Epilogo

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— Buenos días — aquella dulce voz lo levantó de su sueño.

— Buenos días, princesa — William miro con una sonrisa a su hija que había sido la mejor medicina para la pérdida de su esposa.

— Hoy vamos a ver a mami, ¿Verdad? — Victoria con su pelo rubio algo alborotado colocaba su pequeña mano sobre la mejilla de su padre y sonreía emocionada—. Sí, vamos a ver a mamá, Victoria — respondió él tomándola en brazos y llenándola de besos en el rostro además de hacerle cosquillas.

Habían pasado cinco años desde la muerte de su esposa y no había dejado de amarla. El dolor por su pérdida había disminuido, pero olvidarla no estaba en sus planes. Al principio el tener que dormir en la cama donde muchas noches compartió con ella fue difícil y innumerables veces se dormía llorando. Cuando fueron pasando los años el dolor fue menguando, pero su sonrisa seguía viva en su mente y en su corazón. Victoria tuvo mucho que ver en el proceso porque el amor que William sentía por su hija era enorme y la adoración que su hija sentía por su padre podría verse a kilómetros de distancias.

Fue difícil aprender cuidar a un bebé recién nacido, pero con la ayuda de su madre, Cynthia que muy pronto se casaría con Mario y hasta su suegro como él todavía lo consideraba fue algo más llevadero. A la vez que aprendió todo se le hizo más fácil y muchas veces se la llevaba a la oficina bajo la mirada de muchos de los empleados que estaban sorprendidos con su cambio.

— Es hora de cepillarse los dientes — se levantó con ella de su hombro mientras la pequeña viva imagen de su madre gritaba. La llevó al baño y coloco aquél escalón que siempre ponía para que Victoria se lavara los dientes. Los dos juntos comenzaron a cepillarse y la pequeña no lo hacía muy bien así que William le ayudaba.

— Yo lo hago — se quejaba la pequeña tratando de quitarle el pequeño cepillo, pero su padre no se lo permitía—. Compórtate, Victoria o estaré gustoso de castigarte — la reprendió William y la pequeña se cruzo de brazos mientras fruncía el ceño. Esos simples gestos hacían que William recordará a su esposa con melancolía, pero no iba a permitir que el dolor volviera a invadirlo de la manera que una vez lo hizo.

Luego de terminar William llevo a la pequeña a su habitación que estaba llena de juguetes entre ellos peluches enormes, casitas y una cocinita para que Victoria se divirtiera. Su padre busco uno de los tantos vestidos que él, su abuela y su hermana le compraban más los innumerables zapatos que a su hija tanto le gustaban. William había aprendido a no llevar a su hija al centro comercial porque todo lo que le gustaba lo quería y ya su padre aprendió la lección.

— Quiero el rojo — pidió Victoria sujetándose la toalla alrededor de su pequeño cuerpo—. Vicky, ¿Cuántas veces vas a ponerte ése? — pregunto el moreno negando con la cabeza y tomó un vestido en manguillos color azul con estampados de flores más unas sandalias blancas con amarres en los tobillos.

— Papi es...que me gusta — la niña buscaba una respuesta desesperada, pero lo que su padre no sabía es que le gustaba usarlo porque en las fotos su madre tenía uno parecido a ése y la niña quería parecerse a su madre.

— Sí, pero mi cielo mami merece que vayas hermosa — con un puchero se dejo arreglar por su padre y ya arreglada se quedo jugando en su habitación mientras su padre iba a vestirse.

Unos jeans negros y una camisa de botones azul doblada hasta los codos, ésa fue la ropa que William había escogido para ver a su esposa. Todos los años visitaba su tumba para su cumpleaños y el aniversario de su muerte. Los primeros dos años lloraba frente a su tumba, pero ya no lo hacía porque pensaba que Ashley estaría feliz de que él ya no sufriera. Aunque todavía dolía y la añoraba se mantenía fuerte por su hija que hacía de su vida una aventura. Las manos no le cabían para contar cada una de sus ocurrencias y travesuras que una de ellas casi le da un infarto cuando pensaba que la había perdido en el parque, pero fue todo lo contrarió porque su hija lo observaba riéndose mientras era buscada.

William cumplió cada una de las palabras que ella le había escrito en aquella carta. Desde hablarle a su hija de ella y perdonar a su padre. Ahora la relación que tenía con su padre no era la mejor de todas, pero ya podían verse sin gritarse y compartir como una familia.

— ¿Papi? ¿Crees qué mami me quiere mucho? — pregunto Victoria mientras manejaban hacía aquél lugar donde descansaba su esposa. William la miró por el retrovisor con una media sonrisa y no dudo en responderle—: Princesa, mami te ama muchísimo y si estuviera aquí no sabes lo mucho que te lo demostraría — tiró la mano hacía atrás y pellizco suavemente la mejilla sonrosada de la pequeña a lo que ella soltó un risita traviesa.

Al llegar al cementerio William agarro la mano de su hija mientras cargaba un ramo de rosas rojas y la pequeña cargaba su propio regalo en las manos. Mientras caminaban Victoria tarareaba una canción que su padre no lograba entender y esté último volvía a sentir aquella sensación que sintió cuando caminaba a enterrar a su esposa cinco años atrás. La extrañaba y mucho, se decía William cada vez que despertaba y no la veía a su lado.

— Feliz cumpleaños, mi reina. Aquí estamos para visitarte mi vida — susurro William sacando una rosa para dársela a su hija que miraba risueña el lugar donde se encontraba su madre.

— Princesita, dale lo que le hiciste a mami — dijo animando a su hija de que colocará su regalo como ella misma había dicho que era—. Mami esto lo hice yo, pero papi me compro donde ponerlo. Espero que te guste — decía colocando un pequeño cuadro con un dibujo echó por ella misma de los tres agarrados de la mano con un bonito campo de fondo y un inmenso sol resplandeciendo sobre todo el papel. Era un dibujo echó con mucho amor y la niña se encontraba feliz de haber logrado confeccionarlo.

— Y la flor para que la pongas en tu pelo porque papi dice que tenías un cabello hermoso como el mío. Oye mami yo me estoy portando bien como tú querías y espero que estés feliz por tú cumpleaños. Papi me dijo que si estuvieras en casa te hubiera hecho una fiesta con muchos globos y un payaso, pero el último es para mí. Mami te quiero mucho y vendré con papi todos los años para visitarte para que no te sientas solita — añadió Victoria mientras colocaba la rosa y sonreía a la vez que hablaba. William solo se dedicaba a mirar a su hija con orgullo y sonreía de vez en cuando por sus ocurrencias.

— Vicky espérame unos segundos más allá que necesito hablar con tú mami — pidió William mirando a su pequeña alejarse y le hizo una leve seña para que supiera hasta donde debía llegar.

— Ash, ya son cinco años desde que partiste y te sigo extrañando mi amor. No sé como volver a retomar mi vida con otra mujer porque a todas las comparó contigo. Yo sé que tú no querías que me atara a tú recuerdo, pero es tan difícil dejarte ir — decía William mirando la alianza que todavía llevaba en su dedo y que no había querido quitarse por más que su madre se lo había pedido.

— Sabes hace un mes Lorena me confesó que me amaba y no supe que decir o pensar. Tal vez ya sea el momento de dejarte ir y comenzar una nueva vida. He pensado en darme una oportunidad con Lore y a lo mejor me enamoro de ella, pero nunca voy a amar a nadie como te ame a ti. Eso te lo juro por Victoria — se quito la alianza y la coloco sobre la lápida dando así entrever que ella era su pasado y estaba dispuesto a construir un presente ya sea con Lorena o con otra mujer—Te amo mi reina — susurro para luego retirarse en busca de su hija que lo observaba mientras saltaba.

Tomó a su hija en brazos y salió del cementerio rumbo a la casa de su madre. Hoy Victoria quería quedarse con su abuela y él se lo había concedido, pero primero se lo tuvo que ganar con un buen comportamiento porque su hija era tan traviesa que siempre las profesoras del jardín de infantes le daban quejas. Algunas de las peleas de la niña eran justificas debido a que la molestaban por no tener madre, pero ella se defendía dando golpes y asegurando que si tenía mami lo único que estaba en cielo. Sus vidas no eran perfectas, pero vivían felizmente juntos y William estaba seguro que no cambiaría nada de lo que tiene, excepto que Ashley siguiera con vida.

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La fuerza del destino (DISPONIBLE EN AMAZON KINDLE)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora