Las empresas Arendelle eran unas de las más famosas de la ciudad, su lazo de amistad con la imponente compañía Hamada la hacía envidiable. Tanta era la envidia que causaba que ganó más de un enemigo. Enemigos que se unieron y estafaron a los jefes d...
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Despierto, sudada. Ya es de mañana, o eso es lo que puedo ver a través de la ventana. Me levanto y me estiro. Todos mis huesos suenan. Sí, no dormí muy bien hoy.
¡Ayer de fiesta y estamos recién empezando la semana! Sin duda esto le hará muy mal a mi rutina aburrida. Eso me gusta y me aterra a la vez. Después de la embarazosa propuesta de matrimonio de Tadashi, él y su familia se retiraron, pues ambos hijos debían asistir a clases al otro día. La celebración se prendió más y la mayoría de los vecinos terminó borrachos. Fue muy divertido, pero eso tuvo sus consecuencias.
No tuvimos tiempo de ordenar nada aquí. Dormí sobre unos cartones. Divertido, ¿no? De hecho, Jack me invitó a dormir a su casa, pero le dije que no importaba, quizás a su familia le molestara. ¡A quién engaño! Su familia me conoce desde hace años. No fui, porque no quería que me preguntara nada.
Entro al baño que convenientemente tiene mi habitación y me doy una ducha rápida. Cuando salgo, busco en mi maleta un poco de ropa y comienzo a vestirme. Hoy me he puesto una camisa blanca de cuello negro formal, un pantalón negro ajustado y unas botas bajas largas. Se que arruina mi estilo formal, pero voy a la escuela, no ha trabajar. Tengo bastante ropa, estaban en oferta y había que aprovechar. He decidido dejar mi pelo suelto.
Cuando salgo de mi habitación me encuentro con Anna, que lleva una falda con volante blanca y una camiseta gris apretada. Su cabello también está suelto, pero sus ojos son los que me llaman la atención. Están rojos. Llorando otra vez.
—Hey, está bien, todo está bien, no llores— digo acercándola a mí para abrasarla, sé que siente algo de culpa, pero eso es lo que menos quiero que sienta hora.
No me responde nada. Beso la coronilla de su frente y bajamos apresuradas. No sin antes que ella retoque su maquillaje.
Al llegar a la primera plana de nuestra nueva casa, nos encontramos a mamá ordenando la gran habitación, acompañada de Jack, Mérida, Kristoff y nada más ni nada menos que Punzie. Ellos al vernos nos saludan con alegría.
—Me acabo de enterar que estamos en la misma preparatoria— comenta la rubia con emoción, dando pequeños saltitos. Comienzo a creer que ella es muy hiperactiva
Le sonrío con felicidad. Está claro que todo va a cambiar. Y los cambios me gustan.
—Les preparé sus bolsos, chicas, espero que esté todo lo que necesitan— dice mamá, Anna y yo la abrazamos con fuerza y nos despedimos. Se nos hace tarde.
—Les tengo otra buena noticia preciosuras— informa Punzie, impaciente—, vamos muy atrasados.
—¿Qué tiene eso de bueno? —cuestiona mi mejor amigo mientras nos apresuramos en salir de la nueva casa. Cruzamos el pequeño jardín delantero con la total atención en la rubia, quién camina de espalda. Entre todos, cuidamos que no se tropiece.
—Eugene tiene su licencia de conducir y se compró un auto ¡FA-BU-LO-SO!
Y así, es cómo todos terminamos en la auto-camioneta de Eugene, de camino a la escuela. Bueno, en realidad no es una camioneta, nos acaba de explicar que es un Jeep donde entramos todos perfectamente. Sí, yo no sé de autos.
Paramos en un semáforo en rojo y Jack se me acerca por sobre Mérida, y me da un abrazo tan fuerte que solo logra hacerme sacar lágrimas.
Aún estoy mal, triste, rota. Obviamente no todo se me va a olvidar de un día a otro. Ahora solamente he de preocuparme de ser la guía turística del importante muchacho que llega a la escuela hoy. Así que seco mis últimas lágrimas y sin haberme dado cuenta, hemos llegado a Walt academy.
Punzie dice que irá con Eugene a estacionar el vehículo, pierdo de vista a Anna que seguramente se ha ido con Kristoff, Mérida y Jack se van juntos a la clase de Artes y yo me quedo completamente sola. Con paso inseguro, me dirijo a la oficina del director Norte.
Ya aquí, no hay vuelta atrás. Toco con impaciencia la puerta inmensa. La campana ya ha sonado para la entrada a clases, pero como tengo un asunto que resolver, no asistiré a clases el día de hoy.
—Señorita Arendelle, pensé que no vendría— saluda al abrir la puerta. tiene la misma inmensa sonrisa que la del día de ayer. Me aterra, de verdad.
—Una promesa es una promesa director Norte, y mi palabra es mi ley— sonrío con falsedad, al parecer, él ni cuenta se da—. Ahora terminemos con esto.
Entro en su oficina, y lo primero que veo es un muchacho de espalda leyendo un libro. Viste elegante, pero en su formal vestimenta hay algo rebelde. Lleva una gorra de béisbol negra con letras rojo y dorado. Cuando me acerco un poco más a él, me doy cuenta de quién es. No. No. No ¡No! ¡Esto no me puede estar pasando!
—Señor Hamada— llama el director. Él rápidamente se retira un auricular y se voltea, al verme frente a él, deja caer su libro. Es el mismo libro con el que estaba en la fiesta—. Ella es Elsa Arendelle, quién se encargará de integrarlo al plan escolar. Si necesita algo, puede dirigirse a ella o a mí. Pero preferiría que hablara antes con ella, es la mejor de la escuela.
¿Qué? ¡Rumpeltinzky, esto no era parte del trato! O sea, no me malinterpreten. El director Norte me está halagando, a mí, la estudiosa. ¡Pero también le ha dicho que hable conmigo! Se suponía que solo era un recorrido. No una amistad fingida. Lo siento, pero le tengo cierto rencor al muchacho.
—Bueno, supongo que todas estas indicaciones las habrás escuchado Elsa—, ¿Qué? ¿Qué indicaciones? —, ahora, comiencen el recorrido. Los veo luego.
Y dicho eso, prácticamente nos echó de su oficina. No babees por él Elsa, existe el autocontrol. Frialdad, nada de simpatía.
—¿Empezamos? —escupo, con desprecio.
—Oye, mira. Antes de iniciar con esto, no quiero que me odies ¿Okay? No es mi culpa que mi familia quiera ayudar a la tuya. Le tengo bastante afecto a tu padre y he hecho eso para devolverle un favor. No pienses que este es mi deseo. Todo lo contrario, lo hago por amistad— explica, llevando las manos a su rostro, en un acto de exasperación—, sólo quiero ayudar de alguna manera. Eres linda, me gustaría conocerte antes de que nos casemos, así quizás pueda amarte.
Bien, me ha dejado con la boca abierta. Miles de sentimientos cruzan por mí. Odio, arrepentimiento, dolor, felicidad, rareza. Estoy a punto de decir que siento lo mismo. Palabra clave: a punto. De mi boca sale otra frase completamente distinta.
—No quiero que me ames, porque yo jamás lo haría. Por favor, continuemos—. ¡Dios, ten piedad y mátame ahora!