[8] Pietro Maximoff

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Pietro te llevaba sobre su espalda, mientras corría por la inmensa montaña nevada, hasta el más pequeño rastro de vegetación que lograbas apreciar estaba cubierto con una fina capa de nieve, eso te hacía pensar justo en el cabello platinado de tu amado, el cual sostenía tus muslos con fuerza para evitar que calleras a la gran velocidad en que corría. En ocasiones el viento helado que impactaba en tu rostro lograba hacer que tus parpados se volvieran rojos, y tu cara se lastimaba por los copos de nieve que azotaban en tu mejilla, pero eso no interesó una vez que llegaron a su destino.

Era una cabaña rustica.

Preciosa, muy muy hermosa, desde la distancia a donde los dos estaban podías apreciarla en todo su esplandor:

Un portico amplio, las bombillas de dentro encendidas emitiendo una luz dorada que hacía juego con el color madera de la casa. Hojas de pino cubriendo gran parte del tejado.

— Ven aqui. — Pietro te bajó de él para tomar tu cintura y guiarte dentro de la bella cabaña. 

Al dar el primer paso en las escaleras sentiste una cálidez amena. Tomaste la mano de Pietro y le sonreiste antes de girar la perilla. Si la casa era linda por fuera, aún más por dentro.

Retiraste tu abrigo y lo lanzaste importandote poco donde caía y analizaste el panorama a detalle: perfecto.
Una vez que te diste la vuelta descubriste a Maximoff mirándote con una sonrisa la cual también se expresaba en la manera en la que sus ojos brillaban, entonces tomaste sus mejillas apretandolas entre tus dedos.

— Te quiero. — dijiste besandolo con inmenso amor.

Él no tardo en corresponderte y tomar posesivamente tus caderas, apretandote contra él. Su beso era intenso, y caliente como el fuego, sus labios estaban idealmente unidos, mientras se movían lentamente; aquella sensación sacudía tu interior, enviaba mariposas a tu barriga y tu piel se erizó. Tu mano se posó tras el cuello de Pietro acercandolo lo más posible, él gimió sobre tus labios provocando el mismo efecto en ti.

Antes de alejarte de ese pasional beso, tiraste con tus dientes de sus labios rosados, mientras él ronroneaba ante ello.

— También te quiero.

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