Diez

99 16 0
                                    

Jack*

—Tu nombre completo– demanda, ni siquiera pregunta, con esa voz ronca que extrañamente me parece sexy. Le miro los ojos, verde tirando a un color ámbar, y a pesar del color dulce que se alberga en sus ojos, su mirada es tajante, fría, profunda. El aire se atrapa en mis pulmones. ¿Es normal que me detenga a recordar lo sexy que es cada vez que le observo? Mi conciencia responde lo obvio «No lo es»

–Eh... Jack Alexander Overland Frost– le sonrío al terminar de decir mi nombre. Haddock se dedica a anotar no sin antes observarme con impaciencia.

Las siguientes preguntas son las normales, mi edad, mi dirección, si trabajo o no, estudios, alguna enfermedad o alergia. Las típicas preguntas que hay que responder cuando te hacen rellenar un formulario. Y de repente, él hace una que me descoloca.

–¿Alguna relación amorosa?

Quedó atónito, y él ni se inmuta, sigue observando su formulario esperando una respuesta. ¿Por qué una relación amorosa tendría que ver con temas profesionales en este lugar? Y aunque la pregunta me haya pillado desprevenido, respondo con la verdad.

–No.

Esta vez si levanta la cabeza. Me mira de arriba abajo y sonríe. Me pregunto que tipo de pensamientos habrán surgido en su mente. Tal vez algo como "ya me lo imaginaba" o "era un poco obvio que no tienes novia". Creo que no tener novia, aunque sea una ex a esta edad está mal. Algunos de los chicos de mi edad ya habían perdido su virginidad...

Expulsando todos esos pensamientos de mi cabeza, comienzo a concentrarme en el guapo chico que tengo frente. Parece ser unos años mayor. La diferencia de estatura es grande. Solo me queda encogerme en mi lugar. Él, al percatarse de mi actitud, me regala una sonrisa que no esperaba. Una sonrisa llena de compasión.

—Tranquilo, con esfuerzo, serás tan bueno como yo, o tal vez incluso mejor— animó. Mi corazón comienza a latir con fuerza y mi cara se pinta de rojo cuando él revuelve mi cabello en modo de apoyo. Al darse cuenta de lo dulce que está siendo, retira su mano y vuelve a su actitud tajante—. Andando novato.

No me queda más que seguirle. Yo solo me he metido en esto.

(*)

¡Dios! ¡Eso si que fue agotador!

Me duele toda la existencia. Me duele la espalda, las piernas, los brazos. ¡Mi ropa no deportiva! Oh mi pobre ropa, llena de sudor... Estaba acostumbrado a cansarme ¡pero nunca a tal punto de ni siquiera poder respirar! Nuestro entrenador en atletismo nos recomendaba que lo mejor era descansar cuando nuestro cuerpo lo necesitara ¡Este hombre no sabe lo que significa el término "descanso"!

A pesar de mis quejas, de mis jadeos, de mis súplicas, Haddock insistía que lo mejor era que yo continuara con las rutinas fuertes que él me había marcado para mantener mi cuerpo caliente. Se divertía al ver lo que yo sufría. Le gustaba verme caer derrotado por el cansancio. Es algo que logré entender en esta clase, y eso que simplemente ha sido la primera. Dios, si tan solo pudiese renunciar al entrenamiento... Pero... Pobre Astrid, ella había dejado en claro que necesitaba de mi dinero para poder pagar los gastos de su gimnasio... Sí, me quedaría, le demostraría a ese hombre que me ha tocado de entrenador que yo puedo.

Aunque la verdad, no podía. Y mi cuerpo me lo está haciendo saber con estos arduos dolores.

Un leve gemido de dolor escapa por mis labios. La sensación de miles de cuchillas atravesando mi pierna me hace gritar y caer. Pero no toco el suelo. Al contrario, me mantengo suspendido en el aire. Unos fuertes brazos me rodean. Una calidez desconocida atrapa mi cuerpo. Aún me duele la pierna, pero me interesa saber más en los brazos de quién estoy. La respuesta me cae como balde de agua fría.

—Creo que no puedes caminar así— recomendó Haddock con frialdad. Mis ojos se cerraron por un instante. Mi respiración se calmó, mas no sucedió lo mismo con mis latidos. Las cortas palmaditas en mi cara de parte de él me hicieron volver a la realidad. Abro mis ojos, pero mi mirada se encuentra perdida.

—¿Puedes llevarlo tú a su casa? Tengo una cita hoy— pregunta una voz conocida. Le busco, y pronto me encuentro con la silueta de Astrid.

—¿Astrid Hofferson en una cita? Pobre muchacho, quedará espantado— responde Haddock, con tono burlesco. Él sigue agazapado, sosteniendo el peso de mi cuerpo en sus cálidos brazos.

—Que no te sorprenda, me parece que tú también deberías conseguir una cita, Hiccup— reprende ella. La mirada azulada tirando a gris de Astrid pasa de Hiccup a mí, sonríe con compasión—. Creo que te has pasado un poco con él... es tu deber llevarlo a casa.

Comienza a alejarse, pero Hiccup le grita, intentando llamar su atención. Yo aún continuo en sus brazos. Me gusta la idea de quedarme entre ellos para siempre.

—¡Eh, Astrid! ¡Sabes que yo ando en una motocicleta! ¡Y él está medio muerto!

Astrid, con mucho amor, le enseña el dedo del medio, continuando su paso. De vuelta, grita lo siguiente:

—¡Es tu castigo por dejarle en tal estado!

Haddock resopla. Y de un movimiento a otro, me carga entre sus brazos al modo princesa. Dios, nunca me había sentido tan indefenso y vulnerable como ahora, pero me encuentro completamente anonado. Y me encanta la sensación de calidez que Haddock me da.

Él comienza a caminar hacia un estacionamiento. La gente nos observa con rareza, algunos con asco, y los demás con ternura. Seguramente piensan que somos una pareja. En el momento que me baja, me siento vacío, y con frío, mucho frío.

—Ten—. Me ofrece una botella de agua a medio tomar. Su saliva está impregnada en la boquilla, y a pesar que debí limpiarla, la llevé a mi boca de igual manera—. Eres algo sumiso— dijo, de repente.

—Puede parecer eso, pero es que estoy muy cansado— defiendo, con un poco más de energía. Agua, eso es lo que le falta a mi cuerpo.

—Te haré el aventón hasta tu casa ¿Crees poder sostenerte sin caer de mi moto?

Solo estoy cansado, no es que sea idiota. Asiento y él me pone un caso rápidamente. Ambos montamos la moto y yo me aferro a su cintura sin ninguna pizca de vergüenza. Él arranca, y mi agarre se hace más fuerte.

Tranquilidad, cuando el viento roza mi cara como una suave brisa, la tranquilidad se apodera de mi cuerpo. Es lo que necesito, algo de tranquilidad. No he dejado de pensar en cómo debe estar Elsa, me duele el alma pensar en todas las lágrimas que debe haber derramado por culpa de aquellas hirientes palabras que proferí. Unas cuantas lágrimas se juntan en mis ojos. Apoyo mi rostro contra la espalda de Haddock. Hiccup se pone tenso, pero eso se le pasa en unos cuantos minutos. Los sollozos se escapan de mis labios. Y sin darme cuenta, estamos en la calle de mi casa cuando los veo. Ella tiene sus ojos rojos e hinchados de tanto llorar, él solamente le abraza susurrándole algo. Elsa levanta su vista, y nuestros ojos azules se encuentran.

—¿Vives aquí? —. La voz de Haddock se hace presente por encima de su casco. Apenas puedo escucharlo, pero no dejo de mirar a mi mejor amiga.

—Sí... pero por favor, llévame a otra parte— pido, casi en un susurro y con tono suplicante.

—No soy tu Uber como para ir a dónde...

Él se quita el casco para observarme mejor. Algo en su mirada se remueve, al ver mis lágrimas.

—Por favor...—. Haddock se pone el casco de mala gana y arranca, dejando atrás a Elsa con el rostro contraído y seguramente, el corazón roto. 

~Lazos Más Fuertesᴬᵁ~ [Fanfic Tadelsa]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora