminó de acercarse, pero dulce y cautivador, me quitó un mechón de la cara y rozó sus labios contra mi sien.

Suspiré alejando la sensación de las sombras enlazadas a mis manos.

¿Qué me había sucedido? ¿Por qué todo pareció convertirse en un cuarto oscuro del cual no podía salir? Quise encontrar estabilidad sosteniéndome de una silla, observando a la lejanía cómo Eila saludaba a un par de humanos.

No tuve respuesta para Derian cuando volvió a preguntar, tampoco encontré una idea clara de sí habían sido las sombras de siempre o sí se trataba de otra cosa. Lo que había visto, oído y sentido en ese lugar era un enigma completo. Me negué a malgastar mi noche en ello y seguí al niño reflejo hasta donde Izye y Kayne, junto a una mujer de pronunciadas pecas y ojos aguamarina que asentía sin parar, tan hermosa como un inmortal, aunque no parecía ser un reflejo, tomaban con ánimo de una botella, a escondidas de todos.

«Quizás no me había perdido la fiesta.»

— ¿Dónde se habían metido, eh?—La risilla con la que Kayne acompañó sus palabras se mantuvo en el aire, mientras volvía a pedir silencio, bebiendo—. No digan nada, mejor. Seguramente estaban haciendo cosas sucias, sucias y no correctas para un niño.

Derian sonrió, quitándole la botella.

—Habla por ti.

La escena era totalmente confusa, ya que ahora si estaba lo suficientemente consciente de lo que sucedía. Creí haber visto a la mujer a la que llamaba Lila, mucho antes. Me había saludado pero las palabras jamás salieron de mi boca, no las que quería, no con la actitud o expresiones que hubiese querido soltar. Había estado atrapada y solo hasta ese momento vi cómo ella lucía muchísimo más enérgica que la misma Eila.

No me imaginaba el torbellino que podían ser juntas.

Tomé una de las tantas copas con las que vagaban los meseros y observé con agilidad nuestro alrededor. Demasiados reflejos. Demasiados humanos. Todos juntos sin pronunciar palabra alguna en la que buscaran consumir sentimientos. Eila era el centro de atención, eso sin duda. Para cualquier reflejo representaba un banco de alimento eterno que, para su pesar, solo podía usar el rey de tinieblas que se encontraba a su lado, vestido con un traje tallado al cuerpo, completamente de negro, atrayendo a la misma oscuridad del anochecer encendido por estrellas, al igual que su hijo.

Aquella quietud en su ser parecía impenetrable, donde esos ojos solo se movían al compás de los movimientos de la mujer con sonrisa y brillante personalidad.

—Se supone que no debería embriagarme—musitó Lila, arrebatándole la botella de tequila a Kayne. El olor fuerte me hizo arrugar la nariz—, pero tú, maldito escarabajo disfrazado de Bambi, me has dado demasiados tragos sin que me diera cuenta.

REFLEX [✔#2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora